Maquina Hombre
emirethh24 de Septiembre de 2012
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l cerebro: una máquina maravillosa capaz de gestionar todas las actividades voluntarias e involuntarias del organismo, un sistema que permite descifrar los estímulos que provienen del exterior e interactuar con ellos, una pieza orgánica perfecta, responsable de la preponderancia del Hombre sobre la Tierra.
Es natural que los mismos hombres, que pugnan por llegar cada día más allá en su lucha por dominar la naturaleza y la materia, intenten duplicar esta máquina magistral. Hacerlo significaría haber alcanzado el cenit de la creatividad natural y alcanzar también el conocimiento máximo de su poder, de sus limitaciones y quizá de su futuro.
Para una máquina, en cambio, ser capaz de entenderse a sí misma, conocer cómo funciona, sería un paso muy importante hacia su autoidentificación, hacia el dominio de sus capacidades, y quién sabe si el inicio del camino hacia su independencia respecto a sus creadores.
Son mundos aparentemente rivales: el hombre intentado imitar artificialmente al mejor ordenador (el cerebro orgánico), y la máquina que llega a convertirse en pensante, con todas las contradicciones que ello conlleva. El responsable de ambas tendencias es, por supuesto, el mismo: el propio Hombre.
Las universidades se han encontrado con numerosas dificultades al intentar humanizar las máquinas. La lógica no siempre es el método elegido por nuestro cerebro para tomar decisiones. Hasta que llegue ese glorioso momento, los tecnólogos han preferido seguir una vía más fácil: la construcción de los primeros sistemas mecánicos que otorguen a los robots características humanas. Estamos hablando de la visión artificial, los miembros táctiles...
En el otro extremo del espectro, los científicos han continuado desarrollando ordenadores cada vez más potentes y rápidos. Estos, por su capacidad de gestionar y procesar cantidades muy grandes de información, son lo más cercano al cerebro humano que hemos conseguido fabricar. Las tendencias industriales indican que la computación viaja hacia la miniaturización extrema, hacia la superación continua de marcas de velocidad. Pero, incluso aquí, los técnicos han encontrado factores limitativos. Los componentes de un ordenador no pueden hacerse más y más pequeños de forma infinita ya que llegado a un punto, complicados efectos cuánticos perjudican su funcionamiento. Es lo que llamamos barrera del silicio. ¿La solución? Probablemente utilizar otra materia prima, pero, ¿cuál?
Lo que empezó a verse como una fantasía es ya una probabilidad palpable: los ordenadores biológicos incorporarían material orgánico y sería éste el que nos permitiría entrar en la siguiente fase de desarrollo. Algunos científicos creen, por ejemplo, que sería posible implantar células nerviosas, neuronas, en las entrañas de un ordenador, para que éste pueda beneficiarse de sus cualidades innatas de almacenamiento de datos, rapidez de proceso, etc. Y aún hay gente que va más lejos, proponiendo el cultivo por manipulación genética de cerebros biológicos completos que así serían "programados" para realizar funciones específicas, ya sea a bordo de una nave espacial o en el mismo interior de nuestro frigorífico del futuro.
¿Es posible que la ciencia informática, tras varias décadas de continuos avances, deba al final recurrir a lo que la naturaleza ha puesto a disposición de los seres vivos hace millones de años? Hay varios investigadores que creen que no será necesario. Su objetivo es el estudio del cerebro desde todos los puntos de vista, hasta que sea posible duplicarlo electrónicamente. Y para quien no crea que ello es posible, varios científicos americanos encabezados por Mark Magleby se han empeñado en replicar la unidad más sencilla de la que se compone el cerebro, la neurona. Magleby cree que una vez confirmado su buen funcionamiento (lo que es mucho decir, ya que
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