El ladrón de palabras, intento de profundidad
Erickj.inestrozaReseña27 de Abril de 2016
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El ladrón de palabras, intento de profundidad.
Erick Inestroza
El debut de los directores Brian Klugman y Lee Sternthal ha de suponer un sabor amargo para estos estadounidenses que, pretendiendo montar una historia compleja, fracasan en la superficie de sus pretensiones. The Words o El ladrón de palabras, es una película que no termina de llegar a ninguna de las direcciones que se propone.
La mayor debilidad de la película reside probablemente en el guión, que también firman los directores, pues resulta artificioso y grandilocuente. Se presentan tres historias contenidas una dentro de otra, que se alternan en la narración. De esta forma, se inicia con la secuencia de Cayton Hammond (Dennis Quaid), escritor que da lectura pública a su libro, el cual cuenta, a su vez, la historia de Rory Jensen (Bradley Cooper), aspirante a escritor, residente en New York. Este segundo relato sirve como eje central para los otros dos; Jensen, joven cuyo proyecto literario y de vida parecen fracasar se encuentra de pronto ante un libro que terminará plagiando y que lo llevará al éxito tan deseado.
The Words sugiere un interesante dilema que muchos, ante la desesperación del fracaso y la oportunidad que se le aparece al protagonista, se plantearían. El suplantar su talento por el de alguien más para poder lograr lo deseado, el éxito. Es probablemente por esta paradoja de querer lograrlo a pesar de todo que se puede perder el camino. Y aunque el dilema moral pueda parecer atrayente, la película no logra dominarlo por completo debido al desvarío y a la falta de ritmo. Se pierde en todos los caminos que quiere explorar, dejando una historia poco verosímil como para cuestionarse seriamente el conflicto mostrado.
El libro que lleva a la fama a Rory Jensen tiene un dueño, el “hombre viejo” (Jeremy Irons) como se le nombra en la narración en off quien, quien al encontrarse, frente a una librería, con el texto que escribió y que luego perdió, decide buscar al que lo ha robado para hacerle saber lo la historia de cómo se concibió la novela.
Planteadas las tres historias, los directores no llegan a profundizar en ellas, sino que se pierden en pretensiones de forma. Por otra parte esta forma carece también de verosimilitud debido a la mala elección del elenco. Resulta muy difícil figurarse a Bradley Cooper como escritor joven, luchando por ser publicado y luego enfrentándose a los remordimientos y el conflicto que genera la inesperada popularidad de su libro. Cooper y Jeremy Irons dan pobres actuaciones, probablemente porque no son actores que encajen en el papel que interpretan. Las tres mujeres que aparecen, Olivia Wilde, Zoe Zaldana y Nora Arnezeder, no hacen más que eso, aparecer, pues no añaden nada a la historia y tienen una función casi decorativa. Excepción a esto sea tal vez Ben Barnes, quien interpreta al hombre joven y, aunque goza de poco tiempo en pantalla realiza un trabajo medianamente bien.
Los personajes por lo tanto resultan poco creíbles, así como los relatos que, al unirse uno con otro no desarrollan el conflicto, y dejan un nudo narrativo con poca acción y con menos lo será el desenlace. La profundidad y la figura mítica del escritor que sufre para desarrollar una obra no se ve reflejada en la pantalla. El libro plagiado por Rory Jensen es, al parecer, una extraordinaria historia y de ahí su éxito, pero al ser relatada por el “viejo”, ésta no contiene momentos de intereses y, por el contrario resulta la más artificial de los tres relatos.
El ladrón de palabras sin duda alguna deja un mal sabor de boca, a los espectadores y también a los directores. La visión romántica de la literatura y la perseguida complejidad narrativa se ven mal logradas, no superan la superficie.
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