¿Por qué México es un país capitalista dependiente y mal desarrollado?
Mariana GvEnsayo23 de Octubre de 2017
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¿Por qué México es un país capitalista dependiente y mal desarrollado?
México es un país lleno de riquezas. Tenemos el potencial para convertirnos en una nación poderosa y acaudalada, ya que contamos con numerosos recursos, dentro de los cuales destacan principalmente los naturales. Sin embargo, a comparación de las grandes potencias, nuestro desarrollo y progreso desafortunadamente han sido escasos. Somos un país vulnerable y dependiente de las naciones que han logrado un mejor crecimiento a lo largo de su historia. Hemos pasado por conquistas, guerras, invasiones y explotación, lo cual dejó diversos ámbitos como el político y económico quebrantados.
Pero, ¿por qué a diferencia de los países primermundistas México no ha alcanzado un desarrollo óptimo? El atraso y la sumisión a las grandes potencias no surgió ayer ni es el resultado de alguna decisión circunstancial. Sus orígenes históricos son muy profundos. Tuvimos la desdicha de ser víctimas de una conquista devastadora, que, además, trasladó a estas tierras el feudalismo español, que fue durante tres siglos un freno para nuestro desarrollo industrial, y que nos impuso una cultura diferente y un gran complejo de inferioridad que hasta la fecha arrastramos. Y así, mientras desde los siglos XIV y XV varios países europeos consolidaban sus relaciones capitalistas y luego se repartirían los mercados, México estaba atrapado dentro de un feudalismo extremadamente conservador y los habitantes eran educados para mirar hacia arriba a las naciones poderosas, esperando su autorización para dar cualquier paso y sintiéndonos siempre inferiores.
Hubieron serios intentos por liberar al país de la dominación extranjera. Hidalgo y Morelos tenían ideales progresistas y su proyecto iba más allá de la independencia; sin embargo, los conservadores ganaron la guerra. Por medio del porfiriato se buscó la implementación de un nuevo sistema económico: el capitalismo, el cual buscaba abrir paso a la modernidad.
No sería sino hasta después de la Revolución Mexicana, durante el cardenismo, cuando sería desarticulada, aunque no totalmente, la estructura económica y política dominada por las grandes haciendas para abrir paso a un lento y distorsionado desarrollo capitalista. Este avance cobró impulso a partir de los años cuarenta con el modelo de sustitución de importaciones establecido después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, los frenos no han desaparecido del todo, y siguen ahí el atraso y la dependencia. En una palabra, llegamos tarde al capitalismo, cuando las potencias hegemónicas ya se habían consolidado y habían hecho una división y repartición el mundo, siendo una de esas víctimas nuestro México.
Desde el dominio impuesto por ciertos países, los cuales han intentado apoderarse de la libertad de nuestra patria, ha existido y sido evidente una atmósfera de desigualdad y rezago que está sigue presente en algunos sectores de la población. Como resultado, por lo menos la mitad de los más de 100 millones de mexicanos sobrevive en la pobreza, gracias al acaparamiento de oportunidades que ha traído consigo el desarrollo económico, teniendo como consecuencia el beneficio de un mínimo porcentaje de los habitantes de México.
La pobreza, que manifiesta una parte significativa de los habitantes, ha contribuido a la presencia de un bajo nivel educativo en ciertas regiones del país, corrupción, delincuencia y violencia en general, que poco a poco ha transformado nuestra sociedad en un estado fallido.
Actualmente vivimos en un capitalismo que no ha logrado un desarrollo propio, y por lo tanto no es competitivo. Esto le hace imposible al Estado tener la necesaria independencia en la toma de decisiones fundamentales en política económica. Nuestra república, la cual tiene un valor aproximado de 550.000 millones de euros, ha sido una plaza atractiva para los inversores. Somos poseedores de una economía atada a las fluctuaciones de EE UU. El 90% de nuestro comercio exterior depende de EE UU y el 75% de la inversión extranjera proviene de ese país. En mi opinión, una buena opción para acabar con la sumisión a nuestro vecino del norte sería atraer inversión europea y asiática. De todos modos, no es factible ilusionarse con la idea de que algún día la economía mexicana se va a desvincular de EE UU, porque considero que es algo que no tiene solución a corto plazo.
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