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Cartas A Mama


Enviado por   •  22 de Octubre de 2011  •  4.589 Palabras (19 Páginas)  •  554 Visitas

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“El reino de este mundo”

Alejo Carpentier

LAS CABEZAS DE CERA

La novela comienza hablándonos sobre Ti Noel, un esclavo negro, y su amo Monsieur Lenormand de Mezy, obviamente blanco.

El esclavo tenía pericia en entrenar potros y era por esto que su señor lo apreciaba. En su caminata por el pueblo de Cabo Francés, se detuvieron en una barbería, la cual tenía cuatro cabezas de cera en su vitrina adornadas con pelucas. Ti Noel fijó su atención en éstas, admirándolas por un rato, pero lo que le pareció aún mas interesante y gracioso fue que la carnicería colindante exhibiera cabezas de terneros desolladas. Esto lo llevó a imaginarse las cabezas de cera preparadas para un banquete, es decir, servidas como comida; arregladas y sazonadas para la ocasión.

Fue en ese momento cuando divisó en un local más allá de la carnicería otras cabezas colgadas. Eran estampas europeas, con reyes grabados en ellas, todos blancos y todos majestuosos. Pero lo que verdaderamente le gustó fue un grabado de cobre que estaba al final, éste representaba un hombre blanco siendo recibido por gente negra en medio de una selva. Luego de preguntarle al encargado, éste le explicó que era un rey del país de los esclavos. Al recibir esta información, Ti Noel recordó a un amigo de la hacienda de su amo, llamado Mackandal, quien era otro esclavo y conocía muchos cuentos e historias que a Ti Noel le hacían vincularse con su raza. Entonces, hizo un paralelo entre los nobles blancos y los nobles negros. Él afirmaba que los de su raza eran mucho más sagaces y tozudos -y a la vez valientes- que los caucásicos. En eso, su amo compró una cabeza de ternero, se lo pasó a su esclavo y él, resignadamente la llevó en sus brazos arriba de su caballo, recordando aún a su amigo de la hacienda.

Este breve capítulo tiene como escenario la hacienda, mas específicamente el lugar donde estaba el molino, que era arrastrado por el más viejo de los corceles del amo. Ti Noel estaba junto a Mackandal, escuchando un relato de éste, quien describía comparativamente a Cabo Francés con las ciudades de Guinea. De pronto, el viejo caballo cayó fatigado sobre sus patas delanteras, haciendo que el trapiche atrapara un brazo de Mackandal y escuchándose un grito desgarrador. El amo, al llegar, mandó a buscar el machete para proceder a la amputación.

Luego de que le fuera amputado su brazo, Mackandal fue destinado a hacer trabajos menores. Por la falta de ocupación, él se dedicó a admirar plantas de todo tipo, semillas, hasta hongos. Todo esto lo metía a una bolsita de cuero y lo llevaba donde una vieja que vivía en el valle: Mamán Loi. Con ella, Mackandal charlaba sobre los hongos y semillas e incluso sobre mezclas entre humanos y animales y supuestas licantropías. Ti Noel concurría a veces a estas reuniones, y se impresionaba por lo extraño del lugar y por la vieja, que no se quemaba al meter las manos al aceite hirviendo.

Cierto día, a Mackandal se le ocurrió la idea de hacer probar a un perro del amo un hongo que recientemente había analizado, y que por desgracia fallecería al momento. Al día siguiente el amo lo llamó y éste se dio cuenta de que se había escapado por miedo a represiones. El amo no lo mandó a buscar, declarando que un manco no era peligroso para nadie.

Ti Noel se sentía muy apenado con la desaparición de Mackandal, ya que su partida significaba también la partida de todo ese mundo maravilloso que relataba. Ti Noel se aburría de la vida monótona que llevaba y lloraba mucho en las noches, hasta que un día se encontró con la viejita del valle, quien tenía un recado de Mackandal. El esclavo siguiendo las indicaciones penetró dentro de una lúgubre cueva, llena de cosas extrañas y pociones que lo asombraban, y en el fondo divisó a su amigo. Ahí se dio cuenta de todo el trabajo que Mackandal había realizado desde la noche de su fuga, esparciendo recados a lo largo de la hacienda y en otros lugares también, y adquiriendo colaboradores para su obra. Ti Noel por fin entendió para que lo quería su amigo. Es así como un día, dos de las mejores vacas del amo fallecieron inusitadamente, dando éste una explicación absurda para ocultar la fechoría de haber envenenado al ganado.

Pero el veneno no sólo se difundió entre el ganado, ya que también arrasó con familias enteras, y mucha gente de toda la comarca. Los campos hedían a carroña y el veneno se expandía cada vez mas rápido.

Un día, cierto esclavo por miedo a ser dado de baja, habló y delató a Mackandal. Explicó que había sido investido con poderes del más allá y que

objetivo era crear un nuevo reino de negros libres, matando a todos los blancos para cumplirlo.

Luego de la delación, la muerte recobró su vida normal, ya que

Mackandal se había escondido por temor a que lo persiguieran. Durante varias semanas, soldados y gente de la comarca registraron los campos, sin encontrar nada, y se empezaron a apaciguar en la tarea de búsqueda. Varios meses pasarían sin señales del manco.

Los negros, sin embargo, sabían que Mackandal no se había escondido, sino que se ponía disfraces de animales para camuflarse y así vigilar las acciones. Ahora, sus poderes eran ilimitados, podía convertirse en lo que quisiera. Además, una negra parió un hijo con cara de jabalí, todo por obra suya. Algún día el manco daría la señal para la insurrección negra, y ese sería el día en que los blancos caerían de sus sitios. Pero incluso así, pasaron cuatro largos años de espera. Se supo entonces, que Mackandal habría vuelto nuevamente a su faceta de hombre, escondiéndose en su guarida.

En la hacienda estaban prestos a celebrar la Navidad, debido al matrimonio del amo con una viuda devota. Pero Ti Noel no estaría presente para esa fiesta, ya que escaparía hacia una hacienda vecina, donde solo entre gente de su raza celebrarían felices. En la mitad de la fiesta, Mackandal se apareció con su forma humana. Lo llaman Mackandal Hombre, El Manco, El Restituido, El Acontecido. Ti Noel lo veía por primera vez luego de sus metamorfosis. Luego se pondrían a cantar himnos de su raza, que exclamaban penas que les causaban los amos, los hombres blancos. La algarabía llegaría a tal extremo que los de la casa los escucharían, y como opresores blancos que eran, los aprehenderían. Incluyendo a Mackandal.

Se había juntado una muchedumbre en la Plaza Mayor para la ejecución de Mackandal. Semejante fiesta, semejante espectáculo, era algo insignificante e inútil para este ser ungido por grandes dioses. Estaba listo para ser ejecutado. Fue así entonces

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