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Guion teatral hamlet


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2017  •  Trabajos  •  2.357 Palabras (10 Páginas)  •  2.109 Visitas

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GUION TEATRAL: ACTO III

Integrantes: Daniela Blanco (GERTRUDIS), Lucía Puma (HAMLET), Adriana Ramírez (POLONIO, RICARDO), Bárbara Unzueta (CLAUDIO, HORACIO), Valeria Vela (OFELIA, GUILLERMO).

ESCENA I

CLAUDIO, GERTRUDIS, RICARDO

(Galería del Palacio)

CLAUDIO: ¿Te fue posible averiguar la razón por la cual Hamlet está tan extraño últimamente?

RICARDO: Él mismo reconoce su raro comportamiento, sin embargo, no me quiso revelar el porqué de sus acciones.

GERTRUDIS: ¿Fuiste bien recibido?

RICARDO: Con mucha cortesía, pero se le notaba cierta incomodidad. No estaba muy interesado en hablar, pero siempre respondió con ímpetu.

GERTRUDIS: ¿Le invitó para alguna salida?

RICARDO: Sí, señora. Casualmente encontramos un grupo de cómicos por el camino. Le hice una propuesta y la aceptó con gusto. Ya están en la corte y tienen orden de representarle una pieza esta noche. Me ha encargado que les suplique a vuestras mercedes que por favor asistan a verla.

CLAUDIO: Con mucho gusto asistiremos.

ESCENA II

CLAUDIO, GERTRUDIS, OFELIA

CLAUDIO: Mi amada Gertrudis, lamento decirte que tú también tendrás que retirarte. El plan está diseñado para que Hamlet solo se encuentre con Ofelia. Polonio y yo nos esconderemos por donde podamos visualizarlos sin ser vistos: así podremos ver si realmente es el amor lo que perjudica al príncipe.

GERTRUDIS: Los obedeceré. (Dirigiéndose a Ofelia) ¡Querida Ofelia, espero que tu belleza sea la razón de la locura de Hamlet! Así, podríamos buscar una solución lo más pronto posible.

OFELIA: Yo, señora, también quisiera que fuese así.

ESCENA III

CLAUDIO, POLONIO

POLONIO: Ponte aquí, Ofelia. Creo que es mejor ya ocultarnos. Pretende que estás leyendo este libro (dándole un libro).

CLAUDIO: Lo oigo llegar. Hay que retirarnos.

ESCENA IV

HAMLET, OFELIA

(Hamlet dirá este monólogo creyéndose solo. Ofelia, en un extremo del teatro, lee.)

HAMLET: Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Qué es más noble para el alma: sufrir los golpes y las flechas de la injusta fortuna o tomar las armas contra un mar de adversidades y oponiéndose a ella, encontrar el fin? Morir, dormir… nada más; y con un sueño poder decir que acabamos con el sufrimiento del corazón y los mil choques que por naturaleza son herencia de la carne… Es un final piadosamente deseable. Morir, dormir, dormir… quizá soñar. Ahí está la dificultad. Ya que en ese sueño de muerte, los sueños que pueden venir cuando nos hayamos despojado de la confusión de esta vida mortal, nos hace frenar el impulso. Ahí está el respeto que hace de tan larga vida una calamidad. Pues quien soportaría los latigazos y los insultos del tiempo, la injusticia del opresor, el desprecio del orgulloso, el dolor penetrante de un amor despreciado, la tardanza de la ley, la insolencia del poder, y los insultos que el mérito paciente recibe del indigno cuando él mismo podría desquitarse de ellos con un puñal. Quejarse y sudar bajo una vida cansada, por el temor a algo después de la muerte – El país sin descubrir de cuya frontera ningún viajero vuelve – aturde la voluntad y nos hace soportar los males que sentimos en vez de volar a otros que desconocemos. La conciencia nos hace cobardes a todos. Y así el nativo color de la resolución enferma por el hechizo pálido del pensamiento y empresas de gran importancia y peso con lo que a esto se refiere, sus corrientes se desbordan y pierden el nombre de acción.

¡Oh! ¡Hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero que mis defectos no sean olvidados en tus oraciones.

OFELIA: ¿Cómo se ha sentido durante estos días, señor?

HAMLET: Bien. Muchas gracias.

OFELIA: Tengo algunos presentes suyos que he deseado regresarle desde hace mucho tiempo. Le pido que las tome.

HAMLET: No, yo nunca te di nada.

OFELIA: Bien sabe, señor, que le digo la verdad… Y con ellas, me dio palabras de tan suave aliento que aumentaron mucho su valor. Pero yendo al grano, tómelas, que un alma generosa considera como viles los más opulentos dones si llega a entibiarse el afecto de quien las dio. Mírelas.

(Presentándole algunas joyas. Hamlet rehúsa tomarlas.)

HAMLET: ¡Oh! ¡Oh! ¿Eres honesta?

OFELIA: Señor…

HAMLET: ¿Eres hermosa?

OFELIA: ¿Qué pretende decir con eso?

HAMLET: Que si eres honesta y hermosa, no deberías dejar que tu honestidad trate con tu belleza.

OFELIA: ¿Puede acaso la belleza tener mejor compañera que la honestidad?

HAMLET: Sin duda alguna. Yo te quería antes, Ofelia.

OFELIA: Así me lo daba a entender.

HAMLET: Y tú no me debiste haberme creído, porque la virtud no se ingiere perfectamente en nuestro ser… Yo no te he querido nunca.

OFELIA: Estuve muy engañada.

HAMLET: Mira, vete a un convento. ¿Por qué ser madre de hijos pecadores? Yo soy medianamente bueno, pero al pensar en las malas acciones que he cometido, sería mejor que mi madre no me hubiese parido. ¿Con qué fin los miserables como yo siguen siendo arrastrados entre el cielo y la tierra? Todos somos insignes malvados: no le creas a ninguno de nosotros. Vete, vete a un convento…

ESCENA V

OFELIA

¡Oh, que le habrá pasado a esa alma generosa! Y yo, la más desconsolada e infeliz de las mujeres, que gusté algún día la miel de sus promesas suaves, veo ahora aquel noble y sublime entendimiento desacordado; aquella incomparable presencia, aquel semblante de florida juventud, alterado con el frenesí. ¡Oh, cuánta, cuánta es mi desdicha de haber visto lo que vi, para ver ahora lo que veo!

ESCENA VI

CLAUDIO, POLONIO

CLAUDIO: ¿Amor? No es eso lo que causa su extraño comportamiento y aunque sé que algo no nos estamos percatando, no parece que padezca de locura alguna. Hay algo que lo tiene preocupado y fomenta su melancolía. Lo mejor será que salga prontamente para Inglaterra a pedir en mi nombre los atrasados tributos. Tal vez el viaje lo haga olvidar esos pensamientos que lo tienen preocupado. ¿Qué le parece?

POLONIO: Es lo mejor.

ESCENA VII

POLONIO, CLAUDIO

POLONIO: Haga lo que le parezca, señor. Sin embargo, creo que al terminar el espectáculo, la reina debería hablar a solas con él y le inste a manifestar sus penas. Si es que lo permite, yo me puedo esconder y oír toda la conversación. Si su madre no tiene éxito, envíelo a Inglaterra o destiérrelo a donde usted crea conveniente.

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