Cultura Y Arte
noemiservin2 de Diciembre de 2014
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Una de las tareas más fecundas de la filosofía es, sin duda, precisar
la relación que existe entre los diversos fenómenos que caracterizan
la vida del espíritu, pues tal relación está lejos de ser un mero
accidente consecutivo a la instauración de dichos fenómenos. Pertenece,
más bien, a su íntima esencia, y nos da la medida de su fecundidad
y alcance. Si determinamos los vínculos que unen la cultura
y el arte, acrecentamos notablemente nuestro conocimento de
ambos. Pero el descubrimento de tales vínculos sólo es posible si
poseemos una noción bastante aquilatada de lo que significan radicalmente
arte y cultura. Mi exposición debe abarcar, pues, los puntos
siguientes: 1.—qué se entiende por cultura, 2.—origen y significación
de la crisis actual de la cultura, 3.—la experiencia artística
y la clarificación radical de los procesos culturales.
1. QUÉ ES LA CULTURA
El ser humano carece de los «instintos seguros» del animal y
está dotado de inteligencia; no responde de modo automático, unívoco
y seguro a cada estímulo por estar capacitado para dar diversas
respuestas y elegir entre ellas la más adecuada. Esta capacidad de
elección significa un distanciamiento respecto al entorno. Entre lo real
estimulante y el hombre apelado se constituye un campo de juego,
de intercambio de apelaciones y respuestas. Los estímulos tienen para
el ser humano el valor de «apelaciones» —invitaciones a dar una
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respuesta libre y reflexiva—, porque a través de tales estímulos el
ser humano capta realidades. Esta superación de la atenencia rígida a
los estímulos marca el salto del mundo animal al humano, y abre
el horizonte de la vida creadora cultural.
Por ser inteligente, el hombre capta realidades y relaciones entre
realidades, es decir: campos de interacción y juego; percibe el sentido
que se alumbra en éstos y se hace cargo de las realidades que
surgen como fruto de la interacción activa de dos o más entidades
que entran en juego; pone en forma, progresivamente, la capacidad
de entrar en juego él mismo con las realidades del entorno, vistas en
una u otra de sus vertientes, o bien en bloque, o ensambladas en
grupos. Este múltiple juego creador del hombre da lugar al diversificado
mundo de la «cultura». Para subsistir biológicamente y desarrollar
su personalidad de modo cabal, el hombre debe vivir
culturalmente, cofundar entidades que lo vinculen a lo real con una
unidad-de-integración, no de fusión.
Las entidades mediacionales que se instauran entre el hombre
y la realidad natural no son meros productos de una acción ejercida
unilateralmente por el hombre sobre la realidad. Son el fruto de un
encuentro, un encuentro con las realidades naturales circundantes y
con las entidades culturales que surgen del mismo. A diferencia de
la actividad artesanal, la actividad creadora es dialógica, no monológica.
Las realidades que surgen como fruto de esta actividad dialógica
no constituyen un mero objeto o cosa, algo opaco, ocluido en sí,
autosuficiente. Son realidades «inobjetivas» *, «espacios ludióos»,
campos de posibilidades de juego en el cual todo hombre puede inmergirse
de modo receptivo-activo, creador. Esta inmersión creadora
es fuente de iluminación del sentido de las realidades que en tales
espacios lúdicos entran en relación de encuentro, pues el juego es
fuente de luz y se desarrolla a la luz que él mismo alumbra 2.
1. Recuérdese el sentido que otorgan K. JASPERS y G. MARCEL a este
término («Das Ungegenstándliche», «l'inobjectif»).
2. El sentido o el sinsentido de una jugada de ajedrez o del tempo adoptado
en la interpretación de una obra musical tiene que alumbrarse en el desarrollo
mismo del juego. El buen ajedrecita calcula con velocidad de computadora
las jugadas que abre y las que obtura la jugada que proyecta realizar a fin
de prever si ésta conducirá o no a la meta del juego, que es dar jaque mate
al rey, es decir, provocar su asfixia lúdica. Asimismo, el intérprete avezado
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Toda realidad cultural ostenta una condición «envolvente» en
cuanto ofrece al hombre posibilidades de juego y de iluminación. El
conjunto de las entidades culturales se ofrece a todo hombre como
una especie de atmósfera que lo acoge, lo ilumina y lo impulsa a la
creatividad en muy diversos órdenes y planos. El ser humano es coartífice
de la cultura, y al mismo tiempo es nutrido espiritualmente
por ella. Se trata de una relación reversible que está en la base de
todo fenómeno cultural auténtico y que debe conocerse con la mayor
claridad en su interna articulación 3.
