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Máquina De Artimañas


Enviado por   •  20 de Septiembre de 2013  •  565 Palabras (3 Páginas)  •  242 Visitas

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MÁQUINA DE ARTIMAÑAS

Eduardo Serrano Velásquez

Wasabi es una novela de agujeros o, dicho de otra manera, una novela de saltos. Desde la voz ingrávida del narrador, sometida permanentemente a la monotonía de su carácter enfermizo, hasta la historia desdibujada de su pérdida, casi inexistente, el discurso se nos presenta como un proceso recortado. Una operación de lectura que nos obliga a saltar entre los márgenes o terrenos sólidos de la trama, básicamente el escritor y su enfermedad ficticia, nada mas, para permanecer en pie sobre una superficie estable, como brincando sobre islas. Para leerla entonces hay que hacer ese sacrificio: someterse a la velocidad de un ritmo entrecortado que divaga entre saltos y agujeros.

Hay dos imágenes bastante significativas que pueden ilustrarnos al respecto. La primera es sobre el conflicto interno del personaje, es decir, la enfermedad, cuya forma es la de una protuberancia afilada que le brota del cuello: “Había empezado a caminar encorvado. No sentía ningún dolor, ni siquiera las molestias benévolas del crecimiento, pero lentamente mi cabeza iba doblándose bajo el peso de esa espada ósea”. Esta espada ósea o gancho como también lo llama en otros pasajes del libro, es el quiste grasoso que progresivamente ha comenzado a desarrollarse sobre la base de su nuca obligándolo a mantener la patética postura de un jorobado. En esa protuberancia se acumulan los agujeros de espacio y tiempo que el personaje extravía constantemente a lo largo de la novela; siete, catorce o veintiún minutos que desaparecen de su vida como si se le cayeran del bolsillo, en una postura más ridícula aun, sin previo aviso.

La segunda imagen es sobre el ejercicio de la escritura: “Apenas me ponía a escribir, envalentonado por el primer destello que hacia temblar el páramo de la espera, mis dedos se trenzaban en una batalla desigual con las artimañas del teclado”. Su máquina de escribir con tipografía francesa es una manifestación tangible de su enfermedad. No puedo evitar recordar ciertas escenas de la película Naked Lunch de Cronenberg, donde la máquina de escribir asume la enfermedad y la adicción de la “carne negra” en la forma de un insecto. Esa como resignación frente al azar, a recibir e incluso usar lo que circunstancialmente va apareciendo, en el caso de Wasabi, la pomada homeopática del quiste como aliciente, en el caso del festín desnudo, la carne negra. Así las teclas, con otros signos y otros acentos, obstruyen el paso libre de la creatividad produciendo intermitencias en la estructura del discurso. Sin embargo, no deja de ser solo una batalla ilusoria, insuficiente, inventada en la propia paranoia del personaje: El ejercicio de la escritura enferma como una máquina de artimañas que quiebra la continuidad de la escritura.

Podría decirse entonces que la

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