Globalizacion
breynersanabria23 de Agosto de 2014
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El ensayo comprende 4 partes. Las dos primeras abordan las dimensiones económica y política de la globalización, en este orden. La tercera incorpora la problemática latinoamericana y en la última se plantean algunos elementos para alimentar el debate sobre las alternativas, en términos de las respuestas que van surgiendo y madurando desde lo local.
I. La dimensión económica de la globalización
La globalización por la que atraviesa actualmente el sistema-mundo-capitalista (Wallerstein) es el resultado -para ponerlo en términos de la economía política de Marx- principalmente de la revolución de las fuerzas productivas, que desde los años setenta vienen operando desde determinados nichos vinculados a la generación de conocimientos, información y tecnologías. Este proceso repercutió profundamente sobre la división del trabajo, tanto al interior de los ámbitos nacionales de los países más desarrollados, como sobre las relaciones económicas internacionales. La consecuencia más palpable de todo esto es el agrandamiento de la brecha entre países ricos y países pobres, que es medida mediante distintos indicadores del reparto desigual de la riqueza que genera el sistema-mundo dominante. Si en la división del trabajo clásica industrial lo que se valoraba era la fuerza física del obrero, hoy en cambio, con la globalización, son las capacidades mentales y las habilidades técnicas los ejes o referentes principales de la valoración de cualquier tipo de trabajador que se ponga al servicio del capital, ya se trate de un simple operario de máquina, un campesino, profesional técnico o un director de empresa. Una de las fuentes de la ganancia en el capitalismo consiste en que el valor de uso de las capacidades reales del ser humano son infravaloradas, por lo que el nivel real de la valoración, medido por ejemplo en el salario, está condicionado por el conflicto capital-trabajo que la globalización no ha suprimido. Frente al discurso apologético que ensalza a la nueva economía proveniente de la revolución científico tecnológica, el grado de conocimiento, así como el manejo técnico y el dominio de información, entre otros, se han convertido en elementos que actúan detrás de los procesos de segregación y exclusión de trabajadores de los mercados de trabajo y de los procesos productivos más modernos.
1.1 Acumulación de capital a escala global
Al exponer sobre la «Tendencia histórica de la acumulación capitalista» Marx daba a entender que mientras no cesara el proceso de concentración de la producción junto a la de los medios técnicos y la propiedad, la humanidad se mantendrá bajo la férula de la prehistoria del capital. En los tiempos previos a la primera revolución industrial y posteriormente, ese proceso se caracterizó por métodos violentos e infames de despojo; pero es a partir del surgimiento del capitalismo monopólico y de la era imperialista (desde fines del XIX y principios del XX) que la concentración de los capitales se fue realizando mediante métodos más racionales y “técnicos”, liderados por el capital financiero.
¿Con la globalización estaría llegando a su fin la «prehistoria del capital»? Aníbal Quijano escribió hace varios años: «El capitalismo, la Historia del Capital, avanza ahora más rápida e irreversiblemente en la dirección de su última realización. Cuanto más exitoso y más plenamente realizado y gracias exactamente a su éxito, se despide de sí mismo.»
Considerando entonces el argumento anterior, uno se sentiría tentado a concluir que la tan mentada globalización representaría nada más y nada menos que el «Fin de la Historia», pero de ese proceso, como el anuncio de la gran victoria del capital. Sin embargo, conviene preguntar también si será el siglo de la decadencia del capitalismo, aunque no necesariamente el de su derrota.
Hay quienes sostienen que el capitalismo no enfrenta actualmente una “crisis económica estructural” sino social (tesis de Göran Therbon). Ello, sin embargo, no supone negar la existencia de elementos que ya se hallan incubados y que con toda probabilidad llevarán al sistema a una próxima crisis, la cual, más que coyuntural o cíclica, debe interpretarse como una crisis sistémica que vendría dada por la incapacidad del capitalismo para renovar en el futuro las condiciones de acumulación, reproducción y crecimiento. Esos factores estarían asociados al progreso técnico y a la centralización del capital. Para ponerlo en forma de pregunta: ¿qué pasará si las fuerzas productivas ya no puedan ser más revolucionadas (es decir, cuando cese la innovación tecno-científica) y la centralización de la propiedad y los recursos lleguen al límite? ¿En qué condiciones la humanidad y el planeta alcanzarán ese punto? Mientras eso suceda es obvio que el sistema continuará generando crisis sociales, lo cual se ha vuelto “habitual” reconocer en todos los diagnósticos socioeconómicos. La cuestión es preguntarse hasta cuándo es todo eso política y socialmente tolerable, y quiénes están dispuestos a implantar una política de detente al mismo tiempo que de cambios estructurales del sistema.
