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Un Marido Para Mama

gassebas12345625 de Agosto de 2014

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Un Marido Para Mamá

Sinopsis

Manuel Arce apenas tenía trece años, pero sabía exactamente lo que le quería regalar a su madre el día de su cumpleaños: ¡un hombre!

Así que una mañana acudió a una agencia matrimonial de Buenos Aires, con sólo veinte dólares en el bolsillo, y exigió al mejor candidato disponible.

A Sebastián Estevanez, un discreto actor, le bastó con solo saber el deseo de Manuel que comenzó a oír campanas de boda. Pero necesitaría mucho más que dulces palabras y besos para persuadir a esta testaruda mujer, Carina Zampini.

Capítulo 1

PROF: La clase ha terminado (anunció la profesora). Les deseo unas lindas y felices vacaciones primaverales. ¿Manuel Arce? Me gustaría hablar contigo antes de que te marches.

Por el tono de su voz, Manuel pudo adivinar que la profesora no estaba contenta. El resto de los alumnos de octavo grado desfilaron hacia la puerta del salón de clases no sin antes lanzarle rápidas miradas burlonas a Manuel. A menudo algunos estudiantes (más bien un pequeño grupo de tres estudiantes) trataban a Manuel con una mezcla de mofa, suspicacia y, ocasionalmente, abierto desagrado por ser el hijo de una famosa actriz de Argentina.

Después de amontonar sus libros sobre su pupitre, Manuel se aproximó a la señora Rogers.

M: Algún problema, señorita?

La profesora revolvió algunos papeles. «Está nerviosa, no es mal indicio», pensó Manuel. La profesora se ajustó las gafas sobre la nariz y le dirigió una mirada fría y directa a Manuel. Esa forma de mirar a menudo molestaba a la gente y tras observarlo fugazmente, ella apartó la vista.

PROF: Manuel se trata de tu proyecto para el trabajo experimental de ciencias.

M: ¿Sí?

PROF: Tendrás que admitir que tu proyecto es... poco ortodoxo.

No había nada de malo en ello. Manuel esperó, haciendo pesar su silencio.

M: Mm.

PROF: Me gustaría que eligieras otro tema (dijo al fin la señora Rogers penosamente).

M: No.

PROF: Comprendo por qué quieres trabajar en ese tema. Pero no es aceptable. ¿Es que no lo ves? (la profesora Rogers le preguntó a Manu con un tono suave y maternal).

Manuel adelantó la barbilla con gesto decidido. Ya tenía una madre que, por lo demás, nunca se dirigía a él en ese tono.

M: Es una manera lógica de resolver un problema que nadie más ha sido capaz de solucionar.

PROF: Pero Manuel, se trata de tu madre.

M: Ella no es lógica. No percibe el problema. Por lo tanto es improbable que intente solucionarlo. Estoy seguro de que este experimento será la solución.

PROF: Lo siento, Manuel, pero no puedo autorizarlo. Al menos, no sin el consentimiento de tu madre.

M: No (dijo apretando los puños). Si ella lo sabe se alteran los resultados.

La señora Rogers suspiró.

PROF: Lamento decirte que es mi última decisión. Sin el permiso de tu madre por escrito, tendrás que elegir otro proyecto. Incluso con su permiso, no estoy muy segura de poder aprobarlo. Es demasiado... demasiado... (se encogió de hombros, desolada). Manuel eres un chico inteligente. Y tu intención es noble. ¿Pero, no te das cuenta de que no es apropiado?

Otra vez utilizaba ese tono. Manuel apretó los labios y volvió a mirarla airado.

M: ¿Es su última palabra?

PROF: Me temo que sí. Tienes dos semanas de vacaciones para pensar en otro proyecto.

M: Y si me opongo?

PROF: Entonces tendré que hablar con tu madre.

M: Usted se da cuenta de que no me deja ninguna opción, ¿verdad?

PROF: Lo siento.

M: Yo también (murmuró). Ha sido un placer trabajar con usted, señora Rogers (dijo finalmente).

PROF: Para mí también, Manuel.

Manu volvió a su pupitre con la carpeta que le había entregado la profesora. Se quedó mirando la pila de libros, mientras su cerebro funcionaba con airada prisa. La señora Rogers no cambiaría de opinión y no podía arriesgarse a que su madre se enterara del experimento.

Dadas esas dos premisas se puso a buscar una solución. Le bastaron unos cuantos segundos para escoger una de las opciones más intrigantes. Una leve sonrisa jugueteó en sus labios. Era una opción muy delicada.., pero los posibles resultados bien valían el riesgo.

M: Gracias, señora Rogers. Ya encontraré una solución (dijo al tiempo que se ponía la mochila en los hombros).

PROF: Me alegro, Manuel (dijo la profesora con una gran sonrisa de alivio). ¿No te llevas tus libros?

