Recursos literarios de la pantalla grande

Recursos literarios de la pantalla grande

Desde el maravilloso descubrimiento de los Lumière, el hombre se ha enfocado en buscar formas de contar historias y utilizar tantos recursos como el lenguaje cinematográfico le permita para disponer de la mejor narrativa posible. Esto, en función de garantizar una mejor experiencia para el espectador y, asimismo, un mayor impacto en la sociedad, teniendo en cuenta el cine como una forma de expresión artística. Siendo, entre los más comunes, el uso de ciertos colores para simbolizar características implícitas, movimientos de cámara que atrapan la atención del espectador, cortes en el montaje que suscitan la tensión y el suspenso de una escena.

Pero, aparte de estas técnicas (con su respectiva función) que podrían parecer elementales para cualquier apasionado por la pantalla grande, existen algunas que cumplen un cometido más sutil e ingenioso.

Un ejemplo claro de esto es la ocultación visual; consiste en el uso del encuadre para llevar la atención a lo que es realmente importante y obviar los elementos prescindibles. De esta manera, el espectador le suma o resta importancia a lo que se espera. Quevedo, hace referencia a este concepto en su análisis a la cinematografía de Spielberg (2016):

“Por un lado, Spielberg utiliza la ocultación para generar expectación visual en el momento de presentación de los personajes, y por otro, hace uso de este recurso para presentar de forma indirecta determinadas reacciones de los mismos, incrementando su impacto visual y dramático tanto en situaciones de suspense y drama como en contextos de comedia” (p.35).

Estos movimientos son evidenciables en el largometraje “La Haine”, traducida como “El Odio”, segunda película de Mathieu Kassovitz (1995), ganador del premio a mejor director en el festival de Cannes. Es una película que se basa en una premisa narrada al inicio y al final. “Hasta ahora todo está bien”, es lo que se repite un hombre que está cayendo de una gran altura, ejemplificando la situación en la que se encuentran los protagonistas el día siguiente a una fuerte protesta. Todo está bien hasta que nos maten; “lo que importa no es la caída, es el aterrizaje”.

Por su composición audiovisual, puede ser catalogada dentro de la Nouvelle Vague, que es la nueva ola de cine independiente francés. García y Menéndez destacan que esta corriente se caracteriza por el uso de lugares naturales, libertad de la cámara, intimidad con los personajes y muchos cortes. Con el propósito de ofrecer un estilo de reportaje (2012).

No obstante, esta sensación de naturalidad se pierde en un punto de la historia, específicamente, cuando los protagonistas viajan a París. A partir de este punto, los planos dejan dejan de ser fluidos y dinámicos a ser más generales y estáticos. El director reveló

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