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Pedagogía De La Autonomía - Paulo Freire


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2013  •  3.783 Palabras (16 Páginas)  •  2.823 Visitas

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INSTITUTO SUPERIOR DE FORMACIÓN DOCENTE N° 82

PROFESORADO DE PSICOLOGÍA

MATERIA: PERSPECTIVA FILOSÓFICO-PEDAGÓGICO II

PROFESORA: CARINA ANTÓN

COMISIÓN: 2° A

PEDAGOGÍA DE LA AUTONOMÍA DE PAULO FREIRE

ALUMNA: BUSSOLINO, EVANGELINA CECILIA

AÑO: 2012

NO HAY DOCENCIA SIN DISCENCIA

La reflexión crítica sobre la práctica se torna una exigencia de la relación teórico-práctica sin la cual la teoría puede convertirse en palabrerías y la práctica en activismo.

Enseñar no es transferir conocimientos, sino crear las posibilidades de su producción o de su construcción. Quién forma se forma y reforma al formar, y quién es formado se forma y forma al ser formado.

QUIEN ENSEÑA APRENDE AL ENSEÑAR Y QUIEN APRENDE ENSEÑA AL APRENDER

1- Enseñar exige rigor metódico: el deber de reforzar, en su práctica docente, la capacidad crítica del educando, su curiosidad, su insumisión. La presencia de educadores y de educandos creadores, instigadores, inquietos, rigurosamente curiosos, humildes y persistentes.

Dadas las condiciones del verdadero aprendizaje, los educandos se van transformando en sujetos reales de la construcción y de la reconstrucción del saber enseñando, al lado del educador, que también es un sujeto del proceso.

La importancia del papel del educador es que parte de su tarea docente es enseñar a pensar correctamente. Solo quien piensa acertadamente puede enseñar a pensar del mismo modo aún cuando, a veces, piense de manera equivocada. Y unas de las condiciones para lograrlo es que no estemos demasiado seguros de nuestras certezas.

Nuestra manera de estar en el mundo y con el mundo, como seres históricos, es la capacidad de conocer el mundo al intervenir en él. Tan importante es conocer el conocimiento existente como saber que estamos abiertos y aptos para la producción del conocimiento aún no existe.

2- Enseñar exige investigación: no hay enseñanza sin investigación ni investigación sin enseñanza.

Mientras enseño continúo buscando, indagando. Enseño porque busco, porque indagué, porque indago y me indago. Investigo para comprobar porque comprobando se puede intervenir, y así interviniendo educo y me educo. Investigo para conocer lo que aún no conozco y comunicar la novedad.

3- Enseñar exige respeto a los saberes de los educandos: pensar acertadamente impone al profesor o, a la escuela, el deber de respetar no solo los saberes con que llegan los educandos, sobre todo los de las clases populares, saberes socialmente construidos en la práctica comunitaria. ¿Por qué no establecer una “intimidad” necesaria entre los saberes curriculares fundamentales para los alumnos y la experiencia social que ellos tienen como individuos?

4-Enseñar exige crítica: la curiosidad como inquietud indagadora, como inclinación a descubrir algo, como búsqueda de esclarecimiento, como señal de atención que sugiere estar alerta, forma parte integrante del fenómeno vital.

Una de las tareas principales de la práctica educativa-progresista es exactamente el desarrollo de la curiosidad-critica insatisfecha. Curiosidad con la que podemos defendernos de “irracionalismos” resultantes de, o producidos por, cierto exceso de “racionalidad” de nuestro tiempo altamente tecnificada.

5- Enseñar exige estética y ética: Si se respeta la naturaleza del ser humano, la enseñanza de los contenidos no puede darse alejada de la formación moral del educando. Educar es, sustancialmente formar.

6- Enseñar exige la corporificación de las palabras en el ejemplo: pensar acertadamente es hacer acertadamente.

No exige el pensar acertado fuera de una práctica testimonial que lo refuerza en lugar de desdecirlo. El clima de quien piensa acertadamente es el de quien busca seriamente la seguridad en la argumentación, es el de quien, al discordar con su oponente, no tiene porque alimentar contra él o contra ella una rabia desmedida, a veces mayor que la propia razón de la discordancia.

7- Enseñar exige riesgo, asunción de lo nuevo y rechazo de cualquier forma de discriminación: es propio del pensar acertado la disponibilidad al riesgo; lo viejo que presenta su validez o que encarna una tradición o marea una presencia en el tiempo continúa siendo nuevo.

