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CRITICA A LA PELICULA TENEMOS QUE HABLAR DE KEVIN


Enviado por   •  26 de Enero de 2014  •  372 Palabras (2 Páginas)  •  661 Visitas

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CRITICA A LA PELÍCULA “TENEMOS QUE HABLAR DE KEVIN”

Si la novela de Lionel Shriver desmitificaba la incondicionalidad del amor materno sin dar una respuesta definitiva a los orígenes de la maldad en el seno de una familia acomodada, la adaptación de

Lynne Ramsay despeja ambigüedades. Aquí no se debate si la madre ha educado mal a su hijo, sino cómo aprender a convivir con lo diabólico cuando mandan los lazos genéticos. Eva aparece como

una víctima que tiene que sobrellevar su culpa con dignidad, y esa mezcla de miedo, abatimiento y singularidad encuentran en el rostro demacrado de Tilda Swinton un cómplice perfecto. La película se plantea preguntas políticamente incorrectas (¿estamos obligados a querer a nuestros hijos? ¿cómo digerir el odio en la institución familiar?) sin temer responderlas. Ramsay amplía el campo de batalla transitado por su magnífica opera prima, Ratcatcher (1999), para orquestar una sinfonía del horror en la que los saltos en el tiempo, asociados por un rojo dominante y un espectacular diseño de sonido, describen la génesis de la matanza de Columbine en la desesperación de una madre que ha cultivado a su pesar la semilla del Diablo sabiendo que la vida acabaría pasándole factura.

En contra, por Manu Yáñez Murillo

Érase una vez una madre sometida al terror dictatorial de un retoño con ademanes de psicópata: una guerra psicológica y un vía crucis teñido (de rojo) por el sentimiento de culpa. No hacen falta muchas palabras más para resumir la trama de Tenemos que hablar de Kevin, adaptación de la novela de la norteamericana Lionel Shriver a cargo de la escocesa Lynne Ramsay. Planteada como un tren de la bruja circular, se distancia de la forma epistolar del original literario, pero no renuncia a sumergirnos en la subjetividad de la sufrida protagonista. Para ello, Ramsay se adhiere a las constantes del melodrama laberíntico y antilineal que puso de moda el

tándem Iñárritu-Arriaga, potenciando así la naturaleza sensorial y opresiva del relato, que se convierte en una celda asfixiante para el espectador. El deslavazado collage narrativo, una auténtica apisonadora dramática, impone la tragedia en todas sus formas y registros (del trauma íntimo al malestar social). Un planteamiento que termina provocando no solo la parálisis de la protagonista, sino también la estasis del relato.

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