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Antecedentes Históricos

pamela1393Ensayo18 de Septiembre de 2013

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Capítulo I

Antecedentes Históricos

Desde la antigüedad, de alguna forma se había identificado la relación entre alteraciones del lenguaje y lesiones craneales. Si bien no se sistematizaron dichas observaciones; se menciona por ejemplo que los egipcios entre los años 3000 y 3500, identificaron lesiones en la cabeza que producían problemas del lenguaje, como se documenta en los papiros de Breasted(7). Como se sabe, durante un largo periodo el conocimiento estuvo sujeto a restricciones de orden filosófico y religioso, en especial el referente a funciones mentales.

Hasta el siglo XVIII se consideraba que los problemas del lenguaje se debían a una incapacidad para recordar palabras y que, por lo tanto, pertenecían a los problemas de memoria (6). Ya desde la Historia Natural de Plinio el viejo se situaba a la anomia, la alexia y la agraria en el apartado de la memoria.

Otra interpretación frecuente de los problemas del lenguaje era que se debían a una parálisis lingual. Johan Schenck von Grafenberg (1530-1598) señalaba que los problemas de lenguaje no se debían a parálisis lingual, sino a alteraciones de la memoria. Crichtley señala que Chanet (1649) informó que un paciente había “olvidado” todas las palabras y letras del alfabeto, aunque era capaz de copiarlas.

Benton y Joynt mencionan que la obra de Gesner (1769), quien probablemente fue uno de los primeros en indicar que la pérdida del lenguaje no era resultado ni de parálisis lingual, ni de un problema de memoria, sino de un problema en la asociación de imágenes con símbolos verbales, de alguna manera se adelantó a la corriente asociacionista de la neurología del siglo XIX (7).

La historia de la afasiología como tal se inició durante el siglo XIX. En los primeros años del siglo XIX, Franz Joseph Gall (1758-1828) fue expulsado de Viena y repudiado por la iglesia católica por sus ideas materialistas, que se oponían a los preceptos que asumían que el pensamiento y el lenguaje representaban aspectos de una categoría espiritual insustancial.

Se considera que sus observaciones marcaron el inicio de la división entre localizacionistas y antilocalizacionistas. La corriente localizacionista considera que a cada función cerebral le corresponde un sitio anatómico específico invariable. Si bien esto puede aplicarse a algunas funciones neurales; en el caso de procesos más complejos como, por ejemplo la atención, memoria, lenguaje, no puede hablarse de lugares en el sistema nervioso dedicados exclusiva y rígida-mente a tales funciones.

A mediados del siglo pasado se produjo un gran interés por asignar lugares en el cerebro a funciones neurales, entre ellas, las funciones cognoscitivas.

Un representante de esta corriente fue Bouillard (1796-1881), quien la apoyó con algunas observaciones clínicas. Por otra parte, se encontraba el grupo de los antilocalizacionistas o “universalistas” como Fluorens (1824) y Gratiolet (1861), quienes partían del postulado de la supuesta equipotencialidad de la corteza cerebral.

Gall era un gran neuroanatomista; Bailey y Bonin (1957) señalan que las conclusiones de Gall son notables porque, antes de él, se decía que el cerebro era un órgano glandular, sin embargo, desgraciadamente se le recuerda más por sus divagaciones de la frenología. Al pensar Gall que el cerebro imponía al cráneo su forma, por ejemplo, localizaba el lenguaje en los lóbulos anteriores, porque pensaba que el desarrollo de la región orbitaria producía la prominencia de los ojos que el observaba en los alumnos destacados en oratoria (4).

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