También el rechazo definitivo a cualquier forma de discriminación forma parte de pensar acertadamente. Pensar y hacer de manera errada, por lo visto, no tienen en efecto nada que ver con la humildad a que el pensar acertadamente exige. No tienen nada que ver con el sentido común que regula nuestras exageraciones y evita que nos encaminemos hacia el ridículo y la insensatez.

El pensar acertadamente es algo que se hace y que se vive mientras se habla de ella con la fuerza del testimonio. Pensar acertadamente implica la existencia de sujetos que piensan mediados por el objeto u objetos en los que incide el propio pensar de los sujetos.

La tarea coherente del educador, mientras ejerce como ser humano la práctica irrecusable de entender, de desafiar al educando con quien se comunica y a quien comunica, a producir su comprensión delo que viene siendo comunicado. No hay entendimiento que no sea comunicación e intercomunicación y que no se funda en la capacidad de diálogo.

8- Enseñar exige reflexión crítica sobre la práctica: la práctica docente critica, implícita en el pensar acertadamente, encierra el movimiento dinámico, dialéctico, entre el hacer y el pensar sobre el hacer.

El saber que indiscutiblemente produce la práctica docente espontánea o casi espontánea, "desarmada", es un saber ingenuo, un saber hecho de experiencia, al que le falta el rigor metódico que caracteriza a la curiosidad epistemológica del sujeto. Éste no es el saber que busca el rigor del pensar acertadamente.

El pensar acertadamente que supera al pensar ingenuo tiene que ser producto por el mismo aprendiz en común con el profesor formador. La matriz del pensar ingenuo como la del crítico es la propia curiosidad, característica del fenómeno vital.

Pensando críticamente la práctica de hoy o la de ayer es como se puede mejorar la próxima. El propio discurso teórico, necesario a la reflexión crítica tiene que ser de tal manera concreta que casi se confunda con la práctica.

9- Enseñar exige el reconocimiento y la asunción de la identidad cultural: Una de las tareas más importantes de la practica educativo/critica es propiciar las condiciones para que los educandos en sus relaciones entre si y de todos con el profesor puedan ensayar la experiencia profunda de asumirse. Asumirse como ser social e histórico, como ser pensante, comunicante, transformador, creador, realizador de sueños, capaz de sentir rabia porque es capaz de amar. Asumirse como sujeto porque es capaz de reconocerse. La asunción de nosotros mismos no significa la exclusión de los otros. Es la “otredad” del “no yo” o del tú, lo que me hace asumir el radicalismo de mi yo.

La solidaridad social y política que necesitamos para construir una sociedad menos fea y menos agresiva en la cual podamos ser más nosotros mismos, tiene una práctica de real importancia en la formación democrática.

El aprendizaje de la asunción del sujeto es incompatible con el adiestramiento pragmático o con el elitismo autoritario de los que se creen dueños de la verdad y del saber articulado. A veces ni se imagina lo que puede llegar a representar en la vida de un alumno un simple gesto del profesor.

Es una pena que el carácter socializante de la escuela, lo que hay de informal en la experiencia que se vive en ella, de formación o de deformación, sea desatendido. Se habla casi exclusivamente de la enseñanza de los contenidos, enseñanza lamentablemente casi siempre entendida como transferencia del saber.

Creo que una de las razones que explican este descuido en torno de lo que ocurre en el espacio-tiempo de la escuela, que no sea la actividad de la enseñanza, viene siendo una comprensión estrecha de lo que es educación y de lo que es aprender.

ENSEÑAR NO ES TRANSFERIR CONOCIMIENTOS

Saber que ensañar no es transferir conocimientos, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción.

1- Enseñar exige conciencia del inacabamiento: predispuesto al cambio, a la aceptación de lo deferente.

El inacabamiento del ser, o su inconclusión, es propio de la experiencia vital. La inversión de la existencia implica necesariamente el lenguaje, la cultura, la comunicación en niveles más profundos y complejos que lo que ocurría y ocurre en el dominio de la vida, la “espiritualización” del mundo, la posibilidad de embellecer o de afear el mundo, y todo eso definiría a mujeres y hombres como seres éticos. Solo los seres éticos pueden romper con la ética.

2- Enseñar exige el reconocimiento de ser condicionado: inacabado sé que soy un ser condicionado. La inconclusión que se reconoce a si misma implica necesariamente la inserción del sujeto inacabado en un permanente proceso social de búsqueda. Inacabados pero conscientes del inacabamiento, seres de opción, de decisión, éticos, podemos negar o traicionar la propia ética.