Si se desconoce esta articulación de la actividad dialógica entre
el hombre, lo real y la cultura, se tiende a destacar unilateralmente
el papel que juega uno u otro de entre ellos, abocando así a las posiciones
extremistas del subjetivismo y el objetivismo. Al conceder la
primacía a uno de los polos de los esquemas «interior-exterior»,
«autonomía-heteronomía», considerados como dilemas, no se adopta
la actitud relacional que exige el fenómeno de la cultura para ser entendida
rectamente. Frente a la «interioridad» —entendida aquí en
el sentido de reducto privado— de cada individuo y a la tendencia de
éste a pensar y valorar de modo subjetivo y arbitrario, debe afirmarse
que las realidades culturales muestran un carácter «exterior»
y «objetivo». Pero la apropiación de estos bienes culturales «objetivos
» y «exteriores» debe realizarse por vía de «interiorización», es
decir: de asunción lúdica de las posibilidades de juego que albergan.
Los procesos culturales —con su riqueza de matices y su diversidad
de modalidades— son vertebrados de ordinario por los esquemas
mentales «interior-exterior», «inmanencia-transcendencia», «subjetivoobjetivo
». Estos esquemas presentan graves riesgos cuando se aplican
a procesos dinámicos creadores, porque, en rigor, su uso sólo se
ritma cada parte de la obra en función de las demás y del conjunto, para lograr
una andadura coherente y llena de expresividad. El sentido de cada parte es
su ajuste perfecto a las exigencias del todo, visto de forma dinámica e interaccional.
Más amplias precisiones pueden verse en mi obra Estética de la
creatividad, Cátedra, Madrid 1977, págs. 23-159. Sobre las diversas formas de
inmersión humana en las realidades «envolventes» —una obra de arte, una
pieza de teatro, un paisaje...— Cf. O. cit., págs. 96 ss.
3. Sobre este tipo de relaciones y las características del llamado «pensamiento
circular», puede verse mi obra Cinco grandes tareas de la filosofía actual,
Gredos, Madrid 1977, págs. 53-110.
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ajusta al análisis de realidades cósicas y procesos causales de tipo
lineal, unidireccional.
Para obviar este peligro, hemos de conferir a tales esquemas el
sentido que adquieren en el plano de la actividad lúdica, creadora,
receptivo-activa. Jugar es crear formas de diverso orden bajo unas
determinadas normas. Se trata de un modo de participación receptivoactiva
en realidades que ofrecen posibilidades de juego. Al asumir
estas posibilidades y convertirlas en el impulso mismo de la acción
propia, lo distinto-distante-externo-extraño se convierte en íntimo, sin
dejar de ser distinto respecto al hombre. Con ello los esquemas antedichos
y sus semejantes ganan una peculiar movilidad; el guión que
separa sus términos deja de significar escisión y alejamiento para indicar
una cierta tensión o polaridad dentro de un campo de juego
común, que viene a ser campo de encuentro y de iluminación.
Con esta mente flexible es fácil dar alcance a las características
básicas de la cultura. La cultura constituye el conjunto de acontecimientos,
relaciones, instituciones, usos, estructuras y entidades no
puramente naturales que el hombre inserta en la naturaleza a través
del diálogo creador con el ámbito entero de lo real —al que pertenecen
las realizaciones culturales que van siendo creadas al hilo del
tiempo.
La cultura se funda al distanciarse el hombre de lo real con un
género de distancia-de-perspectiva que trueca la relación de inmediatez
en presencia. Para entender radicalmente el fenómeno cultural en
sus diversas vertientes, se requiere tener una visión articulada de la
lógica de la creatividad: cómo es posible participar en la realidad,
instaurar modos de presencia, arraigarse a través del distanciamiento,
convertir lo ditsante en íntimo, dominar al ser dominado, «captar al
ser captado» («engreiffen im ergriefenwerden», Fichte).
2. CRISIS DE LA CULTURA
a) Raíz de la crisis
La crisis actual de la cultura arranca de la escisión del hombre
respecto a lo real. El distanciamiento hombre-entorno
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