Luna De Avellaneda
evelyneinhorn27 de Abril de 2013
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Justificación de la elección del tema
En esta oportunidad, escogí la película argentina, dirigida por Juan José Campanella, Luna de Avellaneda, como disparador para abordar temáticas trabajadas en clase. Entre ellas: las distintas justificaciones morales de la ética que reconoce Javier Sádaba, las escuelas analíticas del mundo contemporáneo planteadas por el docente, los conceptos que postula Fukuyama en su libro Confianza: Las virtudes sociales y la capacidad de generar prosperidad y algunas bases de la Responsabilidad Social Empresarial.
La elección del largometraje se debe principalmente a mi deseo de aterrizar los conceptos trabajados en el curso. La realidad que plantea Luna de Avellaneda, aún siendo una ficción, me resulta cercana, posiblemente, por situarse en la Argentina en un contexto socioeconómico con muchas similitudes al que experimentamos en nuestro país en el año 2002. Quienes atravesamos esa crisis pudimos dar cuenta que las inestabilidades económicas estuvieron fuertemente emparejadas con transformaciones culturales y sociales en las que la ética jugó un rol por demás importante. Sucede con mucha frecuencia que ante los infortunios los agentes sociales se ven desestabilizados y allí traslucen sus auténticos comportamientos y valores éticos, muchas veces contradictorios.
Asimismo, puedo sospechar que la selección que realicé está cargada de mi pasión personal por lo que son los vínculos humanos y las historias particulares. Me resulta sumamente atractivo analizar cómo las personas re significan en su vida diaria los legados éticos que se les han inculcado. La película en cuestión pone en el tapete, entre otras cosas, el choque generacional, las distintas formas en que reaccionan las personas ante las adversidades, el rol de la confianza, y cómo sobrevive el capital social ante las motivaciones individuales en tiempos de cambio.
Vale la pena destacar que por momentos haré mención del caso de la Cooperativa “La Juanita”, que conocimos a través del documental De piquetero a emprendedor, ya que se trata de una experiencia que tomó forma en el mismo período que se desarrolla el filme Luna de Avellaneda y tiene el distintivo de tratarse de un fenómeno real que continúa vigente.
Desarrollo y análisis
“Luna de Avellaneda” es un emblemático club barrial de Buenos Aires que vivió un período de esplendor en el pasado y que en la actualidad de la película se encuentra sumergido en una crisis que pone en tela de juicio la continuidad de su existencia. La película narra precisamente la realidad argentina tras la crisis financiera del 2001; en términos de Francis Fukuyama, la economía “no puede ser divorciada de la cultura ”, no puede ser comprendida desvinculada de las costumbres, la moral y los hábitos de la sociedad en que transcurre. Es así que el manejo político y social de la ética y la confianza que este país arrastró durante años (un aparato estatal gigantesco, corrupción, inestabilidad política, etc.), desembocó inevitablemente en el caos.
“La necesidad de la intervención estatal dependerá, en gran medida, de la cultura en particular y de la estructura social de la sociedad que gobierna ”. Las sociedades latinoamericanas suelen ser lo que Fukuyama denomina “familísticas”. Esto significa que su unidad básica de organización la constituye la familia con ciertas dificultades para desenvolverse más allá de ella, por lo que el Estado tiende a intervenir con el afán de acortar esas brechas. La familia “es el instrumento primario por medio del cual el ser humano es socializado en su cultura y recibe las habilidades que le permiten vivir en una sociedad más amplia ”. Esta película refleja un momento en que la confianza en el núcleo familiar se está desvaneciendo y a su vez el Estado no puede compensar las carencias en capital social ni rectificar el déficit de capital humano.
El club de barrio es una institución muy particular, es un “espacio transicional entre la familia y la sociedad más amplia ”. En su mayoría fueron fundados hace no menos de 50 años y continúan siendo dirigidos por sus viejos fundadores, frecuentemente inmigrantes italianos o españoles que trasladaron de su cultura primaria estas pequeñas comunidades. Los clubes eran grandes agentes de socialización y proveedores de capital social. Metafóricamente, la pecera era el club, ¿qué pasa cuando se rompe?
La primera escena del largometraje irradia un tiempo feliz. Los ritmos del tango, la iluminación, los colores que chillan y los juegos de kermesse son el puntapié para mostrarnos una época en la que la subjetividad se constituía en una familia, en un “barrio que ampliaba el espacio de la casa, que, como el vientre materno, preparaba de modo acogedor a los niños para salir al mundo ”. Todo sucedía en el club, a tal punto que el protagonista, Román, nace en plena fiesta de “Luna de Avellaneda”. Ante el nacimiento se despertaba la solidaridad mecánica de los miembros del club: a todos les concierne, ayudan a la madre, se emocionan, alegran y festejan.
