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Sobre el porqué no presto libros


Enviado por   •  25 de Mayo de 2018  •  Informes  •  432 Palabras (2 Páginas)  •  132 Visitas

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SOBRE EL PORQUÉ NO PRESTO LIBROS…

Es constante este diálogo: “Oscar, ya pues, préstame un libro, te lo voy a cuidar”, y yo: “No, no presto mis libros”, y luego: “Pero ¿por qué?, si tienes un montón”, y yo: “No, así tenga solo dos, no presto libros”. Pero siempre el porqué. Bueno: una de las causas por las cuales no presto libros, es, curiosamente, el haber prestado los libros de Roald Dahl.

Soy sincero: no soy de los lectores que una vez que descubren un autor bravazo se pegan con él y se leen casi toda su obra; yo no suelo hacer eso. Pero hay excepciones que no se buscan, y hechos que sin saber cómo se dan: y con los libros de Roald Dahl fue así: me he leído gran parte de sus novelas infantiles y juveniles que han sido traducidas al castellano, y varios de sus textos sueltos, como cuentos de terror, para lectores mayores, entre otros. Me gusta su forma de escribir, sus inicios sarcásticos y el humor negro que utiliza, la sutileza con la que bromea, así como las brillantes tramas de sus libros, qué más. Un clásico contemporáneo que obligadamente debemos leer, un nuevo Grimm o Perrault, un autor genial, deslumbrante. Quien no se ha divertido con la brillante lucidez de “Matilda” (a quien envidio por haber leído a los diez años libros que recién leí en la universidad), o esperado ansioso el billete dorado de Willy Wonka, o surcado un viaje infinito en este gigante melocotón lleno de insectos alucinantes. Un genio. Punto.

Y fue cuando lo descubrí, hace ya más de diez años, que todo sucedió: me emocioné tanto con este autor que, una vez conseguidos y leídos sus libros, los prestaba a otras personas con la intención de que disfruten de la misma forma que yo lo hice de esas bellezas… ¡Craso error! No regresó “Las brujas” y “El súper zorro” me lo devolvieron rayado (y detesto los libros rayados), pero de “Los cretinos” lo más terrible: le faltaron hojas, salvajismo puro… Ser inexperto a los dieciocho, descubriendo la más grande regla de todas: “Quien presta un libro es un tonto”, y yo lo fui, varias veces, pero nunca más.

Ahora presto algunos títulos, pero son casos de amigos cercanos (conozco sus casas, sus familias, lugares donde trabajan, horarios en que salen de casa, seres queridos, etc.), y la confianza en ello. Y aunque ahora sigo coleccionando las obras del maestro (y sí, tengo dos ediciones de Charlie), y así me llamen mil veces egoísta, no las presto, ni presto así nomás mis libros.

Sirva esta pequeña explicación.

Salud!

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