El Pequeño Instructivo De Cómo Ser Huevón Sin Fracasar En La Vida
Cntia.zav7 de Diciembre de 2013
10.283 Palabras (42 Páginas)706 Visitas
Susanne Cane y Olvera
El reto de sobrevivir, siendo huevón, se facilita un poco.
Tener diez millones de dólares en el banco no le da a uno solamente el derecho de ser huevón, sino el
derecho también de no tener que leer este libro. Es irónico que aquél que tiene el dinero para este libro,
¡no tendrá que comprarlo!
Pero éste no es tu caso, ¿verdad? Desafortunadamente, la gran mayoría de nosotros no nacimos en una
familia muy rica, ni tenemos diez millones de dólares en el banco. Sin embargo, tenemos que enfrentar
el serio problema de no fracasar siendo huevón. Hay mucha gente que es muy trabajadora y fracasa de
todos modos. Si ellos fracasan, ¡¿qué nos espera a nosotros, los pobres huevones del mundo?!
Creo que ya ha llegado el momento de resolver esta grave situación. Tenemos que encontrar la manera
de echarla — sin tener que pagar las consecuencias desagradables en el futuro. Hay que encontrar la
manera de utilizar la hueva como un recurso humano un ingrediente positivo, un dispositivo para
superar, progresar y avanzar.
Ese es el reto.
CAPITULO UNO
VEINTICUATRO HORAS Y NI UN MINUTO MAS
Se me hizo tarde....No me alcanzó el tiempo....” ¿Cuántas veces lo has oído? ¿Cuántas veces lo has
dicho? ¿Cuántas veces te has quejado que nunca tienes suficiente tiempo para poder hacer todo lo que
hay que hacer?
Tengo malas noticias: Vas a tener que aprender a caminar y mascar chicle simultáneamente para
ahorrar tiempo — porque, en este planeta en el cual vivimos, sólo hay veinticuatro horas en el día - y
nunca vas a tener ni un minuto más. Si no tienes tiempo para realizar tus actividades ahora y, además,
no cambias tu manera de hacerlas, nunca te va a alcanzar el tiempo porque no lo estás utilizando de
manera eficiente. Cuidado con eso, ¡el tiempo es vida! Junto con cada minuto perdido, se va un pedazo
de tu vida también.
No vayas a llorar por cuanto mis sugerencias te van a hacer trabajar. Relájate. Los trabajos no van a
aumentar. Van a seguir siendo igual que antes. El chiste es hacer el trabajo de tal manera que te cueste
menos esfuerzo.
Recuerda el tema de este libro. Si se tratara de cómo trabajar demasiado, me hubiera dado bastante
flojera escribirlo.
Hay que ponernos a pensar en los superexitosos del mundo. ¿Sus días contienen más horas que los
tuyos? No, ¿verdad? Si ellos pueden lograr algo, con el mismo tiempo, por supuesto que tú puedes
lograrlo también. Ahora, ¿te quejas de que vas a tener que trabajar? De eso, no hay ninguna duda. Todos tenemos que trabajar, queramos o no — con o sin este manual. Lo que tienes que evitar es
trabajar más de lo necesario. Si estás leyendo este libro, es fácil adivinar que esa es una de tus metas.
Una de las grandes verdades de la vida es que todo se paga. Los trabajos se pagan igual como las
cuentas. Se pagan ahora o se pagan después. En el caso de las cuentas, lo que uno carga a su tarjeta de
crédito, se paga después— pero, por los intereses, se paga más. Los intereses se acumulan y la cuenta
sube.
VERDAD DE LA VIDA NUMERO DOS:
TODO EN ESTA VIDA SE PAGA.
Seguro que ya has aprendido que todo sale más barato si pagas de contado. Es doloroso para el codo,
pero el dolor es menor que cuando lo tratas de posponer. Con la cuenta pagada, ya no piensas en el
dinero. Ya no agonizas por cuándo la cuenta te va a llegar, o por cuánto vas a tener que pagar. Además,
dos y tres meses después, no tienes que vivir con la angustia causada por los intereses.
Algo similar pasa con los trabajos. Trata de recordar algún trabajo que dejaste hasta el último
momento. ¿Recuerdas cómo pasaste todo ese mes pensando en él? Pensando en ¿cómo lo ibas a tener
que hacer aunque no tuvieras ganas de hacerlo? Pensando en ¿cuánto tiempo te ibas a tomar para
elaborarlo? Pensando en ¿si lo ibas a terminar a tiempo? Y cuando empezaste a hacerlo tres días antes
de la fecha límite, ¿recuerdas la angustia? ¿Recuerdas cómo no podías salir a hacer otra cosa durante
esos tres días? ¿Recuerdas cómo no podías pensar en otra cosa? y ¿cómo tu novia se hartaba de ti?
¿Recuerdas los dolores de estómago por el miedo de que no ibas a terminar a tiempo? y ¿cómo no te
atrevías a tomarte el tiempo ni para dormir? y ¿cómo tuviste que faltar dos días al trabajo? Y ¿cómo te
descontaron dos días de sueldo? ¿Acaso fue una verdadera felicidad? Pues no, ¿verdad? ¿Quieres otra
experiencia igual?
