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Si somos pastusos - La beata y el diablo

dianaa_nbTarea1 de Septiembre de 2025

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Si somos pastusos - La beata y el diablo

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La fiesta, la música y el baile, constituyen parte afirmante de nuestro pueblo, pero también aquel personaje siniestro y singular que advierte amenazante, seduce y se divierte en base a nuestra condición humana. La señorita rezandera y moguigata, el niño con su mirada ágil y traviesa, todos ellos despiertan el susto y el sabor de nuestra leyenda. Historia tomada de libro Tradición Oral del Cantón Tulcán, de Patricio Ortiz y Luis Vázquez.

Informante, Marcia Enríquez. En versión libre para radio de Víctor Hugo Melo, presentamos, La Deata y el Diablo. Donde hay guaguas, no hay diablos, cierto es eso, pero la piedacita, nunca lo logró comprobar.

Piedacita, vamos al bautizo del sobrino, vea, va a estar bueno, el baile, la comidita, apure, se cambia de ropita, se pone a la ajita y nos vamos, apurese piedacita, ánimese no sea aburrida. Dios mío, que es pues tío, usted ya me conoce, el baile es cosa del diablo, y usted a venirme con esas proposiciones, usted ya conoce mi religión, a mí dígame cosas de Dios, no bailes, bailes, eso se hizo para el diablo, virgen santísima, que es pues. Piedad era una joven que solo andaba con catecismos, con los libros rezando y no le gustaban las fiestas o los bailes, solo enseñar el catecismo, mas al quedarse sola en la casa, empezó a reflexionar.

Baile, baile, ay pero, si es el bautizo de mi sobrino, no va a pasar nada si estoy sentada viendo la fiesta, desde un cuchito, yo creo que no haría daño a nadie, ay, póyme pues. Se alistó rápidamente, tomó sus libros y enderezó sus pasos camino a la casa donde era la fiesta. En el trayecto se le cruzó un hombre, señorita, señorita, no vaya al baile, y usted quién es que me viene a prohibir, yo me voy, verás señorita, yo le digo que no vaya al baile, ¿por qué va? ¿Y a usted señor qué le importa, a su mamá todavía? El hombre venía en un caballo negro, tenía puesto un poncho colorado, al igual que llegó, se fue, mas cuando Piedad iba a entrar al baile, el hombre nuevamente aparece con la misma advertencia, señorita, señorita, yo le dije que no vaya al baile, yo le dije que no vaya, ¿no dice que usted es beata? Pero si yo no voy a bailar, yo voy a estar mirando nomás el bautizo de mi sobrino.

Bueno entonces, que le vaya bien, muy bien. A pesar de las advertencias, Piedasita llegó al baile, para todos fue una sorpresa su presencia, y bueno, llegó la comidita que no podía faltar, pasó el tiempo, y ya caída la noche, la piedad estaba entrada en la fiesta, alegre, sentada mostrando las rodillas, señorita, tenga la fineza de salir a bailar conmigo, el hombre que invitaba a bailar a piedad, apareció de un cucho, así nomás, como había harta gente, nadie supo de dónde venía, era un joven al ajo, dientes de oro, bien puesto, y con puncho colorado. Por favor, señorita piedad, baile conmigo, venga, vamos.

En un dos por tres, salió a bailar con el invitado. ¡Que viva la señorita Piedasita que ha venido a la fiesta! La fiesta prosiguió, la Piedasita bailó, bailó y también tomó, y el invitado golpeando las manos, hacía que la Piedasita y toda la gente cantara. Jota, jota, jota, que ya no más sepa, jota, jota, jota, que ya no más se viva, jota, jota, jota.

El único que le ponía atención al invitado, era un niño que no le despegaba el ojo, porque donde hay guaguas, hasta al mismo diablo lo sacan de donde está. Vea, papi, ese hombre como baila de lindo. Sí, ¿qué pasa? Pero está medio raro, medio miedoso.

Tranquilo, mijo, déjelo que baile, nada malo está haciendo, lo único que hace es bailar con la Piedasita. La Piedasita bailó muy alegre y tomó aguardiente, olvidándose de todo. Cuando ya estuvo chumadita, decidió irse como vino, solitica.

Y de regreso por el camino vuelta a casa, otra vez se le aparece el jinete de poncho colorado. ¿Cómo le fue señorita en el baile? ¿Cómo le fue señorita? Oh, muy bien, bien me atendieron, bien, bien, bien. Le fue muy bien por lo que veo, le fue muy bien.

Sí, me atendieron bien. Ahora sí me toca a mí. El diablo agarró a Piedad de los Penos, la subió a su caballo y Piedad se perdió para siempre.

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