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Cuento ¿Qué le pasa a Dinosaurito?


Enviado por   •  29 de Octubre de 2019  •  Tareas  •  1.561 Palabras (7 Páginas)  •  215 Visitas

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Lorena Pasandín Valeiro

¿Qué le pasa a Dinosaurito?

Érase una vez, en un tiempo en el que la Tierra era habitada por los dinosaurios, una ciudad llamada Dinosauropolis. Ésta tenía colegios, parques, piscinas para cuando hacía calor y muchas atracciones donde los dinosaurios que allí vivían se lo pasaran en grande.

Allí vivía Dinosaurito, él era un niñauro, mitad niño y mitad dinosaurio. Él vivía con mamá y papá dinosaurio y con su hermano pequeño. Dinosaurito era muy alegre, siempre se levantaba de su guarida con una sonrisa como le gustaba a mamá. Un día normal para él era ir al cole, donde le encantaba aprender cosas nuevas sobre todo de sus antepasados, correr por el parque de al lado de su casa, ir a ensayar con su grupo de música, donde él era el guitarrista y jugar con papá y mamá a profesores y alumnos, dónde él por supuesto, era el profesor.

Un día Dinosaurito fue al colegio como siempre, allí estaba con los ojos y las orejas muy abiertas para escuchar a la profesora, que estaba hablando del primer dinosaurio sobre la Tierra. Sin embargo, Dinosaurón, el chico más malo del cole y su grupo empezaron a meterse con él. Empezaron a decirle que no entendían porqué se interesaba tanto por algo que no era, que nunca llegaría a ser un dinosaurio de verdad. Nuestro protagonista ante lo que decían empezó a sentir cómo sus manos de niño le sudaban, su corazón de dinosaurio se agitaba cada vez más rápido, el color de su cara se volvía cada vez más roja y su cola se elevaba hasta el infinito… Fue entonces cuando notó que algo por dentro se removía y no sabía cómo liberarse de esa sensación, ya que no la había notado nunca antes con tal intensidad. Recordó sí mamá dinosaurio, que le daba muchas lecciones y le enseñaba muchas cosas, le había dicho qué hacer cuando se sintiese así, pero era incapaz de pensar en nada más que lo que acaban de decir Dinosaurón y sus amiguitos. Cada vez iba poniéndose más y más rojo hasta que cogió al grupo de alumnos que se estaban metiendo con él y les dio con su cola, que en ese momento estaba muy rígida. Les dio tan fuerte que salieron para fuera de la clase, Dinosaurito no entendía que había pasado, él nunca había actuado de esa manera ni quería hacerle daño a la gente.

Al llegar a casa mamá dinosaurio le riñó al pequeño: “Dinosaurito, nunca vuelvas a ponerte de esa manera, no puedes pegar a otros compañeros, lo que tienes que hacer es sonreírles y ser feliz”, Dinosaurito no entendía nada ¿Cómo iba a sonreír si lo que estaba sintiendo no le dejaba? No obstante, no le dijo nada a mamá porque ya estaba bastante disgustada.

Al cabo de una semana, la tía Dinosauriola acudió a casa del niñauro, venía repleta de regalos para toda la familia. Una piscinita donde mojar la cola para el más pequeño de la casa, un gorro para el sol para Dinosaurito y unos libros para mamá y papá dinosaurio. Sin embargo, a nuestro protagonista no le gustó su regalo, prefería poder mojarse la cola en la piscina, no podía entender cómo el hermano pequeño podía tener mejor regalo que el mayor. Comenzó de nuevo a sentir el estómago revuelto, el corazón latiendo muy rápido, la cabeza sudando y su cola erguida. Esta vez ya ni pensó cómo podía librarse de esta sensación, ya sabía como podía hacerla explotar. Subió todavía más su cola y le dio un golpe a la piscina echando toda el agua fuera y rompiéndola a la mitad, salió corriendo de la casa tirando todo lo que se encontraba alrededor, no podía dejar de pensar que su hermano pequeño siempre se llevaba lo mejor y esto todavía lo ponía más furioso. Siguió corriendo por el medio del bosque, dejándolo sin ningún árbol, ya que por dónde pasaba todo tiraba, hasta que su respiración se iba acelerando cada vez más y sus piernas se cansaban, fue entonces cuando paró en un sitio al que nunca había llegado antes, la otra punta de Dinosauropolis. Siguió andando perdido y triste porque no sabía dónde estaba, quería volver con su familia. Atravesó un lago y en medio de unos arbustos encontró una casa vieja, pero donde parecía que había una luz encendida. Con mucho cuidado, golpeó la puerta tres veces, pero nadie contestó. Decidió entonces probar a abrirla y efectivamente la puerta se abrió con un empujón y un crujido tras él.

