Tante Hilda

Como en la gran mayoría de las películas proyectadas a lo largo de la materia, "Tante Hilda!" no es más que otra animación con una temática compleja pero disfrazada con dibujos que, aunque ilusorios, nos cautivan y nos hacen creer, sobre todo a los más chicos, que personajes como Hilda y Dolores tienen vida, cuando en realidad son movimientos construidos de manera ficticia. Dicha ilusión, a su vez, permite al filme, de manera similar que "Ernest et Célestine", camuflarse entre las audiencias para entretener a los niños y concientizar a los adultos, o viceversa, sobre el mundo que los rodea.

La cinta nos introduce a Michaël Aldashin, un científico ruso loco, y su asistente, Julio Attilio, irónicamente el verdadero desequilibrado, quienes luego de años de investigación y experimentos logran cultivar una planta genéticamente modificada que sirve tanto de alimento como combustible para la raza humana. No obstante, Aldashin es cauteloso y aconseja a su compañero no revelar dicho descubrimiento a Dolores, la aún más lunática dueña de la empresa que los emplea, hasta asegurarse que la planta no sea un riesgo para los humanos. Attilio, impulsado por la sed de fama, se alía con Dolores y comienzan a vender la planta por todo el planeta, saciando la avaricia de la jefa, pero poniendo en peligro la vida de los humanos y destruyendo la naturaleza.

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Pero, a diferencia del mundo real, en el universo cinematográfico siempre existirá una Tía Hilda, el incorruptible héroe (heroína en este caso) que salva al mundo al final de la película, con contadas excepciones, por supuesto. Y es que "Tante Hilda!" sigue algunos de estos esquemas predeterminados. Véase el típico experimento con fines nobles que termina en las manos equivocadas, así como también la trillada fórmula de los hermanos/as (como Hilda y Dolores) enemistados por un evento del pasado y cuyo lazo familiar sale a la luz en los capítulos finales.

Los personajes tampoco ofrecen mucha profundidad, empezando por el científico, loco o no, que casi siempre es ruso, como Aldashin. No van más allá de la dicotomía simplona bueno/malo. No existen grises en los papeles, puesto que la historia de fondo termina por repetir viejas costumbres: Hilda es, de manera sorprendente (bueno, no tanto), parcialmente culpable de la maldad de su hermana Dolores.

Sin embargo, apartando los eternos clichés, se debe reconocer que el guión aporta una historia original y adaptada a nuestros tiempos con un mensaje que busca alertarnos sobre los peligros de anteponer el dinero al bienestar del ser humano, haciendo énfasis en cómo se realizan lucrativos negocios a costa de la naturaleza y las consecuencias de meterse con la Madre Tierra.

Cabe resaltar que si bien el final es feliz, el filme se reserva una pizca de realidad con la última aparición de Dolores en donde,

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