Contra la difteria.
LAURIS100011Ensayo8 de Junio de 2014
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Contra la difteria.
Poco después de 1888, Emilio Roux, el ayudante de Pasteur, descubrió que el bacilo de la difteria destila un veneno extraño y que un gramo de esa sustancia bastaba para producir la muerte de 2 500 perros.
En esta época la frecuencia era tanta que el 50% de las personas enfermas moría sin remedió.
“Hirviendo espátulas, calentando al rojo los hilos de platino para recoger la materia gris de las gargantas calladas de cadáveres; colocaba esa materia en delgados tubos de cristal cerrados con un tapón de algodón, o bien la teñía, y observaba al microscopio en los que el colorante hacía destacar puntos y fijas o bandas. En todas las gargantas los mismos bacilos extraños. Había que hacer un cultivo puro de estos microbios e inocular, después, las colonias a animales; si estos contraen una enfermedad exactamente igual a la difteria humana.”
Loeffler examinó un niño muerto tras otro; rebuscó en todos los rincones y ensayó cultivar los bacilos en estado de pureza. Pero de todos los sitios donde buscó no encontró microbios más que en las gargantas obstruidas pro las membranas y siempre vio los mismo bacilos en forma de maza.
“Y empezó a inyectar los microbios procedentes de los cultivos puros en la traquea de unos cuantos conejos y debajo de la piel de varios conejillos de Indias y todos murieron rápidamente.”
Roux inició a partir de los principios de Loeffer, acompañado de Yersin fueron al hospital de niños y hallaron el mismo bacilo descrito por Loeffer, lo cultivaron en matraces y empezaron a inyectar grandes cantidades de caldo de cultivo a innumerables pájaros y cuadrúpedos. El caldo de cultivo diftérico paralizaba a los conejos. A los pocos días de recibir esos animales una inyección intravenosa pudieron observar como morían victimas de una parálisis.
Roux llegó a la conclusión de que los bacilos segregaban un veneno en el caldo de la misma manera que lo hacen en la garganta de los niños, y donde el veneno pasa a la sangre de estos.
“Tomo unos matraces y puso dentro de ellos caldo esterilizado y sembró cultivos puros de bacilos de difteria, colocándolos después en la estufa del cultivo, pasados cuatro días, en un aparato extraño: un filtro en forma de bujía hueca, de porcelana porosa, el cual dejará pasar el líquido y retuviera los bacilos. Tomando toda clase de precauciones vertieron el caldo saturado de bacilos alrededor de las bujías, mantenidas en cilindros de vidrio; pero no conseguían filtrarlo, pero lograron hacerlo empleando aire a presión, logrando hacer pasar y obteniendo un líquido claro, ambarino, que contenía veneno.”
Inoculó el virus en pequeños conejos y conejillos de Indias, pero estos animales sobrevivieron al virus. Volvió a insistir con dosis mas elevadas de caldo filtrado a los mismo animales, a otros animales, y todo ello daba el mismo resultado, el líquido no contenía veneno. Durante semanas había venido inyectando dosis crecientes de caldo filtrado y un día inyectó una cantidad treinta veces mayor que la media, 35 centímetros cúbicos a un conejillo de Indias, y como era de esperarse, lo mató.
“Así pues dejo que el líquido se cociera durante cuarenta y dos días a la temperatura del cuerpo humano, y al filtrar aquel caldo encontró como cantidades increíblemente pequeñas de ese caldo producían efectos terribles en los animales, tanto que unas cuantas gotas mataban conejos, ovejas y perros grandes.
Consiguió preparar un exacto muy concentrado, que un gramo de aquel producto puro resultaba capaz de matar veinte mil conejillos de Indias o 2 500 perros grandes.”
Pero otro bacteriólogo, Emilio Behring, trataba de observar los microbios de la difteria. Behring tenía dos obsesiones:
La
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