La casa estaba muy sucia, llena de polvo, y la madera del suelo parecía como si en cualquier momento se fuese a caer. Dinosaurito muy temeroso probó a entrar en varias habitaciones, hasta que vio algo que le llamó la atención, un pozo de agua en el medio del salón. El niñauro por su interés se asomó para ver qué había dentro de él y de allí salió una voz: “Hola Dinosaurito” dijo una voz dulce y melosa. Dinosaurito no daba crédito, ¿Cómo podía saber su nombre esa voz?, aún así contestó con voz temblorosa: “Hola, ¿por qué sabes mi nombre?”, a lo que la voz contestó: “Sabía que vendrías aquí cuando estuvieses perdido, yo alguna vez también lo estuve y necesitaba que alguien me explicase qué hacer cuando me sentía así”. Dinosaurito estaba sorprendido, él creía en la magia, pero nunca la había visto en persona, y esto si no era magia, no sabía qué podía ser. “Si, estoy perdido porque he salido corriendo y no sé dónde estoy ¿Tú me podrías ayudar? ¡Quiero volver a mi casa!” dijo angustiado y con ansias de que le dijese de una vez por dónde era el camino y se dejase de adivinanzas. “Dinosaurito, antes de indicarte el camino para volver a tu casa te voy a indicar el camino de tus emociones, ¿te parece?”. “No sé de qué me estás hablando, ¡Quiero volver a mi casa y que me lo digas ya!” dijo el niñauro, volviendo a sentir la sensación que había sentido unas horas antes. “Creo que voy a empezar por el principio, esto te ayudará a no perderte nunca más. Hazme caso: ¿Sabes la sensación que sientes ahora mismo? Es una emoción y se llama enfado. Hay veces que algo no nos parece bien y sentimos esa sensación, es muy desagradable ¿verdad? No te preocupes, a todo el mundo nos pasa eso de vez en cuando, yo te puedo enseñar a cómo enfrentarte a eso” dijo la vocecilla comenzando con la explicación. “Yo no me puedo enfadar, tengo que ser feliz y sonreír siempre, lo que estás diciendo no me sirve de nada” le interrumpió Dinosaurito. “Entiendo que te sientas así y que estés confuso, pero he de decirte que porque te enfades de vez en cuando no dejas de ser feliz, hay veces que algunas cosas nos molestan y eso no está mal, simplemente podemos hacer que nos afecte menos si sabemos como manejar esas sensaciones. ¿Quieres que te cuente mi truco?” prosiguió la vocecilla con la explicación. “Bueno, si… si eso hace que no rompa más cosas y mamá se enfade, ¿Se necesita varita mágica, porque el juego de Harrry Potter lo tengo en casa?” dijo Dinosaurito expectante. “No te preocupes no se necesita nada más que tu atención. Cuando empieces a sentir esa sensación tan desagradable cuenta hasta 10, ya me han dicho que eres un niñauro muy listo y que sabes contar más que eso. Vamos a hacerlo juntos: 1,2,3,4,5,6,7,8,9,10. A continuación, vamos a pensar en lo que nos está molestando. Hay cosas que nos pueden molestar mucho como te ha pasado hoy con la piscina, y la sensación es mucho más difícil de controlar, porque si esa sensación es muy muy fuerte y vemos que está a punto de explotar, puedes hacer como hago yo”. De repente se ve salir del pozo poco a poco, muy despacito a una tortuga enorme, Dinosaurito se pellizco por si era un sueño, ya que nunca había visto una. La tortuga que tenía la cabeza por fuera del cascarón la metió hacía dentro. “Esto es lo que yo hago cuando veo que, aunque cuente hasta 10, no sé qué hacer con esa sensación y noto que voy a explotar”, “Pero tortuga, yo no tengo caparazón ¿Cómo lo voy a hacer?” dijo Dinosaurito angustiado. “Tranquilo, tú podrás hacerlo con tus largos brazos, acurrucas tu cabeza entre ellos y te la cubres, eso te protegerá de aquello que te molesta, cuando estés así yo pienso en cosas que me gustan mucho, como poder bañarme en el mar y cuando noto que esa sensación se va yendo, salgo de mi caparazón y hablo de aquello que me molestó para ver si se puede arreglar, ¿quieres probarlo?” dijo la tortuga contenta. “Si, aunque no sé si funcionará…. Pero voy a ponerlo en práctica cuando pueda”.

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