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Pesadillas


Enviado por   •  12 de Mayo de 2014  •  1.546 Palabras (7 Páginas)  •  261 Visitas

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Lo primero que llama la atención es el titulo del cuento. Éste nos abre una inquietante interrogación, que se va dilucidando y tomando cuerpo a medida que avanzamos en la lectura. Por cierto, la imagen de la pesadilla que detectamos en las primeras líneas, aunque pareciera dar cuenta del sentido del texto, es irremediablemente parcial y sólo con el entrecruzamiento de elementos textuales habremos de llegar al fondo del sentido.

Sin embargo, a pesar de que todo el cuento se erige en fábula cual una pesadilla, el verdadero valor de la misma (la significación textual e intertextual más profunda) se cristaliza en la última expresión, que paradójicamente dice: “hermosa vida”. De hecho, se trata de una antítesis conceptual que no es casual, pues funciona como marco, enlace y contenedor de los episodios, los personajes y sus dramas. Éstos, además de permanecer aunados a través de un hilo ejecutor de las acciones y pensamientos: el sueño enfermizo de Mecha, mantienen la individualidad de sus interventores; así es posible delimitar, según indicios disimulados o evidentes a la lectura, conductas diferentes frente a situaciones similares, o bien, conductas ocultas que provocarán consecuencias tan nefastas como felices. Es el tono paradojal el que contiene tanto el ambiente del cuento, como su proceso de escritura.

La historia, propiamente dicha, del cuento se desarrolla en el ambiente íntimo de un hogar común, como muchos. El drama: la enfermedad prematura de uno de los miembros de la familia. De entrada, el planteo directo del conflicto, sin introducciones, ni presentaciones previas, nos evita demasiadas reflexiones y nos vemos tentados a considerar la trama textual un tanto simple. Lo que nos llama la atención es apenas una cuestión formal: diálogos no estructurados en la prosa como tales, pensamientos que se entremezclan con acciones, voces que se confunden. En una primera mirada, centramos la dificultad en el proceso de lectura y se hace necesario, volver sobre los párrafos y releer. Hasta entonces, no nos salimos de una problemática formal.

Desde el punto de vista del aparato denotativo, no existen importantes problemas para definir la historia, la cual incluso, está indicada por una duración cronológica precisa: “una semanas”. Los espacios, sin estar descritos, se hallan indicados con elementos claros y rápidamente nos imaginamos o ubicamos en el sitio (la casa) donde se desenvuelven las acciones. Pero, si abordamos la lectura, como corresponde a un buen lector, es decir, desde el sistema connotativo de significaciones, una lectura entre líneas, no podemos menos que salirnos de los límites de dormitorio-cocina-comedor-baño y ser cómplices, junto con el narrador, en su misión de testigo omnisciente. En ese andar, en la obligación de elevarnos del escenario pequeño y restringido, donde la enfermedad por desconocida corroe el espíritu familiar (tengamos en cuenta esta expresión: por desconocida, corroe), es factible detectar ciertos indicios que dan cuenta de una realidad más amplia, contenedora, que va más allá de la intimidad del dolor intrafamiliar, pero, que a la vez, torna ese dolor en un dolor universal.

Dos datos claros, menciones de nombres de lugares de la ciudad, que sin importar si son ciertos, nos permiten ubicar el contexto geográfico: Buenos Aires. Otros, que connotan el tiempo histórico: la Copa, los goles, las sirenas, los tiros y algunas expresiones tales como: “ya sabés cómo es esto”, quitan toda posible duda. El contexto de la tragedia familiar se despliega en el año 1978.

Una materialidad que abarca a hombres y mujeres; algún tipo de horror frente a tales descubrimientos que se entremezcla con el terror y la fragilidad del estado de Mecha. Es imposible no manifestar los efectos que provocan en el lector el hallazgo de ciertas referencias, que venían siendo escondidas en la primera e ingenua lectura.

Gracias a la condición dialógica del texto, a su intensa comunicación interna, y a la capacidad de instaurar interrelaciones anteriores y ulteriores, se revelan con claridad los mencionados indicios. Éstos funcionan como indicios en la trama textual, pero, al ser develados mutan en herramientas de exploración de la verdad; es así como nos sorprendemos intentando interpretar el cuento según los indicios. Ya se han convertido en ejes de sentido. Según avanza la lectura, estos focos adquirirán mayor valor cognitivo y aportarán no sólo datos escuetos y puramente informativos, sino que transmitirán un cúmulo de sensaciones guardadas en los rincones del texto y despertadas en el lector por la intensidad de la escritura, sin desmerecer, por cierto, las distintas reacciones que podrían manifestar los lectores conocedores de la época de represión subversiva en nuestro país y los que la ignoran.

Un paralelismo queda al descubierto: el desquicio interno por la impotencia frente al “sueño” de Mecha, el que incluso parece, por

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