Los Clásicos De Mi Vida

Los clásicos de mi vida.

Aún recuerdo la alegría que sentí el día en que mi mamá me regaló mi primer libro. Los cuentos de la gaviota de Carlos Joaquín Durán venían envueltos en un papel de regalo bastante común, pero para mí fueron y son el regalo más maravilloso. En realidad yo era ya bastante grandecita para ese tipo de cuentos, el libro lo habíamos leído junto a la señorita Susana, en sexto grado. Y yo, si mal no recuerdo, ya estaba en el primer año de la secundaria. Sin embargo, esas historias contadas por los animales en una reunión para despedir el año, estaban llenas de sabiduría de vida, y ese es, según la opinión de mi querido y admirado Italo Calvino, uno de los requisitos para que un libro sea un clásico.

Y sí, Los cuentos de la gaviota es uno de los libros clásicos que acompañaron y acompañan mi vida. Tal vez no tengan la altura literaria de las obras de Shakespeare o Cervantes. O la belleza sublime, sencilla y a la vez magnífica de las obras de Borges, a las que no me canso tampoco de volver. No son conocidos internacionalmente ni tampoco han figurado en la lista de los best sellers. Pero en cada uno de ellos, están recreados muchos valores universales, a saber: solidaridad, paz, trabajo común, respeto por la diversidad, uso de la inteligencia al servicio del bien común. Y cómo es de esperar también en este tipo de cuentos, aparecen en los animales muchos defectos bastante humanos: la vanidad, el orgullo, la falta de sentido común, el egoísmo, etc.

Además, el humor no falta en estas páginas sencillas, y así, el autor se adelanta en muchos años a los actuales libros y películas para chicos, que utilizan esta herramienta para atraer también a los adultos y que tanto los pequeños como los grandes disfruten juntos, a la vez que obtienen numerosas enseñanzas. Pensemos en los casos de Buscando a Nemo, Toy Story y Kung Fu Panda, por solo nombrar algunas.

Muchos podrán decir que este tipo de cuentos no son clásicos. Que ese calificativo es para grandes obras como las de Esopo o Fedro o la Fontaine. Que no estamos en la Edad Media y que la finalidad de la literatura para chicos no es enseñar sino incentivar el goce estético al lector. Acepto que puede ser así, pero cuando veo que mi sobrina disfruta tanto como yo de su lectura, me conmuevo y pienso en las palabras de mi querido Italo: “el clásico es aquel libro al que volvemos, porque siempre tiene algo nuevo para decirnos”. Así me pasa realmente, por lo que en mi modesta opinión, Los cuentos de la gaviota es uno de los clásicos de mí vida.

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