Estar en el mundo significa necesariamente estar con el mundo y con los otros. No es posible estar en el mundo sin hacer historia, sin ser hecho por ella, sin hacer cultura, sin “tratar” su propia presencia en el mundo, sin soñar, sin contar, sin hacer música, sin pintar, sin cuidar de la tierra, de las aguas, sin usar las manos, sin filosofar, sin puntos de vista sobre el mundo, sin hacer ciencia, o tecnología, sin asombro ante el misterio, sin aprender, sin enseñar, sin ideas de formación, sin politizar. Es en la inconclusión del ser, que se sabe como tal, donde se funda la educación como un proceso permanente.

3- Enseñar exige respeto a la autonomía del ser del educando: el respeto a la autonomía y a la dignidad de cada uno es un imperativo ético y no un favor que podemos o no concedernos unos a los otros.

La capacidad del diálogo verdadero, en la cual los sujetos dialógicos aprenden y crecen en la diferencia, sobre todo en su respeto, es la forma de estar coherentemente exigido por seres que, inacabados, asumiéndose como tales, se forman radicalmente éticos.

4- Enseñar exige buen juicio: el ejercicio del buen juicio, del cual solo obtendremos ventajas, se hace en el “cuerpo” de la curiosidad. Cuando mas ponemos en práctica de manera metódica nuestra capacidad de indagar, de comparar, de dudar, de verificar, tanto más eficazmente curiosos nos podemos volver, más críticos se puede hacer nuestro buen juicio. El buen juicio, juega un importante papel en mi toma de posición, de la cual la ética no puede estar ausente frente a lo que debo hacer.

5- Enseñar exige humildad, tolerancia, y lucha en defensa de los derechos de los educadores: la lucha de los profesores en defensa de sus derechos y de su dignidad debe ser entendida como un momento importante de su práctica docente, en cuanto práctica ética. No es algo externo a la actividad docente, sino algo intrínseco a ella.

6- Enseñar exige la aprehensión de la realidad: la capacidad de aprender, no solo es para adaptarnos sino sobre todo para transformar la realidad, para intervenir en ella y recrearla intervenir en ella y recrearla, habla de nuestra educabilidad en un nivel distinto del nivel del adiestramiento de los otros animales o del cultivo de las plantas. Nuestra capacidad de aprender, de donde viene la de enseñar, sugiere, o implica nuestra habilidad de aprehender la sustantividad del objeto aprendido.

Mujeres y hombres, somos los únicos seres que, social e históricamente, llegamos a ser capaces de aprehender. Por eso, somos los únicos para quienes aprender es una aventura creadora, algo, por eso mismo, mucho más rico que simplemente repetir la lección dada. Para nosotros aprender es construir, reconstruir, comprobar para cambiar, lo que no se hace sin apertura al riesgo y a la aventura del espíritu.

A esta altura, creo poder afirmar que toda práctica educativa demanda la existencia de sujetos, uno que, al enseñar, aprende, otro que, al aprender, enseña.

7- Enseñar exige alegría y esperanza: hay una relación entre la alegría necesaria para la actividad educativa y la esperanza. La esperanza de que profesor y alumnos podemos juntos aprender, enseñar, inquietarnos, producir juntos e, igualmente, resistir a los obstáculos que se oponen a nuestra alegría. La esperanza es un condimento indispensable de la experiencia histórica. Sin ella no habría Historia, sino puro determinismo. Sólo hay experiencia histórica. Sin ella no habría Historia, sino puro determinismo. Sólo hay historia donde hay tiempo problematizado y no pre-dado.

8- Enseñar exige la convicción de que el cambio es posible: el mundo no es. El mundo está siendo. Nadie puede estar en el mundo, con el mundo y con los otros, de manera neutral. No puedo estar en el mundo, con las manos enguantadas, solamente comprobando. En mi adaptación es solo el camino para la inserción, que implica decisión, elección, intervención en la realidad. Cambiar es difícil pero es posible. Habrá siempre que hacer, habrá siempre que enseñar, habrá siempre que aprender.

Si, por un lado, no puedo adaptarme o "convertirme" al saber ingenuo de los grupos populares, por el otro, si soy realmente progresista, no puedo imponerles arrogantemente mi saber como el verdadero. El diálogo en el que se va desafiando al grupo popular a pensar su historia social como experiencia igualmente social de sus miembros, va revelando la necesidad de superar ciertos saberes que, desnudos, van mostrando su "incompetencia" para explicar los hechos.

