El Disfraz De La Cultura - Stefan Vs Kramer

El cine desde sus inicios perteneció a las grandes elites y se constituía como el espacio de unos pocos “privilegiados” que tenían los medios para acceder a él.

Con el tiempo este paradigma fue cambiando, y mucho tuvo que ver con la propia idea de progreso en las potencias mundiales, con el avance tecnológico (que permitió la masificación de las cámaras), y con la constatación de la fuerte herramienta comunicacional que de acuerdo a sus usos poseía el cine.

Y es que el cine como discurso puede llegar a ser una de las mayores fuerzas para influir en el pensamiento y la opinión pública (como bien lo supo Hitler y Goebbels en la Alemania nazi), y por lo tanto se puede configurar perfectamente como un discurso ideológico del poder y así preservar al propio sistema y claro, a los poderosos.

Es por esto mismo que las industrias culturales han hecho del cine un producto para lograr la reproducción de sus ideales, estos son los propios de la economía capitalista. Y por lo tanto, no es para extrañarse lo que esta pasando con el cine chileno, (o más bien con las películas del cine chileno que sí llegan a las carteleras de los cines tradicionales). Me refiero a que más que nunca por la globalización está ingresando a la índole cultural el modelo absolutista y homogeneizador en el cine, que trata de reeducar o re ideologizar a sus espectadores, en desmedro de lo local, lo propio, lo popular.

Es por esto que la película “Stefan vs Kramer” cobra tanta relevancia a la hora de hablar de esta perdida de lo popular y local, y más aún cuando se nos engaña y se nos vende como un producto completamente “chileno” y con imitaciones de personajes que creemos populares.

Stuart Hall toca este tema en “Notas sobre la deconstrucción de lo popular”, y nos dice que :

“lo esencial para la definición de la cultura popular son las relaciones que definen a la «cultura popular» en tensión continua (relación, influencia y antagonismo) con la cultura dominante (…) Su foco principal de atención es la relación entre cultura y cuestiones de hegemonía.” (Hall, pág. 6, 1984)

Y es que la cultura popular entendida como espiritualidad creada de manera espontanea y autentica, que refleja la vida cotidiana del pueblo, su manera de comprender el mundo, y que pasa de generación en generación apoyada en las tradiciones y costumbres, se define en esta pugna con la cultura dominante que impone verticalmente sus contenidos con el fin de conseguir sus propósitos, ¿Y cuál es el resultado? Una homogeneización masiva del “pueblo”, una cultura de masas.

“Las masas son siempre una abstracción de los deseos heterogéneos y de las perspectivas sociales en conflicto de los individuos que las componen. Las masas son una forma que le otorga coherencia a los públicos heterogéneos (…)” (Lynn, pág. 10)

En ese sentido la cultura

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