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Enviado por   •  24 de Abril de 2014  •  7.007 Palabras (29 Páginas)  •  228 Visitas

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Las escuelas multigrado frente a la diversidad cultural, étnica

y lingüística. Horizontes de posibilidad desde la educación intercultural

Ana Laura Gallardo Gutiérrez

Presentación

Las escuelas multigrado son aquellas donde los docentes atienden a alumnos de diversos grados en el aula que les corresponde. Durante muchos años estas escuelas fueron consideradas un proyecto irregular y temporal; sin embargo, hoy es ampliamente reconocido que tienen ventajas sobre las escuelas de organización completa (Fierro, 1994), cuando los docentes asumen la heterogeneidad, esto es la diversidad de sus estudiantes, desarrollando la capacidad de cooperación y colaboración entre los propios maestros con sus alumnos y entre estos últimos. Ahora bien, para el caso de México estas escuelas surgen de la necesidad de atender a los niños y niñas que viven en comunidades pequeñas y aisladas a lo largo del país, casi todas en zonas rurales y de las cuales una gran parte se ubica en comunidades indígenas. Así, cuando se dice que los docentes asumen la diversidad de sus alumnos no sólo nos referiremos a la diversidad en el sentido de la edad o los conocimientos. Cuando el docente de multigrado asume la diversidad de sus alumnos, para el caso de México, hay que reconocer que tiene en sus manos la posibilidad y el reto de tomar una decisión frente a la diversidad étnica, cultural y lingüística que caracteriza sus aulas, que caracteriza, finalmente, a la nación mexicana.

De esta manera cabe la pregunta por la importancia de ir construyendo herramientas conceptuales y metodológicas que nos permitan ir configurando sustentos que mejoren la calidad de la educación que ofrecen este tipo de establecimientos educativos.

Pues bien, para poder dar un panorama de la importancia de la diversidad cultural, étnica y lingüística para estas escuelas, en este trabajo se traza un breve panorama del concepto de interculturalidad como proyecto social amplio para después problematizar el campo de la educación intercultural y buscar en él más que recetas de solución, preguntas y posibles respuestas que ayuden a clarificar el reto de la escuela multigrado de cara a la interculturalidad retomando dos ámbitos de concreción: el curriculum y los procesos de enseñanza y aprendizaje, que si bien entiendo, es una de las tareas que les convoca a todos ustedes en esta Reunión Nacional.

Es necesario señalar que la reflexión que aquí presento forma parte del trabajo académico y colegiado de la Coordinación General y en ese sentido espero responda a las expectativas planteadas por ustedes y contribuya un poco en la revisión de esta propuesta educativa multigrado.

La interculturalidad como proyecto social amplio

En este siglo que comienza, la configuración del mundo ha cambiado radicalmente; las dos grandes utopías, capitalismo y socialismo, que perfilaban el progreso de la humanidad se han agotado y emerge, con gran fuerza, la globalización que ha puesto en contacto a los diferentes pueblos, fenómeno que ha impactado nuestras relaciones en lo económico, en lo político, en lo social, en lo educativo, en lo cultural y en lo ético. Estas utopías absolutistas e integracionistas se encuentran en crisis; sin ahondar en las causas que la originan, podríamos decir que el mundo se encuentra en un momento de dislocación y transformación en todos sus planos y niveles (Laclau, 1993).

Así, la figura del mundo de la modernidad que ha estructurado los distintos sistemas sociales en occidente muestra sus límites en términos de responder a los grandes problemas que aquejan a la humanidad: la pobreza estructural, la crisis ambiental, la guerra, etc. Y al mismo tiempo, la celeridad con que ocurren los cambios en todos los planos y niveles de lo social y lo inédito de sus emergencias tensan y comienzan a erosionar el horizonte de la modernidad.

Es en esta crisis estructural (de Alba, 2002) en esta flotación de distintos discursos que se intenta dar orden y sentido desde distintos proyectos sociales amplios que permitan formas de desarrollo incluyente para la humanidad y ello implica entre otras cosas el repensar justo los pilares que sostienen a la modernidad: la verdad científica, la razón, el progreso y el sujeto como individuo sin fisuras y racional. De ahí que empezamos a reconocer que no hay verdades únicas y universales, como tampoco culturas, formas de pensar o ver el mundo de manera única y homogénea.

Toda esta crisis está abriendo paso a lo que podríamos llamar “el florecimiento de la diversidad”, al reconocimiento, valoración y aprecio por la diferencia, por el otro. En este marco, emergen proyectos alternativos que irrumpen como propuestas inéditas y creativas, por ejemplo, el establecimiento de redes de organizaciones de la sociedad civil, que perfilan una nueva solidaridad a escala local y mundial y el apoyo a procesos autogestivos en torno a proyectos específicos desde la perspectiva de la diversidad y la interculturalidad.

La interculturalidad en este contexto, surge como expresión articuladora del reconocimiento de la diversidad cultural, étnica y lingüística, con los procesos históricos de cada región del mundo. Para Europa, por ejemplo, la migración de extranjeros ha sido el detonador social para este reconocimiento; en el caso de América Latina, esta articulación está basada en la lucha que han sostenido los pueblos originarios frente a los distintos procesos de dominación que han padecido a partir de la colonización europea.

Así, la interculturalidad se entiende entonces como un proyecto social amplio, postura filosófica y funcionamiento cotidiano ante la vida; porque es una alternativa que permite repensar y reorganizar el orden social, porque insiste en la comunicación justa entre las culturas como figuras del mundo y porque recalca que lo decisivo está en dejar libres los espacios y tiempos para que dichas figuras puedan convertirse en mundos reales (Panikkar, 1995).

La interculturalidad implica el reconocimiento de nuestra identidad; ese elemental descentramiento para comprender y apreciar al otro , para percibirlo como sujeto que nos impacta desde su relación con la historia, el mundo y la verdad; y poder así hacernos cargo de su impacto (éticamente hablando) en el sentido de una invitación a entrar en el proceso de diálogo intercultural, como método para aprender a relativizar las tradiciones consolidadas como propias dentro de cada cultura y, ante todo, para poner en tensión, su conservación y transformación, para posibilitar el conocimiento de la cultura

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