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La Prostitucion


Enviado por   •  28 de Septiembre de 2014  •  1.539 Palabras (7 Páginas)  •  168 Visitas

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1 – OPCIONES DE SU EJERCICIO

- Ejercicio voluntario

- Ejercicio forzado

2 – LUGARES TRADICIONALES DE EJERCICIO

- Prostíbulos (burdeles o mancebías) legales o no.

- Viviendas particulares situadas generalmente en los denominados barrios bajos de las ciudades, pero también en barrios y construcciones modernas.

- Clubes de carreteras.

- Clubes de alterne.

- Clubes determinados cuyos socios suelan ser varones.

- En el mismo complejo o al amparo de ciertas discotecas.

- Casas de citas.

- Hoteles y otros establecimientos del sector.

- En la calle.

- En parques exteriores o interiores de la ciudad, en general escasamente iluminados.

3 – NATURALEZA JURÍDICA DE LA ACTIVIDAD

Negocio mediante contrato verbal de compraventa en la prostitución no forzada:

- Consentimiento o acuerdo de voluntades acerca de el qué, del cómo y el cuánto.

- Objeto cierto (entrega del cuerpo cuyo uso se compra)

- Causa, o contraprestación, que teóricamente será lícita si no se encuentra prohibida por ley, y que consistirá en entrega del cuerpo a cambio del precio acordado.

Consecuencia: Alguien compra para uso un cuerpo humano y alguien lo vende. Por tanto, para que se dé el hecho en sí es necesariamente preciso que existan al menos 2 partes: la que paga el precio y la que entrega el cuerpo. Sin ambas conjuntamente, y a un tiempo, no puede haber negocio, no habrá contrato, pues no puede darse de forma objetiva un hecho de prostitución.

4 – IMPLICACIONES FISIOLÓGICAS

La excesiva actividad sexual conlleva desarreglos en la laringe y una merma continuada de la capacidad mental, dado que el semen – fuerza reproductiva o creadora en el ser humano – es la misma que alimenta tanto a la conformación y salud de la laringe, como del cerebro y el sistema nervioso, motivo por el que la demencia suele ser una de las consecuencias frecuentes de dicha actividad en grado excesivo.

Esta práctica excesiva y continuada de la sexualidad es por otro lado inductiva y acumulativa en sí misma, similar a lo que ocurre en el campo de las drogas, pues, del mismo modo, el organismo tiende a requerir progresivamente una mayor dosis – en este caso la excitación orgásmica – de tal manera que de forma inexorable propende hacia un momento en el que fisiológicamente al cuerpo le resultará imposible prestar ya el resultado final perseguido o demandado, momento en el cual, es muy probable, haya alcanzado una cota importante de deterioro, irremediablemente diezmado y enfermo, tal vez irrecuperable, e incluso incurso en un acelerado proceso de inevitable consunción.

5 – CONSECUENCIAS INDIVIDUALES Y SOCIALES

Para sí mismo:

- Automarginación y fuerte degradación del hábitat.

- Falta de respeto para consigo mismo.

- Complejo de inferioridad con tendencia a la sumisión.

- Modos groseros de expresión y comportamiento.

- Incultura o analfabetismo.

- Pobreza.

- Violencia.

- Decepción ante la vida.

Para los demás:

- Marginación-aislamiento por degradación del hábitat inmediato.

- Desconsideración

- Menosprecio

- Pésima reputación

- Falta de fiabilidad

- Facilidad para ejercer violencia sobre quien se prostituye.

6 – MAFIAS DE TRÁFICO, CHULOS-MACARRAS

Unos y otros no aparecen sino cuando existen personas concretas capaces de actuar en plan esclavista; personas que, en general, venden su libertad bajo la opción incierta, bien de mejorar sus status presente de vida – económicamente, se entiende – pero sin concreción ni garantía alguna; o bien mediante el conocimiento previo de que ejercerán la prostitución bajo el supuesto amparo de alguien que, en definitiva, reciben promesa – sea el mismo traficante, el chulo o el macarra – de que directamente o por delegación han de protegerles, aunque, en realidad y la postre, sea o sean quien o quienes con casi absoluta seguridad han de ser no sólo sus explotadores económicos sino también los torturadores y, en el peor de los supuestos, sus asesinos.

7 – RESUMEN FINAL

Nos encontramos, pues, ante una actividad que desde todos los tiempos ha conllevado constantemente una de las peores consideraciones ya sociales-civiles o religiosas.

Desde el último punto de vista – el religioso – la prostitución insiste en lo que constituyó en su tiempo el denominado “pecado original” bajo los postulados bíblicos y los cristianos, equivalente al también denominado “pecado imperdonable” o “pecado contra el Espíritu Santo”, dado que se estaría contemplando el despilfarro del semen o fuerza necesaria para la fecundación – fuerza creadora – , la cual es administrada por Jehová (Esp. Santo) o 3er. aspecto de la Trinidad tanto católica como meramente cristiana. Ello querría decir que en el próximo renacimiento, los cuerpos físicos y no físicos de quienes actualmente los prostituyen, vendrían a una nueva existencia con la carga de las taras consiguientes, por medio de las cuales tales individuos habrían de aprender las oportunas lecciones acerca de la utilización correcta de sus respectivos cuerpos físicos y no físicos.

