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Warme Kuyay


Enviado por   •  30 de Julio de 2014  •  2.355 Palabras (10 Páginas)  •  371 Visitas

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"WARMA KUYAY", cuento completo, Y SU FICHA DE LECTURA

“WARMA KUYAY”

(Amor de niño)

Noche de luna en la quebrada de Viseca.

Pobre palomita, por donde has venido, buscando la arena, por Dios, por los suelos.

-¡Justina! ¡Ay, Justina!

En un terso lago canta la gaviota, memorias me deja de gratos recuerdos.

-¡Justinay, te pareces a las torcazas de Sauciyok’!

-¡Déjame, niño, anda donde tus señoritas!

-¿Y el kutu? ¡Al Kutu le quieres, su cara de sapo te gusta!

-¡Déjame, niño Ernesto! Feo, pero soy buen laceador de vaquellas y hago temblar a los novillos de cada zurriago. Por eso Justina me quiere.

La cholita se rió, mirando al Kutu; sus ojos chispeantes como dos luceros.

-¡Ay Justinacha!

-¡Zonzo, niño zonzo! –habló Gregoria, la cocinera.

Caledonia, Pedrucha, Manuela, Anitacha… soltaron la risa, gritaron a carcajadas.

-¡Niño zonzo!

Se agarraron de las manos y empezaron a bailar en ronda, con la musiquita de Julio el charanguero. Se volteaban a ratos, para mirarme, y reían. Yo me quedé fuera del círculo, avergonzado, vencido para siempre.

Me fui hacia el molino viejo; el blanqueo de la pared parecía moverse, como las nubes que correteaban en las laderas de “Chawala”. Los eucaliptos de la huerta sonaban con ruido largo e intenso: sus sombras se tendían hasta el otro lado del río. Llegué al pie del molino, subí a la pared más alta y miré desde allí la cabeza del “Chawala”: el cerro, medio negro, recto, amenazaba caerse sobre los alfalfares de la hacienda. Daba miedo por las noches; los indios nunca lo miraban a esas horas y en las noches claras conversaban siempre dando la espalda al cerro.

-¡Si te cayeras de pecho, tayta “Chawala”, nos moriríamos todos!

Al medio delWitron Justina empezó otro canto:

Flor de mayo, flor de mayo,

flor de mayo, primavera,

por qué no te libertaste

de esa tu falsa prisionera.

Los cholos se habían parado en círculo y Justina cantaba al medio. En el patio inmenso, inmóviles sobre el empedrado, los indios se veían como estacas de tender cueros.

-Ese puntito negro que está al medio de Justina, y yo la quiero, mi corazón tiembla cuando ella se ríe, llora cuando sus ojos miran al Kutu. ¿Por qué, pues, me muero por ese puntito negro?

Los indios volvieron a zapatear en ronda. El charanguero daba vueltas alrededor del círculo, dando ánimo, gritando como porto enamorado. Una paca-pacaempezó a silbar desde un sauce que cabeceaba a la orilla del río; la voz del pájaro maldecido daba miedo. El charanguero corrió hasta el cerco del patio y lanzó pedradas al sauce; todos los cholos le siguieron. Al poco rato el pájaro voló y fue a posarse sobre los duraznales de la huerta; los cholos iban a perseguirle, pero don Froylán apareció en la puerta del Witron.

-¿Largo! ¡A dormir!

Los cholos se fueron en tropa hacia la tranca del corral; el Kutu se quedó solo en el patio.

-¡A ese le quiere!

Los indios de don Froylán se perdieron en la puerta del caserío de la hacienda y don Froylán entró al patio tras de ellos.

-¡Niño Ernesto! –llamó el Kutu.

Me bajé al suelo de un salto y corrí hacia él.

-Vamos, niño.

Subimos al callejón por el lavadero de metal que iba desmoronándose en un ángulo del Witrón; sobre el lavadero había un tubo inmenso de fierro y varias ruedas, enmohecidas, que fueron de las minas del padre de don Froylán.

Kutu no habó nada hasta llegar a la casa de arriba.

La hacienda era de don Froylán y de mi tío; y el resto de la gente fueron al escarbe de papas y dormían en la chacra, a dos leguas de la hacienda.

Subimos las gradas, sin mirarnos siquiera, entramos al corredor, y tendimos allí nuestras camas para dormir alumbrados por la luna. El Kutu se echó callado; estaba triste y molesto. Yo me senté al lado del cholo.

-¡Kutu! ¿Te ha despachado Justina?

-¡Don Froylán le ha abusado, niño Ernesto!

-¡Mentira, Kutu, mentira!

-¡Ayer no más le ha forzado; en la toma de agua, cuando fue a bañarse con los niños!

-¡Mentira, Kutullay, mentira!

Me abracé al cuello del cholo. Sentí miedo; mi corazón parecía rajarse, me golpeaba. Empecé a llorar, como si hubiera estado solo, abandonado en esa quebrada oscura.

-¡Déjate, niño! Yo, pues, soy “endio”, no puedo con el patrón. Otra vez, cuando seas “abogau”, vas a fregar a don Froylán.

Me levantó como a un becerro tierno y me echó sobre mi catre.

-¡Duérmete, niño! Ahora le voy a hablar a Justina para que te quiera. Te vas a dormir otro día con ella ¿quieres, niño? ¿Acaso? Justina tiene corazón para ti, pero eres muchacho todavía; tienes miedo porque eres niño.

Me arrodillé sobre la cama, miré al “Chawala” que parecía terrible y fúnebre en el silencio de la noche.

-¡Kutu, cuando sea grande voy a matar a don Froylán!

-¡Eso sí, niño Ernesto! ¡Eso sí,mak’tasu!

La voz gruesa del cholo sonó en el corredor como maullido del león que entraba hasta el caserío en busca de chanchos. Kutu se paró; estaba alegre, como si hubiera tumbado al puma ladrón.

-Mañana llega el patrón. Mejor esta noche vemos a Justina.

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