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Dependencia Y Abuso De Sustancias


Enviado por   •  29 de Mayo de 2013  •  2.193 Palabras (9 Páginas)  •  432 Visitas

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DEPENDENCIA Y ABUSO DE SUSTANCIAS

Comenzaremos este apartado refiriéndonos de nuevo al problema del desajuste o desfase entre el mundo ancestral y el moderno. Los primates llevan consumiendo frutas desde hace 24 millones de años, por lo menos. Prefieren además las frutas más maduras, que contienen mayores cantidades de azúcar y de etanol (Dudley 2002). El olor y el sabor del alcohol ayudaban a predecir el valor calórico de la fruta, por lo que los primates desarrollaron una apetencia por el etanol. El problema es que en el mundo moderno existe una disponibilidad de alcohol que en el mundo ancestral no existía. El nivel de etanol en las frutas maduras puede llegar al 5% y la alcoholemia resultante de su consumo no nos facultaría probablemente para dar positivo en un control de alcoholemia. Pero actualmente disponemos de bebidas al¬cohólicas de alta graduación y por culpa de este desajuste podríamos decir que el alcoholismo sería un subproducto de esta adaptación fru¬gívora (Dudley 2004).

Tabla 3.3. Beneficios y Costes de las cinco dimensiones de personalidad

(Adaptada de Nettle, 2006)

Dimensión Beneficio Coste

Extraversión Éxito reproductor

Aliados sociales

Exploración del entorno Riesgos Físicos

Inestabilidad Familiar

Neuroticismo Vigilancia de los peligros

Esfuerzo y competitividad Estrés y Depresión

con consecuencias en la salud física y en las relaciones interperso¬nales

Apertura Creatividad con efecto en la capacidad de atracción Creencias inusuales

Psicosis

Responsabilidad Atención a los beneficios a largo plazo

Mayor esperanza de vida

Cualidades sociales desea¬bles Incapacidad de aprove¬char beneficios a corto plazo

Obsesividad

Rigidez

Amabilidad Atención a los estados men¬tales de los demás

Relaciones personales armo¬niosas

Altamente valorado como compañero o colaborador Posibilidad de ser víc¬tima de engaño social.

Incapacidad de opti¬mizar los beneficios personales

Además de que el etanol en pequeñas cantidades formó parte de la dieta natural de los primeros humanos, las bacterias intestinales también lo producen, por lo cual es comprensible que el organismo cuente con un sistema enzimático específico para el metabolismo enó¬lico. Sin embargo la actividad de la alcohol deshidrogenasa (ADH) y la acetaldehído deshidrogenasa (ALDH) varía según los grupos étnicoslo que sugiere variaciones adaptativas a dietas diferentes en cada zona geográfica a lo largo de los últimos 100.000 años. La variedad de ALDH de algunos pueblos asiáticos metaboliza más lentamente el acetaldehído, por lo que la exposición al alcohol puede producir reac¬ciones tipo antabus, con náusea y malestar. Esto podría proteger frente al alcoholismo, pero la actividad de las enzimas que intervienen en el metabolismo del alcohol no es, lógicamente, el único factor que influ¬ye en el desarrollo de la dependencia, tal como demuestra la elevada incidencia de alcoholismo en indios nativos norteamericanos cuya ac¬tividad enzimática es similar a la de los caucásicos.

La ingestión de sustancias psicoactivas tiene también una larga tra¬dición. Estas sustancias, que se cree son producidas por las plantas para protegerse de los depredadores, han sido consumidas desde tiem¬pos ancestrales como una forma de aumentar la cohesión del grupo y la cooperación, siendo utilizadas normalmente en rituales y ceremo¬nias (Nesse, 2002a).

Sin embargo, cuando estas sustancias se utilizan en grandes can¬tidades no estamos ya ante un proceso adaptativo sino que lo que se hace es puentear o secuestrar circuitos cerebrales, en particular, los de recompensa, que se diseñaron para otras funciones, fundamental¬mente de supervivencia (alimentación, conducta sexual, ejercicio) y actividades de tipo social (logros, status). El circuito de recompen¬sa, de localización mesolímbicomesocortical, está formado por vías dopaminérgicas que desde el área ventral tegmental proyectan hacia el estriado, núcleo accumbens, amígdala, septum y cortexprefrontal. Las sustancias psicotropas producen un estimulo no condicionado en estas vías ascendentes con lo que se incentiva el consumo poste-rior de la droga. En personas dependientes el mero olor de la droga puede estimular el circuito, desencadenando el consumo. El circuito carece de un mecanismo de parada, porque en tiempos ancestrales su actividad cesaba cuando se acababan los recursos disponibles. La disponibilidad de drogas actuales hace que la estimulación repetida

de estas vías provoque una regulación a la baja (down-regulation) con lo que se necesita un incremento de la dosis para producir el mismo efecto apareciendo el fenómeno de la tolerancia (Hill y Newlin, 2002).

El alcohol y las BZD se unen también a receptores gabaérgicos, por lo que tienen un poderoso efecto ansiolítico. Por contra, si retiramos estas sustancias aparece ansiedad y síntomas de rebote, lo que favore¬ce la continuación del consumo. La amígdala, en concreto, interviene en el aprendizaje de las situaciones de miedo a través del glutamato. Al inhibir la acción glutamatérgica, el alcohol puede producir una re¬ducción del miedo y un aumento de las conductas de riesgo, e incluso de la agresividad. Por otra parte, al igual que los opioides, el alcohol posee intensos efectos antiagresivos, pero su retirada puede provocar agresión. Por lo tanto la agresión podría aparecer tanto en la intoxica¬ción alcohólica como en la abstinencia.

Otros sistemas cerebrales implicados en la dependencia a sustan¬cias están regulados por opiáceos endógenos y por neuropéptidos y evolucionaron en parte para fomentar el vínculo social y el apego. En experimentos en animales los opiáceos y la oxitocina reducen el estrés de separación. Según este enfoque el consumo de opiáceos puede in¬ducir una falsa seguridad a nivel social. Algunos estudios en humanos han confirmado que los individuos que desarrollaron en la infancia unos vínculos sociales inseguros con sus figuras parentales tienen un riesgo especial de desarrollar un abuso y dependencia de opiáceos.

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