Al compás de la milonga “Siga el baile, siga al baile” se desvanece la imagen festiva y aparece Román de adulto limpiando esa misma cancha, ahora vacía, solitaria, venida a menos. El club definitivamente no es lo que era en 1959. El presente es un gimnasio con goteras, un buffet sin pretensiones, cada vez menos socios y una enorme deuda con el municipio. Al parecer la única salida rentable es venderlo a costa de que se convierta en un casino, nada más alejado de los ideales y de los fines de sus fundadores. De hecho en el desarrollo de historia muere Don Aquiles, fundador del club, suceso simbólico: se muere el referente de una generación.
El club aparece como un actor en sí mismo. Éste es ambiguo, es un personaje que representa la realidad de hoy y la de ayer, las diferencias generacionales, dos éticas que coexisten ya que en definitiva todos somos hijos de nuestra época. La globalización, las nuevas tecnologías y las vacilaciones económicas son algunos de los fenómenos que han modificado la cotidianeidad de las personas; las actividades recreativas, por ejemplo, se han ido desplazando, en muchos casos, de la esfera pública a la privada, de lo grupal a lo individual, y eso repercute directamente en la vida del club.
El choque entre las distintas generaciones es una constante a lo largo de la película. Ilustraré a continuación dos claros ejemplos. En cierto momento del filme los socios intentan juntar dinero para saldar la deuda y reproducen, aprovechando la excusa del cumpleaños número 70 del club, la kermesse que hicieron hace 40 años. Pero la realidad se manifiesta, ya no es lo mismo, ahora lo que suena de fondo es la cumbia, Don Aquiles y Don Emilio no tienen cabida para su discurso, y los resultados en recaudación son pobres. Otra escena muy clara en ese sentido es la de la clase en la que los alumnos le faltan el respeto a Verónica (esposa de Román). Allí ella se frustra, pierde el juicio y le pega un cachetazo a un alumno, diciéndole: “¿te crees que no te puedo enseñar nada?”
En esta historia el club deportivo está íntimamente ligado a la historia personal del protagonista. Román Maldonado, nacido en la sede de “Luna de Avellaneda”, tiene integrado el club a su identidad, su relación afectiva con él es evidente. Esto queda manifiesto en la actitud y la defensa constante hacia éste; cree en el valor de “Luna de Avellaneda” y “las maneras en que pensamos las cosas nutrirán inexorablemente las acciones que emprendamos sobre ellas ”. Paralelamente a las vicisitudes de la institución, Román atraviesa sus propios problemas. Pareciera que a esta altura en lo único que confía es en el club en sí mismo; es así que cuando se separa de su mujer termina durmiendo allí, en su guarida.
Me detendré ahora en este personaje interpretado por Ricardo Darín, ya que me resulta un eje de análisis interesante. Existen ciertas “estrategias analíticas de las sociedades actuales cuyo mayor rendimiento explicativo, probablemente, surja de una equilibrada combinación de elementos ”. Uno puede dar cuenta, al atender al personaje de Román, que en el correr de la película éste va abordando su vida con tendencias diferentes. Mayormente en las primeras escenas podemos reconocer a un ser sumamente institucionalista, las reglas de juego parecen definitorias en la mente de Román. Esa faceta institucionalista la observamos en su primera reacción hacia Dalma: “este es un club con socios, no es un centro de beneficencia”. A su vez, cuando Alejandro (representante de la municipalidad y antiguo socio) propone venderle el club para que se construya un casino, Román apela al estatuto pero Alejandro lo corta: “El estatuto dice que el club se vende si los socios quieren que se venda”. También lo podemos notar cuando el joven Ismael quiere formar parte de la comisión directiva y Román le dice que primero debe ponerse al día con la cuota. Amadeo y Emilio, apelando a la emotividad, le dicen que cada minuto libre está en el club y que no todo es la cuota, pero Román continua firme: “la comisión directiva tiene que dar el ejemplo”. Con esta última frase podemos identificar una aproximación culturalista de Román, quien de cierta forma configura al club como un núcleo de familia. El culturalismo es reconocible a lo largo de toda la película.
Amadeo, gran amigo de Román, representa a todo nivel la justificación emotivista: en su relación con el club, con la bebida, con sus amigos y con su pareja. Un gran ejemplo de ello está en el detalle que tuvo de
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