ACT. 2 ÉTICA PARA PREGRADO

Para opinar, se debe tener una idea. Y si de opinar de lo que alguien dijo, no sólo debe analizarse lo que dijo, sino ¿Quién lo dijo?, ¿Qué dijo y en qué momento?, ¿Por qué lo dijo? Y ¿Para qué lo dijo?, es lo que debe plantearse. Y, aquí debo sentar los precedentes: De una parte, el escritor, de manera magistral, hace gala de una “liberación del yugo” de un “pensum”, estricto y dogmático, abandona sus estudios y se dedica a leer los pensadores, por lo que se infiere, alemanes, que influyen en su forma de discurrir y dejar traslapar lo que Kant llamó “sapere aude” Y, es una verdad de a puño que quien lee, con amor, aprende y se compenetra con otro, para disentir, y hace fácil el escribir, cuando se domina el tema. Alguien que con tesón labró su camino a tal punto de obtener un “doctorado Honoris causa” en la Universidad del Valle- nadie es profeta en su tierra-. Ello, merece, no sólo el reconocimiento de estar leyendo a quien tiene sólidos conceptos de la “esclavitud de los seres humanos”.

Y, no es para menos que leyendo al ruso Fiódor Mijáilovich Dostoyevski y el alemán Johann Wolfgang von Goethe, muy seguramente impactado por “Crimen y Castigo” del primero de ellos y de la obra que cita abiertamente de “Fausto”, del segundo de los citados, se conciben ideas “liberadoras”, pero atrevidamente injustas.

Abordamos un tema en concreto que es el “El elogio de la dificultad” que debe ser sinónimo de ‘enaltecer’ lo difícil, porque nuestra cultura así conduce “como borregos”, al decir de Nietzsche a las masas, sin enseñarlos a “Pensar”, a “Disernir” a “cuestionar”, buscando siempre las vías del facilismo y todo lo que conlleve a no pensar a no poder tomar decisiones por estar ahogados en un vaso de agua.

Lo triste es que en una sociedad sin pensadores, es una sociedad que de manera acelerada viene perdiendo esa facultad, para convertirse en verdaderos autómatas y ¿Qué se sentido tiene la vida si no la cuestionamos? En Colombia, tras el giro de 180° que dio el advenimiento de la “tecnología”, que incrementó los niveles de injusticia, pues, a ella, sólo se accede, en las élites, que pueden tener los m{as sofisticados sistemas, y al pueblo se le deja el ripio, y como es cambiante de diario el colombiano de a pie, no puede estar a la vanguardia del “conocimiento” que indudablemente se tiene con las TICs, pero que por esa falta de creatividad, usamos el internet para las cosas más frusleras, que sumado al deterioro constante de principios obligantes, porque es una verdad de perogrullo la declaratoria de los “derechos universales del hombre”, es el hazmerreír de los gobernantes. Un pueblo sin cultura, en estas épocas, es ignominioso: Nosotros, que ya no tenemos ni Dios ni Ley, mucho menos respeto a nuestros congéneres a quienes vemos en ellos no un yo, sino otro que me agrede si no está conmigo.

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