Por tanto, la pregunta capital vendría a conformarse de la siguiente manera: ¿…tiene alguien derecho a practicar la prostitución? Y la respuesta aparecería deducida tras la aplicación del siguiente principio axiomático: “Es lícito lo que no causa daño a nada ni perjudica a terceros”, puesto que no existe ningún derecho natural a hacer el mal, a dañar.

Por lo que hace a una comunidad o una sociedad del ámbito que fuese, aparte de su propio daño causado ¿es que no lo causa en algún aspecto a ninguno de los terceros enunciados? ¿es que no debemos velar por nuestra propia salud física y mental, y el Estado o sus Delegados por la salud general bajo el fundamento de la representación conferida?

Es, pues, tanta la connotación degradante que encierra en sí mismo el ejercicio de la prostitución e implica tanto daño personal y colectivo, tanto infringe en sí los derechos humanos de quien la ejerce o ayuda a ejercerla que, de forma indubitada, debemos afirmar que nadie dispone del derecho a su ejercicio en territorio alguno ni bajo cualesquiera de las condiciones que pudieran suscitarse. No existe argumento ni disposición civil ni religiosa válida alguna que confieran verdadera licitud para la causación de daño ya material, emocional o mental a nada ni a nadie.

Por ello, de ningún modo podemos avalar la opción meramente reguladora, basada en argumentos que hacen alusión a evitar los tráficos y las explotaciones abusivas, dejando en cambio al ser humano – generalmente una mujer – entre el badulaque infernal que la prostitución es y genera, sin importarle en resumidas cuentas que avance hacia el fondo más negro y decrépito siempre que no moleste demasiado o no la exploten económicamente de forma sangrante. Es decir, si a la sociedad en grupo no se le molesta, y a los políticos no les crea muchos problemas, la prostitución puede continuar, siempre sería – afirman intentando curarse – una cuestión u opción voluntaria.

Incluso si por ley sustantiva viniese a autorizarse, cualquiera estaría en condiciones plenas de afirmar que tal ley habría de ser una ley por cuanto hemos dicho inicua, no sólo por los efectos reales señalados para las personas afectadas y por atentar contra la salud del cuerpo social que conforman los ciudadanos, sino por ir a un tiempo contra la moral normal o social, la de relación, aquélla entendida dentro del ámbito de nuestras sociedades civiles occidentales.

Debemos evitar a ultranza, pues, aquellas posturas que se anclan en la evitación del mero malestar al cuerpo social mediante el apartamiento o el control – dado que el hecho de actuar legal y libremente, no exime nunca de la obligación de evitar el daño ajeno -, pues tales direcciones no se atienen al bien o bienes más altos en riesgo, sobre todo los de tipo personal, sino que se fundamentan en visiones reduccionistas de naturaleza egoísta, desde fuera, (no molestias) declinando responsabilidades en su caso y con abandono de seres humanos afectados a la esclavitud y profundidad terrible de su suerte. No olvidemos que, de otro lado, el estigma que por falta de credibilidad humana en los últimos tiempos se está introduciendo socialmente en determinados países de Occidente, por medio de lo que se denomina “legalización del problema”, se está tratando, insistimos, de evitar así la lucha que implicaría afrontar aquél, o cuando no creyendo que, con tal medida, dicho problema vendrá a subsanarse por sí mismo. Esa es una estructura de comportamiento denominado coloquialmente “esconder la cabeza bajo el ala” o “huída hacia adelante”. Error profundo, porque el problema volverá a presentarse acrecentado, sin duda. Sabemos que la prostitución nunca se podrá erradicar de forma radical ni por efecto de un decreto; lo que no se puede es utilizar los medios civiles de poder para amparar o acrecentar el desgarro humano y el pozo profundo que su ejercicio supone.

Todas las sociedades universales – y si queremos, hagámoslo en este momento por lo que hace a las occidentales – deben disponer siempre de nortes referenciales por los que regirse o guiarse mediante signos a que acudir, símbolos, o acaso emblemas que las ayuden a cruzar la calle de la historia sin excesivo barrizal durante los tiempos en que llueve y llueve sin parar. Son tiempos de inundaciones.

De aquí que legalizar, ayudar, propiciar o tolerar conscientemente la prostitución, – nuestro humilde punto de vista – no haga, por tanto, sino dar cauce a la miseria, a la degradación y postración humanas, en definitiva, a mantener el statu quo de infringimiento y deterioro de los derechos humanos, nuestra bandera más alta, la más universal, la más honrosa. (Dicho está: “… el mejor derecho para el mayor número”; “como la luz, la libertad, en sus extremos, inevitablemente induce a perversión”.)

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