1.2 Con la globalización el capitalismo no volverá a ser lo que era antes
La revolución tecnológica ha hecho de la biotecnología, la investigación genética, el conocimiento científico-tecnológico, la capacidad de innovación y los servicios, entre otros, los nuevos nichos de generación de valor y plusvalor; repotenciando la capacidad de reproducción del sistema a niveles y escalas nunca antes imaginadas. Esos avances han puesto al capital globalizado, entendido como una relación estratégica entre los estados (¿nacionales?) y las grandes corporaciones, en condiciones de ejercer su dominación sobre las vidas, mentes y cuerpos; y esta es la gran diferencia con la época del capitalismo industrial clásico y luego monopólico a nivel mundial (la era imperialista) donde lo vital era la explotación del trabajo asalariado.
Como ya han señalado algunos autores y autoras occidentales (Ulrich Beck, Viviane Forrester, André Gorz, Jeremy Rifkin) el mundo del trabajo ha empezado “virtualmente” a desaparecer. El trabajo excedente sobre el trabajo socialmente necesario, es decir, tiempo de trabajo no retribuido por el capitalista al trabajador, que era la principal fuente del plusvalor, tiende a ser desplazado por un tipo de trabajo altamente calificado orientado sobre todo a la producción de conocimientos y medios técnicos para el desarrollo a su vez de nuevos procesos (microelectrónica, biotecnología, informática, nanotecnología, etc). El tiempo de trabajo invertido efectivamente en la producción es progresivamente sustituido por el trabajo sin tiempo ni espacio: el mundo de la virtualidad. Se trata de un proceso inexorable e irreversible. Ser considerado competitivo, hoy en día, significa ser capaz de brindar una corriente de servicios intangibles altamente valorados por el capital, es decir conocimientos, creatividad e innovación, como condiciones para añadir “valor agregado” a lo que se produce.
¿Cuál sería el correlato de un proceso de trabajo que se vuelve cada vez más virtual? La gran rentabilidad, así como el potencial crecimiento y expansión de los nuevos núcleos productivos, donde está el corazón de la revolución en las tecnologías, ha atraído ingentes capitales porque se ha visto en ello la nueva piedra de toque de la acumulación, sustento a su vez del dinamismo de los mercados financieros: la inversión en acciones y valores de empresas, grandes firmas y corporaciones vinculadas a las ramas “de punta”, son también objeto del juego de la mera especulación financiera y del interés de los capitales de riesgo. Empresas como CiscoSystems, Yahoo!, Amazon y la misma Microsoft están estrechamente vinculadas con estos capitales y mercados.
Sin embargo, se ha identificado la globalización con el “éxodo del capital” (Gorz 1998), para dar a entender que la base de la acumulación actual está constituida por los mercados financieros y bursátiles donde el capital es dinero acumulado que se reproduce a-sí-mismo, aparentemente con una autonomía, dinámica y racionalidad propias, lo cual es parcialmente cierto, pues parte importante de ese dinero que se acumula y se va capitalizando alimenta el funcionamiento de los nuevos núcleos productivos, altamente rentables; es decir, no todo ese capital está desprovisto de algún contacto con la esfera de la producción. En cambio, parte del capital-dinero que se ve incrementado por la distribución de jugosos dividendos, participación en los beneficios o por atractivos intereses, que por tanto no retorna a la producción y que más bien se desvía hacia la especulación, ha ido generando una “economía casino” o de carrusel a nivel mundial, siendo la expresión plus ultra del “éxodo” al que se refiere Gorz; es decir, dinero que engendra dinero mediante las cotizaciones en bolsa y la presión de una tecla, porque son billones de dólares los que se mueven todos los días de un lugar a otro del globo en fracción de segundos, pero cuyo respaldo y garantía son los depósitos y ahorros de toda la vida de la gente, así como las reservas y fondos de encaje de los bancos centrales.
Ese es el fantástico mundo del nirvana capitalista, la realización suprema del capital-dinero, donde solo en cuestión de un parpadeo de ojos se gana o se pierde millones de millones de dólares. Las locuras especulativas (burbujas financieras) acaban arrastrando (cuando explotan) a las economías de los países que se adicionan de ellos. Véase sino lo que ocurrió en 1997-1998 con los “tigres”
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