Ensayo: “Carta de Esculapio a su Hijo”

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INTRODUCCIÓN   A LA CIRUGÍA

Ensayo: “Carta de Esculapio a su Hijo”

        Asclepio, nombrado Esculapio por los romanos, es un personaje de mito griego, hijo en la mayoría de versiones del dios Apolo y la mortal Coronis, confiado tras su nacimiento al centauro Quirón, quien le instruyó en el arte de la medicina. Fue un alumno tan diestro que dominó la habilidad de la resurrección, enfadando así a Hades por robarle a aquellos destinados al inframundo; esto finalmente llevó a su deceso por el ataque de un rayo, sin embargo Esculapio con ello ascendió a los cielos como un dios, el de la medicina.

La carta de Esculapio se dirige a cada uno de sus hijos, tanto aquellos que le comparten sangre como aquellos que siguen su instrucción. Ella es una exaltación del deber del médico, la bendición que se le confiere al que cuida, protege y salvaguarda la vida; pero también la condena que uno acepta con la profesión.

“A toda hora del día o de la noche vendrán a turbar tu descanso, tus placeres, tu meditación; ya no tendrás horas que dedicar a tu familia, a la amistad o al estudio, ya no te pertenecerás.”

Porque es un hecho irremediable que ni la enfermedad ni la tragedia descansan, por lo tanto el médico siempre tiene una razón por la que continuar su labor. Aún habiéndose conformada la medicina en sistemas y estructurada la atención pública en horarios, el médico conserva la necesidad de dejar cuerpo y alma en su trabajo. Como estudiante comienzo a sentir esta amarga exigencia, pero comprendo que de algún modo habré de afrontarla.

“El malhechor tendrá tanto derecho a tu asistencia como el hombre honrado; prolongarás vidas nefastas…”

Una verdad frustrante, pero hay que recordar que la medicina no nos convierte en dioses. No tenemos ni tendremos nunca el poder de decisión sobre la vida, tan solo nos son prestadas las herramientas y conocimientos para cuidarla. A esta altura aún me encuentro lejos de experimentar por mí mismo la obligación de ayudar a alguien que yo crea no merece ayuda alguna,  quizá nunca me vea en esa situación; solo puedo esperar actuar conforme indican los principios médicos y nunca dejar que los sobrepasen los míos.

“No cuentes con agradecimiento; cuando el enfermo sana, la curación es debida a su robustez; si muere tú eres el que lo ha matado.”

Tal vez la parte más dura de este camino, encontrarte con que tu esfuerzo no encuentra recompensa, pero que tus fallos contribuyen a un resultado fatal. Habrá que recordarme en cada paso que esta es una verdad a medias, porque es cierto también que mi trabajo resultará en que algunas sonrisas no se vean pérdidas, y que mis fallos serán necesarios para mi crecimiento. Solo el tiempo verá si no lo olvido.

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