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Pan Y Tulipanes


Enviado por   •  25 de Octubre de 2011  •  1.620 Palabras (7 Páginas)  •  586 Visitas

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La historia

Creo que la primera escena de la película es el programa temático que habrá de ofrecernos: recorriendo algunos lugares donde se dio el encuentro entre la cultura griega y la romana, el guía turístico hace una pequeña reflexión sobre la naturaleza ambivalente de Italia —y yo pienso que el tema es extensivo al Occidente—. Entre la inspiración griega y la eficacia romana; entre la ley romana y la estética griega: ahí está Italia, ahí está la civilización de Occidente; ahí estamos quizá nosotros mismos.

Pero el desarrollo no es teórico sino narrativo. Rosalba es la encarnación de la (aparente) ineficiencia. Es una “inadaptada”; una persona con dificultades, siempre pequeñas pero siempre presentes, para usar todo lo que la tecnología y la racionalidad ofrecen, empezando por el uso inteligente del inodoro en que se le cae uno de sus pendientes, incidente tonto, que sin embargo motiva el retraso por el que ella se separa del grupo de paseantes.

Rosalba, pues, sometida al absurdo de su ineficiencia, debe llamar a su esposo, pero éste es el polo opuesto: acaba de cambiar de número celular porque ha conseguido un nuevo aparato con una pila fantástica y unas servicios fantásticos. Como ella no puede llamar debe esperar a que la llamen, y así sucede: el esposo, que es la encarnación de la racionalidad eficientista exasperada, no puede ni quiere entender las “pequeñeces” que hacen tan torpe a su mujer.

La rebeldía de ella, al separarse del grupo, no es entonces un pretexto del guión, es el grito que nace de una vida nunca escuchada, nunca acogida; siempre tasada, calificada... y reprobada.

Rosalba emprende un camino sin dirección. O mejor: esta vez se deja guiar no por la cuadrícula de un paseo programado, aburrido y calculado. Esta vez se permite oír su corazón, y entonces suceden dos cosas: primero, que sus sueños adquieren relieve y color; segundo, que pronto entra en contacto con las vidas rotas, desgastadas, manoseadas que este mundo eficiente va dejando tiradas por el camino. Es impresionante, por ejemplo, el caso de aquella mujer que tiene una gran camioneta y mucho dinero, pero que mide las épocas y lugares con la frialdad de aquel comentario: “¡Oh, sí! Por aquella época fui a Copenhage para mi segundo aborto...”.

Ese camino de la inspiración y de la apuesta por los sueños lleva a nuestra protagonista a Venecia. Allí palpa una soledad extraña pero no devoradora. De algún modo es la soledad que le permite auscultar sus propias fuentes: su propia risa, su propia travesura (como tomar una foto de sí misma con un espejo), en fin, sus propios gustos.

El dinero se agota y un capítulo nuevo se abre: hay que sobrevivir en el mundo. Busca un trabajo y un hospedaje más permanente, pues ya se ha resuelto a vivir su experiencia de libertad y corazón abierto hasta el fondo.

El hospedaje lo logra en un antiguo edificio donde vive Fernando, camarero de un restaurante de mediana calidad adonde ella ha acudido varias veces. Fernando es otra cara del rostro final de la racionalidad eficientista: aprisionado por sus recuerdos y maltratado por sus adicciones (sobre todo, el juego), ahora sido es poco más que un desecho, una vida que carece de color y de horizonte. Su obsesión, su única salida es el suicidio, y a ese final se dispone estoica y fríamente.

De modo que Rosalba y Fernando son dos polos, no opuestos sino complementarios. Son dos náufragos del mundo de la lógica implacable; dos seres unidos por una sentencia: “inhábil para el mundo”.

En el mismo edificio hay otros que han naufragado. Grazia es una mujer todavía joven, “masajista holística”: una persona que quiere de algún modo brindar descanso y ofrecer un lenguaje de ternura que nadie sabe entender ni leer en su justa proporción. Sus clientes, casi todos hombres, no pueden tocar sin desear. Pertenecen al mismo mundo que el Sr. Baretta, el esposo de Rosalba: gente reprimida que luego explota en un desvarío de sexualidad atropellada e insensible. Saben de ardor pero no de calidez; conocen el furor de la pasión, no la fuerza de la amistad o de la comprensión. Nada de raro entonces en que Grazia y Rosalba se hagan amigas. Descubren que no es difícil compartir el lenguaje cuando ya se comparten tantos vacíos y tantas lágrimas reprimidas.

Mientras tanto, el Sr. Baretta ha quemado sus propios cartuchos. Fiel a su lógica, intenta básicamente recuperar el control de lo que se ha salido de su dominio. Está inhabilitado para entender que alguien escape de sus esquemas, así como no ha podido entender que a Rosalba se le rompan tantas cosas o le fallen tantos aparatos en las manos. Cuando ella decide quedarse en Venecia para unas “vacaciones”, él asume la situación como un problema, y lo resuelve: sus demandas de sexo quedan satisfechas

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