9- Enseñar exige curiosidad: la construcción o la producción del conocimiento del objeto implica el ejercicio de la curiosidad, su capacidad crítica de “tomar distancia” del objeto, de observarlo, de delimitarlo, de escindirlo, de “cercar” el objeto o hacer su aproximación metódica, su capacidad de comparar, de preguntar. El ejercicio de la curiosidad convoca a la imaginación, a la intuición, a las emociones, a la capacidad de conjeturar, de comprar, para que participen en la búsqueda del perfil del objeto o del hallazgo de su razón de ser.

El buen clima pedagógico-democrático es aquel en el que el educando va aprendiendo, a costa de su propia práctica, que su curiosidad como su libertad debe estar sujeta a límites, pero en ejercicio permanente. Límites asumidos éticamente por él. Mi curiosidad no tiene derecho de invadir la privacidad del otro y exponerla a los demás.

Lo fundamental es, que profesor y alumnos sepan que la postura que ellos, profesor y alumnos, adoptan, es dialógica, abierta, curiosa, indagadora y no pasiva, en cuanto habla o en cuanto escucha. Lo que importa es que profesor y alumnos se asuman como seres epistemológicamente curiosos.

ENSEÑAR ES UNA ESPECIFICIDAD HUMANA

1- Enseñar exige seguridad, competencia profesional y generosidad: el profesor que no lleve en serio su formación, que no estudie, que no se esfuerce por estar a la altura de su tarea no tiene fuerza moral para coordinar las actividades de su clase.

El clima de respeto que nace de relaciones justas, serias, humildes, generosas, en las que la autoridad docente y las libertades de los alumnos se asumen éticamente, autentica el carácter formador del espacio pedagógico.

El educando que ejercita su libertad se volverá tanto más libre cuanto más éticamente vaya asumiendo la responsabilidad de sus acciones.

2- Enseñar exige compromiso: no puedo ser maestro sin pararme frente a los alumnos, sin revelar con facilidad o resistencia mi manera de ser, de pensar políticamente. No puedo escapar a la apreciación de los alumnos. Y la manera en que ellos me perciben tiene importancia capital para mi desempeño. De allí, pues, que unas de mis preocupaciones centrales deba ser la de buscar la aproximación cada vez mayor entre los realmente estoy siendo.

3- Enseñar exige comprender que la educación es una forma de la intervención en el mundo: La educación es una forma de intervención en el mundo. Intervención, que mas allá del conocimiento de los contenidos bien o mal enseñados y / o aprendidos, implica tanto el esfuerzo de reproducción de la ideología dominante como su desenmascaramiento.

4-Enseñar exige libertad y autoridad: La existencia solo tiene valor y sentido en la lucha por ella. La libertad sin límite es tan negativa como la libertad asfixiada o castrada. La decisión de asumir las consecuencias del acto de decidir forma parte del aprendizaje. No hay decisión a la que no continúen efectos esperados, pocos esperados o inesperados. Es por eso por lo que la decisión es un proceso responsable.

Una pedagogía de la autonomía tiene que estar centrada en experiencias estimuladoras para la decisión y la responsabilidad, valga decir, en experiencias respetuosas de la libertad.

5-Enseñar exige una toma consciente de decisiones: Cuando hablo de la educación como intervención me refiero tanto a lo que procura cambios radicales en la sociedad, en el campo de la economía, de las relaciones humanas, de la propiedad, del derecho al trabajo, a la tierra, a la educación, a la salud, como lo que, por el contrario, pretende reaccionariamente inmovilizar la historia y mantener el orden injusto. Si la educación no lo puede todo, alguna cosa fundamental puede la educación.

6- Enseñar exige escuchar: Es importante y necesario saber escuchar. Solo quien escucha paciente y críticamente al otro, habla con él, aun cuando, en ciertas ocasiones, necesite hablarle a él. La importancia del silencio en el espacio de la comunicación es fundamental. Escucha para la apertura al habla del otro, al gesto del otro, a las diferencias del otro. Aceptar y respetar la diferencia es una de esas virtudes sin las cuales la escucha no se puede dar.

7- Enseñar exige reconocer que la educación es ideológica: La capacidad que tiene la ideología de ocultar la realidad. El discurso ideológico de la globalización busca ocultar que ella viene robusteciendo la riqueza de unas pocas y verticalizando la pobreza y la miseria de millones.

8- Enseñar exige disponibilidad para el dialogo: Ser testigo de la apertura a los otros, la disponibilidad curiosa hacia la vida, a sus desafíos, son saberes necesarios a la práctica educativa.

El sujeto que se abre al mundo y a los otros inaugura con su gesto la relación dialógica en que se confirma como inquietud y curiosidad, como inconclusión en permanente movimiento en la historia.

