Luna De Avellaneda

Luna de Avellaneda es como un barco que naufragó a causa de los embates tormentosos del neoliberalismo y que, en el tiempo en que transcurre la película, quedaron muy pocas cosas de su época de esplendor.

Es un símbolo de otra etapa de nuestro país. El origen de los clubes de barrio se relaciona con el encuentro de los inmigrantes (españoles, italianos, paraguayos, etc.) en un espacio para añorar sus raíces, que, poco a poco, se va convirtiendo en el lugar donde las personas del barrio se divierten con sus vecinos. Asimismo constituye las experiencias de vida de los socios, que lo viven, lo trabajan, lo sueñan, lo defienden y lo luchan.

La nostalgia por el pasado y por los recuerdos es un elemento que recorre, de principio a fin, la narración. Las primeras escenas presentan el recuerdo asociado a la historia del protagonista −al ritmo del tango de Alberto Castillo y su orquesta−; casi sin diálogos, cuentan las costumbres de aquel entonces. Son los festejos de carnaval de un verano de 1959, se juega al palo enjabonado, hay un baile popular, una kermés, gente con máscaras de carnaval. Estas primeras imágenes servirán para contraponer luego el pasado y el presente, la solidaridad antaño y el individualismo del presente, la gran concurrencia y el desierto decadente del ahora, el objetivo social versus la meta exclusivamente materialista.

En la actualidad, la función solidaria, de contención y de inclusión social del club se representa en el personaje de Dalma. Es una niña que vive en una villa, mal alimentada, y que el único lugar donde puede soñar, bailar y ser niña es allí, en el club Luna de Avellaneda.

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