Vega
agustin1990Ensayo27 de Octubre de 2013
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Desde sus inicios en el siglo XIX como el Gran Mercado de Abastos, ubicado en el barrio histórico de la Chimba, La Vega Central se ha caracterizado como el lugar de comercio de distintos productos de origen agrícola, los cuales se han ido diversificando con el paso del tiempo. Durante el siglo XX y con el paso de los años, La Vega se transformó en referente para los ciudadanos que buscaban gran variedad de productos y buenos precios, difíciles de obtener en centros comerciales de otras partes de la ciudad. Esto convirtió al mercado en el espacio de encuentro de los más variados elementos de la ciudad, con visitantes tan diversos como la gran oferta de productos. Por este hecho se puede decir entonces que La Vega es mucho más que un simple mercado, es un lugar de importancia para reconocer la vida de la ciudad. Este mercado representa un símbolo de la identidad de los ciudadanos y de los chilenos en general, en el cual se puede percibir la complejidad geográfica del Santiago actual y de sus habitantes.
Desde su origen y sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, la clientela que recurre a La Vega se ha identificado por lo heterogéneo de su composición. Quienes visitan este mercado van de simples habitantes del sector hasta residentes de los sectores más acomodados de la ciudad y dueños de restaurantes, quienes asisten en busca de alimentos frescos a bajos precios, como no pueden encontrarlos en las grandes cadenas de supermercados. Este tipo de encuentro entre los habitantes de la ciudad ya se puede notar en los inicios del entonces Mercado de Abastos, cuando don Agustín Gómez García, un acomodado vecino y a quien se reconoce como el fundador oficial del mercado, comenzó a comerciar frutas y hortalizas junto a lugareños de menos recursos. Por aquel entonces el mercado funcionaba en una zona que históricamente había sido ocupada por viviendas muy precarias, destinadas a una población que vivía casi en absoluta pobreza y que era conocida por el resto de la ciudadanía como “sin costumbres ni ocupación”. (Dreisziger, A. 2012). Con el paso de los años y al consolidarse como el principal lugar de venta de hortalizas, la convivencia entre habitantes de distintas zonas, nivel cultural y clases fue un hecho del todo cotidiano en el funcionamiento normal de la ciudad.
Para el año 1980, un decreto presidencial determinó que los comerciantes del lugar podrían ser dueños sus locales, con lo cual aumentó el número de locatarios y de familias que hasta el día de hoy dan una identidad aún más propia a La Vega.
Una razón de importancia para entender el porqué La Vega es un símbolo de la identidad y diversidad de los chilenos, es que esta aún no ha sido invadida totalmente por turistas, por lo que el sector no ha sido blanco de reestructuraciones invasivas que apunten a la captación de visitantes extranjeros. Debido a esto, el barrio en general ha mantenido casi intacta su esencia. Esto permite observar como es la interacción de los chilenos “tras bambalinas”, ya que si bien el único elemento que pueden tener en común las personas de distintas clases que se reúnen en el lugar es la compra de víveres, las relaciones entre “caseros” y clientes es de una naturalidad que sólo se puede deber a quienes forman parte de la familia de La Vega como comerciantes y a quienes la visitan como clientes, porque aparte de las convenientes ofertas aprecian la simpleza del lugar. Esta simpleza se refleja en el trabajo de los locatarios. Muchas familias se sustentan por el trabajo que realizan en La Vega y para las cuales esto significa más una tradición que un simple negocio familiar, por lo que las vidas de muchas personas se encuentran vinculadas a este lugar desde hace varias décadas, con lo cual se puede llegar entender el real significado que tiene la existencia de La Vega. El trabajo para estas familias resulta realmente duro. Este comienza cerca de la cuatro
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