El Dia Que Nietzsche Lloro
AlexiaPereda1 de Octubre de 2014
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El día que Nietzsche lloró
El doctor Breuer, eminente médico de Viena, está de vacaciones con su mujer en Venecia cuando una misteriosa mujer, Lou Salomé le convence para que trate a su amigo, el filósofo Friederich Nietzsche, para que cure su desesperación y evitar que se suicide. Este trato se hace a espaldas de Nietzsche ya que su relación con Lou no es buena en esos momentos.
Lou se las arregla para que Nietzsche llegue a la consulta de Breuer y este empieza a tratarle. Pero pronto se da cuenta de que el extravagante y sensible filósofo no acepta su desesperación y que en cambio achaca todos sus síntomas a causas biológicas. Breuer quiere tratarlo con el mismo método con el que había tratado a la paciente que ahora ocupaba su obsesión y su tiempo, Bertha, a la cual había conseguido paliar sus síntomas de histeria a través de sesiones basadas en el desahogo, contar las experiencias traumáticas para encontrar el factor origen de los problemas psicológicos que padecía.
Nietzsche se mostró reticente, pensaba que someterse a ese tipo de sesiones suponía una vergüenza y una pérdida de poder frente al doctor. Breuer inventó una estratagema para poder tratarlo: le pidió a Nietzsche que le ayudara a él mismo a curar su desesperación mientras él cuidaba de su cuerpo. A pesar de ser la intención del doctor darle la vuelta a los papeles y recuperar su posición y que Nietzche volviera a ser el paciente, no lo logró y progresivamente fue dándose cuenta de que su desesperación era muy profunda y difícil de extirpar.
Después de aproximadamente un mes de sesiones con Nietzsche, en las cuales él mismo usaba su propio método de deshago, de “deshollinación”, Breuer se sentía al borde de la desesperación extrema. Le agobiaba pensar que estaba encerrado en una vida que no había elegido y que pronto moriría sin siquiera haber empezado a vivir. Entonces le pidió a su amigo Sigmund Freud que utilizara el magnetismo animal con él, se imaginó que cumplía su obsesión: que se iba de su casa librándose de su mujer, volvía con Bertha y hacía vida lejos del asfixiante formalismo vienés. Hipnotizado, se dio cuenta de que para Bertha él no era lo que creía, que se encontraría solo en un lugar desconocido y sin saber a qué agarrarse. Entonces añoró su hogar y su esposa. Despertó y se alegró de no vivir realmente su sueño. Por fin podría vivir tranquilo, ahora sabía que su vida era exactamente como él deseaba, la había elegido.
En el mes de sesiones Breuer consiguió acercarse algo a Nietzsche, de naturaleza reservada. Cuando Breuer se curó después de aquel tratamiento con magnetismo animal, Nietsche se sentía decepcionado. En el fondo, mientras ayudaba a Breuer a curar su obsesión por Bertha lo que buscaba era curar la suya propia, su obsesión por Lou Salomé, y ahora su paciente estaba curado y él no. Los dos se sinceraron y Nietsche confesó todo. Breuer intentó hacerle ver a Nietzsche que, al igual que había él había descubierto con Bertha, su idea de que para Salomé él sería inmortal y único era falsa. Nietzsche lloró y se libró de su obsesión, pero se dio cuenta de que, si bien una parte de él necesitaba el reconfortante calor de las relaciones humanas, él elegía seguir en su soledad. El verdadero anticristo no podía tener fe en otra religión que no fuera la suya.
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