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La Ultima Noche En El Titanic


Enviado por   •  26 de Agosto de 2012  •  1.862 Palabras (8 Páginas)  •  553 Visitas

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Introducción

Walter Lord(1917-2002), graduado en derecho por la universidad de Princeton y en derecho por Yale, fue un escritor e historiador estadounidense conocido por sus obras documentales entre las que destaca, por encima de todas, La última noche del Titanic , que escribió en el año 1955. La suya es la mejor y más completa exposición de cuanto sucedió en el barco, en los botes y en las heladas aguas del Atlántico durante el naufragio. Lord realizó un trabajo de investigación periodística de primer orden y supo convertirlo en un relato cautivante con habilidad de auténtico novelista, aunque siempre guardando absoluta fidelidad a la historia. Tal era su dominio de la materia que, en 1997, Lord asesoró a James Cameron en la película Titanic y el director le correspondió dedicándole el espectacular documental que rodó en 2003 acerca del famoso barco.

Contenido

El Titanic, además del orgullo de la compañía naviera británica White Star Lines, fue el emblema de una época. Su construcción en los astilleros Harland and Wolf de Belfast fue seguida día a día por la prensa y admirada casi con reverencia por la opinión pública. El 31 de mayo de 1911 fue botado en Belfast ante la admiración mundial.

Sus números eran impresionantes: 269 metros de eslora, 28 metros de manga, capacidad para 1.320 pasajeros, una tripulación de 908 personas, capaz de desplazar 46.328 toneladas, una velocidad máxima de 25 nudos. Su coste fue de 7,5 millones de dólares de la época, equivalente a unos 180 millones de dólares actuales. Sus constructores estaban tan convencidos de su obra que las pruebas de navegabilidad apenas duraron 8 horas: ¿para qué más, decían, si el barco era perfecto, «insumergible» gracias a sus 16 compartimentos estancos y sus máquinas capaces de propulsarlo a 46.000 caballos de potencia? El pasaje más caro costaba unos 4.350 dólares (unos 77.500 de los actuales) y el más barato, en tercera clase, apenas 34 dólares (poco más de los 600 actuales).

Con todo, estas cifras no ocultaban el hecho de que en el barco apenas había 20 botes salvavidas, con una capacidad total para unas 1.200 personas (poco más de la tercera parte de las personas que había a bordo en su viaje inaugural); los vigías de icebergs no disponían de prismáticos, que el primer oficial se dejó olvidados en Southampton; en caso de avistar hielos, las máquinas no podían virar el barco de forma inmediata.

La estación era propicia para encontrar témpanos de hielo, sin embargo, y los avisos de los radiotelegrafistas de los barcos Coronia, Noordam, Baltic, Amerika y California, invitaban a la prudencia, que es lo que habría preferido el capitán Smith, tras recibir los mensajes de la cabina de comunicaciones, dirigida por Harold Phillips y Harold Bride. El viaje fue tranquilo hasta la noche del 14 de abril: a las 23:40 horas Fred Fleet, uno de los vigías del barco, avistó un iceberg a unos 600 metros por proa. De inmediato se avisó al puente.

El primer oficial, William Murdoch, que estaba de guardia, supo de inmediato que el choque era inevitable y ordenó contramarchas y virar todo a estribor, cuando apenas estaban a 400 metros del iceberg. Pero detener un barco de más de 46.000 toneladas era casi imposible y hacer que virase a estribor con tan poca distancia, inútil; el timón era demasiado pequeño y no servía para virar. Un barco de las dimensiones del Titanic necesitaba tiempo para invertir la trayectoria; y tiempo era precisamente lo que no tenía para evitar la catástrofe.

La colisión se produjo poco más de un minuto después del avistamiento de la masa de hielo: ésta acuchilló el barco por el costado de estribor, bajo la línea de flotación. El agua penetró en los mamparos e inundó inmediatamente la sala de máquinas y cinco compartimentos estancos. Se ordenó parar máquinas y se hizo una revisión de los daños. Dos horas y media después, el Titanic yacía en el fondo del Atlántico, a 1.500millas de la costa de Terranova y a 3.700 metros de profundidad. Se había llevado consigo la vida de 1.523 pasajer

Durante décadas se desconoció el emplazamiento de los restos del Titanic, hasta que Robert Ballard, oceanógrafo al servicio de la revista Nacional Geographic los encontró en 1985. Al principio se pensó (y así constó en los resultados oficiales de la investigación llevada a cabo tras la catástrofe) que el hielo cortó longitudinalmente el casco con tan mala fortuna que comunicó los compartimentos estancos, imposibilitando la flotación del buque.

Investigaciones del año 1993 achacaron la tragedia al acero defectuoso con el que se construyó el barco, incidiendo en el que un acero de mejor calidad no habría evitado la catástrofe, pero sí habría retrasado el hundimiento el tiempo suficiente para que llegaran barcos de rescate (a pesar, sin embargo, del escaso número de botes salvavidas).

Descubrimientos aún más recientes han permitido refutar la teoría de un único corte en el casco: se produjeron hasta seis fracturas en el casco, la más larga de ellas de hasta 11 metros, que condenaron irremediablemente el trasatlántico.

Todos estos pasajeros conforman algo más que la muerte de unos pasajeros de primera clase en un buque de lujo. El hundimiento del Titanic, del que precisamente se cumple el centenario, puede simbolizar el fin de un período y el inicio de otro en el mundo de la navegación, además de ser la metáfora del fin de un mundo que, en apenas dos años, se estaría desgarrando en las trincheras del noroeste de Francia. Quizá sea cierta esta percepción, repetida hasta la saciedad. Pero también es cierto que el desastre, como comenta

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