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Estado mental “Dedico este libro a mi familia, la cual siempre ha sido el motor fundamental para mejorar cada día más.


Enviado por   •  18 de Enero de 2018  •  Trabajos  •  7.793 Palabras (32 Páginas)  •  131 Visitas

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“Dedico este libro a mi familia, la cual siempre ha sido el motor fundamental para mejorar cada día más.

Asimismo a mis amigos; personas muy importantes para la creación de esta historia.”

CAPÍTULO I

Caminando con una mirada desorientada bajo el intenso sol del mediodía, llegó hasta el lugar que menos deseaba desde que salió de la pequeña casa de alquiler donde convive con su madre. Se paró frente al pomposo hotel de 20 pisos de altura, entró lentamente acercándose a la recepción, y con recelo preguntó:

  • ¿se encuentra el dueño del lugar?

Una señora de edad mayor levantó la mirada de la pantalla del computador, se sacó los lentes y mirándolo de arriba hacia abajo. Le contestó:

  • ¿Usted tiene cita?  
  • No, pero no creo que sea tan necesario tenerla. Dijo con voz inocente.

Y realmente no lo era, la persona que se encontraba allí, en la oficina del último piso, sentado en el sillón de cuero americano, con elegante traje gris y  fumando un gran habano, era el dueño, su padre.

Su infancia con él fue coartada por las típicas decisiones maduras de los adultos. Para su progenitor, Danel no fue más que una carga en su exitoso rumbo a seguir; y aunque a sus nueve años no llegó a comprender nada de lo que sucedía a su alrededor, el tiempo lo ayudó.

Lo ayudó a entender que los hombros de papá ya no serían el lugar más grande del mundo, que no tendría a nadie a sus espaldas a la hora de aprender a andar en bici porque el doble turno de mamá en el trabajo del hospital como enfermera auxiliar no lo permitía. No habría nadie en sus errores y logros; las frases motivadoras junto con las palmadas en la espalda de “todo ira mejor” se esfumaron, entrando en un estado de resiliencia donde una sonrisa era su mejor versión.

Diez años después, manteniendo esa misma sonrisa en su rostro, se reencontró con él.

El momento se acercaba, los números del ascensor principal empezaban a descender desde el vigésimo piso. Uno a uno la aguja señalaba los números hasta que, faltando los últimos tres para que llegue al lobby, Danel comenzó a experimentar nauseas, pero no una de sus tantas sensaciones mentales causadas por su debilidad psicológica – emocional; está vez, y por primera vez, era algo físico, algo real.

Al abrirse las puertas del ascensor, su estómago se empezó a revolver observando que todo se movía locamente a su alrededor. En cada paso que daba el padre para acercarse a él, sentía como una fuerza incontrolable emergía desde la boca del estómago y subía por su garganta

Su padre llegó y mirándolo extrañamente por su repentino aspecto pálido, le dijo

  • ¡¿Qué?! ¿Quiéres vomitar?

Y como si se tratase de alguna predicción divina, eso fue justo lo que hizo. Danel abrió su boca y sin reparo alguno roció con un líquido café los mocasines blancos del jefe; al igual que la baldosa bajo sus pies.

Al terminar su corta pero espesa respuesta, tan solo levanto la mirada y, aun mareado y tembloroso, pidió disculpas; mientras que su padre asentó con una leve sonrisa en su rostro y un fuerte puño en el de él. Sin importarle nada, solo sus zapatos, lo golpeó fuertemente en su ojo izquierdo, Danel cayó junto al vómito que en el pasado fue su pobre desayuno.

  • Lo siento, lo siento; siguió repitiendo mientras cerraba sus ojos.


CAPÍTULO II

Recostado sobre un sofá, Danel abrió finalmente los ojos algo desorientados, se sentó y, mientras sostenía una bolsa con hielo en la parte superior de su rostro, le dijo:

  • Lo siento por lo sucedido abajo.

Su padre que estaba sentado del otro lado de la habitación con un habano en su boca, se levanta y después de soltar una gran bocanada de humo, le contestó:

  • Te disculpas mucho. ¿sabías?

Danel se levanta y aún con el rostro mojado por el hielo derretido, le respondió:

  • El perdón es la mayor virtud que puede tener el hombre.
  • ¡¿En serio?! – contestó el padre - No vas a estar por allí disculpándote por todo en la vida; eso es debilidad.
  • No se trata de quien es el más débil, es buscar y hacer prevalecer un bien común.
  • ¿bien común? – replicó – ¡Exacto!, algo que realmente no quieres. Te estas reprimiendo a lo que sinceramente deseas.

Danel, con una furia en verdad reprimida, se quitó el hielo de su rostro y lanzándolo al piso, le respondió

  • No se trata de ganar; debes ser feliz y …

El papá lo interrumpió y enérgico le dijo:

  • ¡Cómo puedes ser feliz si no obtienes lo que quieres! – continuó – No te engañes hijo; no seas débil.

Inmediatamente el ambiente se sintió tenso; tenso por dos fuerzas que iban en direcciones opuestas y se habían encontrado frente a frente.

Después de un instante de silencio, su padre preguntó:

  • Y entonces… ¿Qué vienes a hacer acá?

Danel suspiró y contestó:

  • Mamá enfermo ¿sabes?, y necesita dinero para hacerse unos exámenes. Necesito un empleo.

Su padre asumiendo la posición de jefe, le dijo:

  • Estas de suerte, un botones acabo de renunciar esta mañana y con el dinero de su liquidación que me negué a pagarle, te podría contratar. ¿tienes experiencia verdad?

Antes de contestar perdió su mirada y pensamiento en lo que acababa de decir; en cómo pudo dejar sin una remuneración económica a un trabajador que tal vez este en la misma o peor situación que él; pero era de esperarse de un sujeto que acababa de recibir a su hijo con un golpe después de quince años.

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