Ben X

Este fin de semana he estado con mis cuatro hijos, más los tres de mi hermano Manuel. Cada vez que se reencuentran lo hacen con júbilo. Se están haciendo mayores y empiezan a entrar en las conversaciones, se expresan con libertad y hacen comentarios inteligentes que revelan un gran interés por salvar los conflictos que los adultos alimentamos, y que la sociedad fomenta.

Hay muchos momentos en que nos damos cuenta de que las palabras son ciertamente un obstáculo, sobre todo cuando están impregnadas de una carga moral, pero cuando hay amor, cuando hay un esfuerzo por alcanzar la comprensión, se abren nuevas dimensiones, los contenidos cambian y se superan los artificios.

Los chicos se preguntan por qué ocurre esto e intentan modular sobre lo que dicen, se esfuerzan y al final descubren que hay algo más que la verborrea y los significados del diccionario.

Por la noche vimos una película: BenX, que trata acerca de un muchacho con muchos problemas para relacionarse, al que se le ha diagnosticado autismo y sin embargo todo apunta a que el problema es la comunicación. La hipersensibilidad le impide a BenX mantener relaciones normales, es un joven inocente que el fondo no comprende por qué la gente imita y falsea. El muchacho se refugia en un héroe interactivo que lo pone a salvo de la locura del mundo, en el mundo cibernético es sin embargo el más hábil y poderoso de los héroes.

En la vida “real”, todos cuantos conoce lo insultan o se compadecen de él, lo que incrementa su sensación de soledad, de aislamiento. Cuando le hablan sólo ve bocas y manos que se mueven, pero nadie lo mira directamente a los ojos, nadie se sienta a su lado en silencio a esperar que la comunicación fluya sutilmente.

Al final de la película los niños no sabían que decir, la vieron paranoica, compleja y lenta, pero al día siguiente encontraron nuevos argumentos para intentar describirla, descubrirla: -Quizás nos falte la cualidad de ponernos en el lugar del otro, dijo uno de los chicos. Sólo esta cuestión abrió terreno a una larga charla en la que todos los chicos participaron, mostrándose ellos más racionales y las chicas más emotivas.

Luego hablamos de esto mismo, de cómo se puede ser comprensivo siendo racional y siendo emotivo, y de como al juntar ambas formas de percepción profundizamos aún mas en el otro.

Supongo que todos aprendemos desde muy pequeños a estar solos o a necesitar del ruido. Supongo que también podemos aprender a escuchar y a hablar desde dentro, no desde fuera y para los de fuera. Nos hemos acostumbrado tanto a comunicarnos con ruidos que al final los hemos aceptado como lenguaje. Y el que no utiliza los ruidos emplea la manipulación de los gestos. Somos una falsificación, hasta que no nos damos cuenta imitamos y repetimos. Nuestras palabras, todo cuanto

...