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Celos.

chonkingExamen3 de Marzo de 2014

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Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos

Los casos de celos anormalmente intensos observados en el análisis muestran tres distintos estratos o grados, se pueden calificar en la siguiente forma: 1º, celos concurrentes o normales; 2º, celos proyectados, y 3º, celos delirantes. En primer grado, no es difícil ver que se componen esencialmente de la tristeza y el dolor por el objeto erótico que se cree perdido, de la ofensa narcisista en cuanto nos es posible diferenciarla de los elementos restantes y, por último, de sentimientos hostiles contra el rival preferido y de una aportación más o menos grande de autocrítica que quiere hacer responsable al propio yo de la pérdida amorosa. Estos celos no son, aunque los calificamos de normales, completamente racionales, esto es, nacidos de circunstancias actuales, proporcionados a la situación real y dominados sin residuo alguno por el yo consciente, pues demuestra poseer profundas raíces en lo inconsciente, continúan impulsos muy tempranos de la afectividad infantil y proceden del complejo de Edipo o del complejo fraterno del período sexual. Es también singular que muchas personas los experimenten de un modo bisexual, apareciendo como causa eficiente de su intensificación en el hombre, además del dolor por la pérdida de la mujer amada y el odio contra el rival masculino, la tristeza por la pérdida del hombre inconscientemente amado y el odio contra la mujer considerada como rival.

Los celos del segundo grado, o celos proyectados, nacen, tanto en el hombre como en la mujer, de las propias infidelidades del sujeto o del impulso a cometerlas; relegado, por la represión, a lo inconsciente. Sabido es que la fidelidad, sobre todo la exigida en el matrimonio, lucha siempre con incesantes tentaciones. Precisamente aquellos que niegan experimentar tales tentaciones sienten tan enérgicamente su presión que suelen acudir a un mecanismo inconsciente para aliviarla, y alcanzan tal alivio e incluso una absolución completa por parte de su conciencia moral, proyectando sus propios impulsos a la infidelidad sobre la persona a quien deben guardarla. Este poderoso motivo puede luego servirse de las percepciones que delatan los impulsos inconscientes análogos de la otra persona y justificarse entonces con la reflexión de que aquélla no es probablemente mucho mejor.

Las costumbres sociales han tenido en cuenta prudentemente estos hechos y han dado cierto margen al deseo de gustar de la mujer casada y al deseo de conquistar del hombre casado, esperando derivar así fácilmente la indudable inclinación a la infidelidad y hacerla inofensiva. Determinan que ambas partes deben tolerarse mutuamente esos pequeños avances hacia la infidelidad y consiguen, por lo general, que el deseo encendido por un objeto ajeno sea satisfecho en el objeto propio, lo que equivale a un cierto retorno a la fidelidad. Pero el celoso se niega a reconocer esta tolerancia convencional. No cree que sea posible una detención o un retorno en el camino de la infidelidad ni que el flirt constituye un seguro contra la verdadera infidelidad. Los celos surgidos por tal proyección tienen, desde luego, un carácter casi delirante; pero no resisten a la labor analítica, que descubre las fantasías inconscientes subyacentes, cuyo contenido es la propia infidelidad.

Mucho menos favorable resulta el caso de los celos del tercer grado o propiamente delirantes. También éstos nacen de tendencias infieles reprimidas; pero los objetos de las fantasías son de carácter homosexual. Los celos delirantes corresponden a una homosexualidad y ocupan con pleno derecho un lugar entre las formas clásicas de la paranoia. Como tentativa de defensa contra un poderoso impulso homosexual podrían ser descritos (en el hombre) por medio de la siguiente fórmula: No soy yo quien le ama, es ella.

En un caso de celos delirantes habremos de estar preparados a encontrar celos de los tres

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