SELLOS CERTIFICADOS

SELLOS CERTIFICADOS

Las instituciones, como organismos dinámicos, realizan sus tareas de una manera sistemática y organizada. Para evaluar hasta qué punto son eficientes los procesos que se siguen, se utilizan una serie de certificaciones.

En el caso de las organizaciones la herramienta que ayuda a identificar cuáles son las que sobresalen por su excelencia son las certificaciones. Se trata de una manera de acreditar la capacidad que tiene un organismo para ofrecer un servicio o producto, de acuerdo con los requisitos del cliente y la regulación o normativa por la que se rige.

El encargado de realizar esta comprobación es un tercer organismo, que actúa como certificador intermediario y que se encarga de constatar, por escrito, la garantía de que ese producto, proceso o servicio cumple con los requisitos de calidad establecidos, según un baremo previamente fijado.

Es importante tener en cuenta que la certificación se basa en los procesos que hacen posible un producto o la prestación de un determinado servicio, no en el producto o servicio en sí mismo.

Así, el certificador actuaría a modo de notario, dando fe de que esa institución ha alcanzado el suficiente nivel de calidad en sus procesos como para obtener un documento escrito que reconozca su labor.

De esta manera se garantiza una optimización de los recursos y una mayor satisfacción de los usuarios finales, pues el organismo analizado puede conocer sus puntos fuertes y débiles que le permitan alcanzar la excelencia.

Expedidos por organismos de reconocido prestigio internacional, los certificados y sellos de calidad tienen como misión medir los niveles de competencia en la gestión del organismo solicitante. Tras someterles a un análisis, se conceden diferentes distintivos, cuyas características varían en función de la institución que las otorga.

Para ello recurren a todo un catálogo de sellos y certificados (comúnmente aceptados entre las organizaciones de la misma naturaleza o actividad), que miden los niveles de competencia, en función de determinados parámetros.

Algunos de ellos, como las normas ISO, se encuentran estrechamente unidos al mundo de la empresa. Otros, por el contrario, tienen una naturaleza mucho más plural y se emplean, indistintamente, tanto en ámbitos públicos como privados.

Así, se puede hablar de dos tipos de modelos para la evaluación de la calidad: los certificables (con el ISO 9001:2000 como principal paradigma) y los de autoevaluación (como el EFQM y el modelo iberoamericano de excelencia en la gestión).

La principal diferencia es que, mientras los primeros son realizados por una empresa externa (certificadora), los segundos permiten a la propia organización someterse a un análisis interno.

CONCLUSIÓN:

Considero que al igual que las empresas se someten a procesos de análisis para saber hasta qué punto son eficientes los procesos que se siguen para lograr un determinado fin, y las mismas empresas o los organismos públicos van incorporándose paulatinamente a sistemas de evaluación que acrediten sus buenas prácticas.

Eso sí, para ganarse el distintivo (certificado o sello) es necesario que la institución se someta al juicio externo, para evitar posibles sesgos y una vez superada la evaluación, los miembros de la plantilla podrán mostrar orgullosos ese documento que confirma su buena manera de hacer las cosas.

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