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Volar Sobre El Pantano


Enviado por   •  5 de Junio de 2012  •  2.559 Palabras (11 Páginas)  •  750 Visitas

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Ley de advertencia

Lisbeth se detuvo en su relato.

Su historia no sólo me dolía, sino que me causaba una gama de sentimientos mezclados. Ira, celos, nerviosismo.

-Te dije que iba a ser penoso hablar de esto.

-No. Es decir, sí. En realidad estoy impactado.

Quiso aplastar un díptero que le había encajado su aguijón dándose una repentina palmada en el brazo, pero falló.

-¿Entramos a la casa? -preguntó poniéndose de pie y caminando sin esperar respuesta.

La seguí. Habíamos encontrado en ese enorme jardín, a la orilla de la playa, un paraíso de paz, ideal para jugar e intimar.

Cerré el cancel corredizo de aluminio y me acerqué a ella.

-Continúa, por favor.

-Pero antes explícame: ¿Qué traes entre manos?

-Sólo quiero conocer cómo superaste tu problema de embarazo no deseado.

-¿Por qué ahora? Es algo que acordamos no volver a mencionar.

Tenía razón y yo no podía ocultarle mucho tiempo la verdad.

-Acabo de recibir una carta de mi hermana.

-¿Alma?

Asentí...

Pero nosotros nos acabamos de mudar aquí. ¿Cómo te localizó?

-Escribió a la empresa en la Capital. De ahí me envían la correspondencia. Esta carta me ha exigido reflexiones que no puedo hacer solo, por eso te pedí que hablaras de eso...

-Zahid, me asusta tu actitud. ¿Qué te pasa? ¿Tiene algo que ver ella conmigo?

-En cierta forma. Lo que acabas de platicarme, por ejemplo, me ayuda para entenderla mejor. La carencia de afecto, la soledad que mata, el fango cenagoso que asfixia. Alma siempre fue el personaje testigo de las peores tragedias, nadie la tomaba en cuenta, nadie le preguntaba su opinión; si había algo serio que conversar, le ordenaban retirarse, fue subestimada por todos, tratada como un estorbo. En su rostro era posible detectar, a veces, una gran ternura, una gran, gran necesidad de amor... ¿Sabes? El haber recibido esta carta precisamente ahora es un desastre para mí.

Me senté a su lado y abrí el sobre muy despacio.

-Te la voy leer. Escúchala y dime si puedes ver entre líneas algo que tal vez yo, como hombre, no he captado.

-De acuerdo.

Desdoblé el papel azul y el mensaje de mi hermana se presentó ante mis ojos con su letra manuscrita. Alma tenía una caligrafía de rasgos finos y simétricos, pero en esta ocasión los trazos se veían temblorosos y en algunas líneas excesivamente suaves.

Comencé a leer sin poder evitar una sensación de pesadumbre.

Zahid:

Todos tenemos diferente umbral de dolor. Algunas personas con una simple infección estomacal se dan cuenta de que deben cambiar sus hábitos alimenticios, hacer ejercicio y procurar una vida más sana, un pequeño estímulo les es suficiente a ellos para llevarlos a la reflexión y al cambio... Otros, en contraste, hacen caso omiso a las advertencias suaves y requieren hallarse moribundos con una cirrosis aguda o con una angina de pecho para decir: "caray, ahora sí tengo que cuidarme... "Es cuestión de cómo se es... de cómo se reacciona...

Creo que tú eres de los que se mueven con un pequeño estímulo; de los que no esperan advertencias mayores. Yo, en cambio, soy de las que siempre suponen que las cosas mejorarán por sí solas... Ahora es demasiado tarde...

Interrumpí la lectura. La sangre se me había detenido en la cabeza. Era la tercera vez que leía las líneas y nuevamente comprobaba que algo malo le ocurría a Alma.

-Continúa, Zahid, ¿qué más dice?

Necesito verte. No puedo pensar en nadie más. El conocimiento de lo que hiciste por mí me ha mantenido viva los últimos meses, pero te confieso que en mis periodos de ofuscación el recuerdo se torna borroso y grotesco... Saber que tuviste el valor y el cariño para defenderme y que fuiste capaz de dar esa mitad de tu vista por mí me ha proporcionado la energía de saber que fui amada alguna vez. Sé que todas las mañanas al verte al espejo me recuerdas y yo, perdóname, me siento un poco mejor por eso...

Guardé silencio. Lisbeth ya no insistió en que siguiera. Había captado la gravedad del asunto... Después de unos segundos continué leyendo con volumen más bajo.

Tal vez no puedas ayudarme. Sé que darías tu vista completa por mí, si fuera necesario, pero no quiero ser una carga más. Ojalá que vengas... Aquí el tiempo transcurre muy lentamente. Podemos platicar como cuando estábamos en aquella habitación, tú en la cama después de haber perdido tu ojo izquierdo. Sólo que ahora soy yo la que estoy en cama y he perdido, igual que tú, algo irrecuperable. ¿Sabes? Hubiera querido no ser mujer, no ser tan débil, no haberme encerrado en mi angustia, no haber nacido...

Perdóname si te causo alguna preocupación innecesaria, pero tarde o temprano tenía que hablar. Tu dolor fue conocido por todos y eso te ayudó a curarte, el mío en cambio fue secreto y me ha ido matando lentamente con los años... Como ves, a veces todavía pienso con lucidez, pero sólo a veces...

Zahid. Si no puedes venir a verme, por favor, no le digas a nadie dónde estoy'.

Te quiere,

Alma

Hubo un silencio denso, gélido en la habitación.

-El sobre no tiene remitente -comenté desconcertado-; al reverso únicamente están escritas tres palabras: "Hospital San Juan"

Jugueteé con el pliego sin decir más. Había llegado a la conclusión de que sólo podía tratarse de un sanatorio de traumatología, pues ella decía haber perdido, como yo, algo irrecuperable... O, tal vez...

...

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