Hay otra manera de hacer las cosas. Imagínate que tienes un mes entero para completar un trabajo, pero
que es un trabajo que no requiere más de tres días. Tienes dos opciones básicas para establecer un
calendario de trabajo. La primera es agonizar durante veintisiete días pensando en el trabajo y,
finalmente, ponerte a trabajar en ello durante los últimos tres. La segunda opción es hacerlo durante los
primeros tres días y, después, descansar durante los siguientes veintisiete. Piensa en ¿cuál método le
causaría menos daño a tu hígado? Haz de cuenta que no es contra la ley hacer un trabajo durante los
primeros tres días del plazo, guardarlo en un cajón hasta la fecha de entrega, y, mientras, pasar esos
veintisiete días a gusto ya que no tienes esa presión encima. Es un descanso pensar en lo que ya hiciste
— porque lo que ya hiciste es algo que ya no lo tienes que hacer.
VERDAD DE LA VIDA NUMERO TRES:
LO QUE YA HICISTE, YA NO LO TIENES QUE HACER.
Uno no puede ser un verdadero huevón mientras piense en los trabajos que todavía tiene encima. El
chiste de ser huevón no es solamente no trabajar, sino tampoco tener que pensar en trabajar. El
verdadero huevón no vive con una lista de pendientes.
Ahora, ¿qué tal si te echas ese trabajo como sea - y ya? Eso puede ser una gran tentación. El trabajo lo
haces de la manera más rápida sin pensar en su calidad. Lo entregas, y ya. Pero ¿qué tal si te lo
regresan para que lo hagas bien? ¿Cuánto tiempo te ahorraste? No mucho, ¿verdad? En realidad, te va a
terminar costando el doble del tiempo, ¿verdad? Eso nos lleva a la siguiente ley de la vida huevona: Hay que hacer bien las cosas la primera vez — para
no tener que hacerlas una segunda vez,
VERDAD DE LA VIDA NUMERO CUATRO:
HAY QUE HACER BIEN LAS COSAS LA PRIMER VEZ — PARA NO TRABAJAR DOBLE.
Toma menos tiempo hacer algo bien, que tener que hacerlo dos veces.
Pasa exactamente lo mismo que con los productos. ¿Recuerdas los zapatos que te iban a costar
trescientos pesos pero, por codo, te compraste otros en cien? ¿Recuerdas como se deshicieron en la
lluvia? — y ¿cómo, finalmente, regresaste a la tienda a comprar los de trescientos? ¿Recuerdas que
terminaste pagando cuatrocientos pesos en vez de trescientos? ¿Recuerdas cómo tu mamá siempre te
decía que lo barato cuesta caro? Esa es una de las leyes de la vida —siempre y con todo— con los
productos y con los trabajos — con las cosas y con el tiempo.
VERDAD DE LA VIDA NUMERO CINCO:
IGUAL COMO CON LOS ZAPATOS, EN TÉRMINOS DE TIEMPO, LOS TRABAJOS BARATOS
TE CUESTAN CAROS.
Si piensas que nada de eso importa porque, malinchista que eres, todo el trabajo importante, igual como
los inventos significantes del mundo, se hace en el llamado primer mundo, ponte a pensar otra vez.
Casi todos nosotros aquí en México sufrimos de la tendencia de pensar que los países industrializados
producen más solamente porque tienen más ventaja. No hay manera de negar que la gente de los
Estados Unidos y de Europa Occidental y de Japón sí hayan logrado mucho. Pero debemos tomar un
momento para analizar por qué.
Con el clima que tuvimos antes en el Distrito Federal, ¿quién se hubiera tomado la molestia de inventar
un sistema de calefacción o de aire acondicionado? Si los mexicanos no inventaron los sistemas de
calefacción o de aire condicionado, ¿es posible que fuera debido a una simple falta de necesidad? Ponte
a pensar. ¿Es posible que las invenciones del hombre blanco no sean por blanco sino por la necesidad?
Ahora, dices que la aspiradora, que el horno de microondas, que la batidora, que la lavadora de ropa...
En México mucha gente tiene la ventaja de la servidumbre. La servidumbre cuenta tanto como una
parte de la vida cotidiana que hasta existe un dicho que dice que la muchacha no trae la felicidad a la
casa, pero, cuando ella se va, se la lleva consigo. En los Estados Unidos la vida es muy diferente. La
señora estadounidense no tiene una muchacha que trabaje en la cocina, que barra el suelo, ni que lave la
ropa en el lavadero de la azotea. Todos estos trabajos, la señora estadounidense los tiene que hacer con
su propias manos, y es precisamente ese hecho el que explica las invenciones domésticas para
simplificar los trabajos hogareños. En México, si el señor de la casa no provee una batidora o una
aspiradora a la muchacha para hacer su vida más fácil y más placentera, a la señora mexicana no le
importa mucho, y el señor no sufre ninguna
...