Toda comunicación es comunicación de algo, hecho de cierta manera a favor o en defensa, sutil o explicita, de algún ideal contra algo y contra alguien, aunque no siempre claramente referido.

9- Enseñar exige querer bien a los educando: El querer bien significa la manera que tengo de sellar automáticamente mi compromiso con los educandos, en una práctica específica del ser humano.

Mi apertura al querer bien significa mi disponibilidad a la alegría de vivir. Justa alegría de vivir, que, asumida en plenitud, no permite que me transforme en un ser “almibarado” ni tampoco en un ser áspero y amargo. Educar en y para los derechos humanos es sin duda educar para los valores.

Formar valores es preguntarse por sus raíces, por sus interacciones, por las tensiones existentes entre distintas opciones valóricas etc. La clarificación valórica, conduce no solo a la opción libre frente a los valores sino a un comportamiento consecuente con los valores escogidos. Además le permite al alumno ubicarse y respetar opciones y comportamientos distintos a los propios y comprender los fundamentos éticos sobre los que se sustentan.

La educación en derechos humanos es un objetivo ineludible formar personas en dignidad y en libertad. Educar en y para los derechos humanos supone críticamente la ubicación y significación que se da al sujeto que aprende en su identidad individual y cultural. Una declaración que propicie el encuentro del alumno y de la alumna consigo mismos, con su pertenencia a una cultura propia, con su ser hombre o mujer, con su cuerpo, con su potencial de ser, es una educación que forma a un sujeto de derecho. Existe el derecho a ser persona. Una educación en y para los derechos humanos debe necesariamente apartarse del conjunto de negociaciones y discriminaciones que en la escuela aún perduran respecto a género, cultura, condición social o étnica, etc.

El conocimiento no se agota en lo meramente informativo, sino que incorpora además, la afectividad y los comportamientos, los sentimientos y las acciones, los valores y vivencias que desarrollan en torno a los derechos humanos.

Este conocimiento se construye y reconstruye, se contextualiza y re contextualiza en la experiencia individual y colectiva que tienen personas de carne y hueso de vivir los derechos en su cotidianeidad.

Es un saber que está en nuestra vida cotidiana, ahí en nuestro diario vivir, en nuestra vida económica, social, política. En la familia, en la comunidad, en la escuela se vive el respeto y también la violación a los derechos humanos. Es, entonces, un saber que trasciende la escuela. Un aprendizaje que compromete al ser todo del alumno. Su intelecto, su cuerpo, su afectividad, su ser vivencial, su ser individual y social.

Los derechos humanos se aprenden con el corazón y el cuerpo integro: en la experiencia individual y colectiva. En esta perspectiva hay dos características adicionales que condicionan el aprendizaje de los derechos humanos. Por un lado es un aprendizaje que combina la experiencia personal con el conocimiento universal y sistemático, y por el otro es un aprendizaje que compromete la participación activa del alumno. Para que se genere un aprendizaje desde la experiencia es necesario un aprendizaje participativo en el que el alumno asuma riesgos

Es difícil pensar que se produzcan auténticos aprendizajes si el alumno no puede vivenciar mientras está en la escuela, la emoción, el riesgo, la aventura, el conflicto de tomar decisiones que sean significativas. Esto implica participar con otros en la tarea de construir conocimientos. Es en definitiva un aprendizaje para la autonomía, para la postura crítica, para darse tiempo y espacio efectivo para tomar decisiones y hacerse responsables de ellas.

La escuela es un espacio cultural y social en el que hay maneras muy específicas de relacionarse, de comunicarse, de valorar, de actuar, de sentir y de pensar.

La cultura autoritaria, jerárquica, no dialogante, poco participativa, es la práctica que dificulta una educación. Se necesita construir una escuela que haya espacios de dialogo; en la que todos –profesores, alumnos, padres de familia- puedan expresarse, comprenderse, aclararse, coincidir, discrepar y comprometerse. En la que se valore el saber universal y sistemático y también el saber que los alumnos traen de su vida cotidiana. Solo en una cultura escolar democrática es posible insertar con autenticidad una educación.

Hay necesidad de que el maestro revise su práctica docente e investigue en qué medida esta es promotora o no de derechos. Hacer esto requiere que el maestro se habrá a la crítica y al cuestionamiento. Ser un educador en derechos humanos es ser un sujeto investigador-critico, ubicarse en una posición distinta a la tradicional y clásica, en la que él es el que sabe y los alumnos son “ignorantes”, “aprendices”. Se ubica en un punto en el que aprovechando la experiencia de los alumnos hace una contribución desde el saber sistemático y universal.

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