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Monseñor Ezequiel Arellano: un gigante del deber


Enviado por   •  4 de Junio de 2019  •  Documentos de Investigación  •  6.996 Palabras (28 Páginas)  •  276 Visitas

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Monseñor Ezequiel Arellano: un gigante del deber.

Néstor Abad Sánchez,

(Director del MUCU. Bailadores, Estado Mérida)

1.- Introducción.

 “En Bailadores está ese padre Arellano, especie de gigante contumelioso, que suele arreglar a trompadas los asuntos de la fe”[1], quien lee así de secas en Viaje al Amanecer[2] de Mariano Picón Salas, esta frase, se sorprende y hasta se asusta, pero por curiosidad no deja la lectura para conocer más de ese cura bárbaro o de ese pueblo de bárbaros que era Bailadores a finales del siglo XIX, cuando se encarga de la Parroquia el Pbro. y Dr. Ezequiel Arellano, el 4 de febrero de 1898.

Picón Salas nos explica ese calificativo de guapetón del padre Arellano al señalar: “Pero es que cuando lo mandaron de cura, aquel pueblo era una guarida de facinerosos. En los páramos que rodean al pueblo asaltaban a los viajeros. La policía local establecía como jefes civiles a asesinos en disponibilidad que gobernaban con sus respectivas bandas. Después de la misa del domingo los grupos armados se ponían a jugar gallos en la plaza y por el “gallo giro” o “la flor de Canaguá” se iban a las manos. Los “coroneles” del gobierno que desempeñaban la magistratura local tenían su harén de concubinas que lucían muy ostentosas en las fiestas de la iglesia con sus pañolones de seda, sus prendedores de oro y la saya crujiente. Curitas suaves contemporizaron demasiado con tales bárbaros. Hasta que llegó el padre Arellano… Y en la primera misa dominical le espetó su plática a los feligreses: “Me gusta dirigir un pueblo de guapos, porque ustedes saben, queridos hermanos, que yo tengo también tabaco en la vejiga[3]. ¡Ay del que se desmande! Se va a acabar la sampablera[4] esa que forman en la plaza después de la misa. Yo me sé apretar los pantalones.””[5] Para quienes estaban acostumbrados a los curas blandengues, esta osadía desde el pulpito era un reto, pues significaba perder el poder y respeto ante la gente. Lo cierto es que los métodos del padre Arellano por ortodoxos que nos parezcan surtieron efecto y muchos de los “coroneles” o pranes como ahora los llaman en las cárceles, prefirieron emigrar a pueblos vecinos y así vemos a principios del siglo XX, a un Obdulio Contreras, Ramón Arellano o Pacomio Medina, rotándose en las jefaturas civiles de Zea, Tovar, Guaraque y Santa Cruz de Mora.

El mismo Mariano Picón Salas lo cuenta en su narración: “Y sustituyendo a la Justicia Civil, el padre Arellano mandó gente a la cárcel; celebró matrimonios públicos para casar las parejas en concubinato y haciéndose simpático, a la par que fuerte, hizo cosas que si no eran enteramente evangélicas parecían necesarias para apaciguar el alborotado pueblo. Se tomaba sus grandes vasos de chicha y de caña en los matrimonios y bautizos; sacaba una vieja a escobillar una polka, decía su bomba a la pareja y se montaba en su caballo chúcaro, emulando a los mejores chalanes de la belicosa villa”[6]. Fue tanto el bien que hizo, que permaneció en Bailadores hasta su muerte en 1916; a pesar que llegó a ser Vicario General de la Diócesis. Su vida está llena de misterios y leyendas, sus extravagancias lo hicieron famoso, aunque era un hombre sumamente culto, le toco vivir una época difícil, con razón proclamó Hipócrates: Similia similibus curantur[7], “Lo semejante se cura con lo semejante”. Es decir, que en aquellos tiempos, los curas que triunfaban eran los que más se parecían a los “coroneles” y aplicaban sus mismos procedimientos.

2.- Orígenes y formación.

Ahora ustedes se preguntan: ¿Quién era ese extraño cura? ¿Dónde nació? ¿Cómo se formó? Y lo más importante: ¿Cuál es la razón de celebrar los 100 años de su muerte?

El Presbítero y Doctor Ezequiel Arellano Acevedo nació el 6 de enero de 1838[8], en un vistoso sitio de la Aldea Otrabanda, llamado La Raicita, de la Villa de Bailadores, sus padres: Juan José Arellano (n. 1888 - m. 28/09/1853) y María Antonia Acevedo (n. 1802 y m. Táriba, Táchira 16/03/1887); nieto de Carlos Arellano Ramírez y bisnieto de Patricio Ramírez de Arellano y Rosa Ramírez, quienes vivieron entre Bailadores y La Grita en la primera mitad del siglo XVIII[9]. Fue bautizado el 12, padrinos: Don José de Jesús Mora y Doña Dolores Ramírez; confirmado por Monseñor Juan Hilario Bosset durante su primera visita pastoral a Bailadores en 1842 y recibió la primera comunión de manos de Fray Benito Ferrando.

Formado en un hogar cristiano de acendrada fe y educado en la escuela que regentaba Don Matías Nicanor Codina, quien huyendo desde Cúcuta se había avecindado en Bailadores en 1837. Inspirado por seguir los pasos de su primo hermano el Pbro. y Dr. José Concepción Azevedo, ingresa con el apoyo de sus padres y de su tío el Dr. Pedro Juan Arellano Belandria al Seminario de Mérida.

A los catorce años, ya está en el Seminario Menor estudiando Latinidad, según lo refrenda el Dr. Jesús de la Cruz Dugarte y en 1953 pasa a estudiar Mayores. El 21 de julio de 1855, fue examinado en Gramática Latina, Elementos de Retórica y Métrica, siendo aprobado competente para cursar Filosofía.

De acuerdo a la certificación del Dr. Bartolomé Febres Cordero, en 1856 el joven seminarista asistió a las clases de Matemática. En 1857 es alumno regular de las clases de Filosofía Intelectual que regentaba su tío y mentor el Dr. Pedro Juan Arellano. El 14 de junio de 1858 se dirige al señor Rector de la universidad, solicitándole que: “Habiendo cumplido el Trienio de Filosofía en mayo último, i deseando continuar mi carrera literaria condecorado con el grado de Br. En Filosofía, así por ser de necesidad para el ascenso en dicha carrera, como por servirme de estímulo para adelantar más en ella, vengo en suplicar a Ud. se digne tenerme por presentado al efecto i fijar día para el examen…”. En atención a su petición, el 23 de junio se procedió a realizar dicho examen, constituyendo el jurado examinador los notables maestros y doctores de la Universidad: José Francisco Mas y Rubí, Rafael Alvarado y Pio María Picón, quienes le formularon la siguiente pregunta: “El criterio de la conciencia es infalible cuando se refiere a lo que pasa en el interior”, su respuesta fue calificada de sobresaliente y el 6 de enero de 1859, le es dispensada la Tonsura por el Obispo Dr. Juan Hilario Bosset. Continúa sus estudios y el 31 de agosto de 1862 le confieren el grado de Licenciado en Teología. Han pasado 10 años de su venida a Mérida y de manos del Dr. José Merced Pineda, Rector de la Universidad recibe el grado de Doctor en Sagrada Teología el 28 de septiembre.

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