M: No me hacen falta.

Ella no pudo evitar reírse ante la seguridad de su tono. El ingenio del chico inquietaba a la mayoría de la gente, aunque él nunca había comprendido la razón.

PROF: Me imagino que no. Probablemente ya lo tienes todo memorizado.

M: La mayoría de las cosas (le expresó Manuel mientras se dirigía a la puerta, añadiendo). Adiós, señora Rogers.

Salió del aula con la mente muy ocupada en planificar lo que haría en los próximos dieciséis días para lograr lo que se había propuesto. Pero a él le gustaban los buenos desafíos.

Y sin lugar a dudas, encontrarle un marido a su mamá sería el desafío más grande de todos.

Capítulo 2

Experimento “Un Marido para Mamá”

Lista de Asuntos a Realizar

Objetivo Principal: Encontrar al hombre perfecto.

Tareas a realizar para lograr el objetivo principal:

1. Ver anuncios.

2. Revisar los horarios de mamá.

3. Conseguir contrato o acuerdo para prestación de servicios.

4. Preparar una lista de experimentos «amorosos»

Manu se detuvo frente a un edificio de dos pisos pintado de un brillante tono amarillo con un gran letrero que decía “Agencia Matrimonial La Rosa Amarilla”.

Manu pensó al ver el letrero “Rosa Amarilla, qué cursi! Pero a mamá le encantaría”».

Manu al contemplar la valla de tablas de colores blanco y amarillo con un buzón muy femenino, cubierto de rosas pintadas, Manuel sintió que detestaba aquel lugar. El aspecto del edificio lo hacía sentirse aún más desplazado que cuando entró por primera vez en la clase de octavo grado y todos lo miraron como si fuera un bicho raro.

Con un hondo respiro abrió la puerta de la entrada del edificio, cruzó la recepción y empujó la puerta principal de la oficina que ocupaba la Agencia Matrimonial. Para su sorpresa aquello no parecía una oficina sino un verdadero hogar. En medio del vestíbulo de la oficina había una mesa con un inmenso arreglo floral de Rosas color amarillas cuyo intenso perfume le hizo arrugar la nariz.

Después de mirar a su alrededor descubrió una habitación en la que había un escritorio con una placa donde se leía «Recepcionista».

Una anciana se encontraba detrás de la mesa, ocupada con la impresora de un ordenador. Cerca de ella cuchicheaban un hombre con una cámara fotográfica y una mujer con un cuaderno de notas en la mano.

Manuel apretó las mandíbulas. Acto seguido sacó del bolsillo un puñado de billetes y monedas que puso con gesto decidido sobre el cristal que cubría el escritorio. Eran un total de veinte dólares con ochenta y cuatro centavos. Los ahorros de toda su vida.

M: Quiero comprar todas las citas posibles con este dinero (anunció en voz alta).

El hombre y la mujer dejaron de cuchichear y observaron a Manu con súbito interés.

La recepcionista se apartó del ordenador y se acercó al joven.

Recep: ¿No serás muy joven para estas cosas, hijito? (le preguntó la señora con una ceja arqueada y sus azules ojos clavados en los de Manuel).

Manuel se metió la mano al bolsillo y sacó un anuncio cuidadosamente doblado.

M: Es para mi mamá. Ella necesita una pareja y yo quiero lo mejor que tengan (Manuel le informó aún con las mejillas rojizas). Me gustaría esta oferta especial “Fiesta de San Antonio” (agregó al tiempo que le enseñaba el anuncio).

Recep: ¿Sabe tu madre que estás aquí?

M: No. Es un regalo de cumpleaños. Y quiero darle una sorpresa (explicó con el ceño fruncido).

Recep: No dudo que será una sorpresa (replicó examinándolo con toda atención).

Manuel le sostuvo la mirada. Tras una larga pausa, por fin la expresión de la anciana se relajó en una amplia sonrisa de satisfacción lo que calmó a Manuel.

M: ¿Y bien?

Le preguntó Manuel impasible al tiempo que un flash le iluminaba la cara.

La anciana caminó por el pasillo que conducía al interior de la Agencia Matrimonial.

Recep: ¿Sebastián? Necesito que me ayudes (la anciana mujer lo llamó).

Un minuto más tarde se abría una puerta y un hombre alto y fornido con piel bronceada por el sol entraba en la habitación.

S: ¿Abuela, qué sucede? (preguntó Sebastián con una voz que retumbaba como una tormenta lejana).

Recep: El es mi nieto (le explicó la señora en voz baja a Manuel). Él se encargará de ti y de tu mamá.

M: Sí (dijo Manuel que tuvo que hacer un enorme esfuerzo para evitar salir huyendo de la agencia y de aquel hombre que ya reconocía como el actor que participaba

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