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Honor

abraham_4433Informe26 de Mayo de 2013

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onor: es equivalente a dignidad, decoro, distinción, honradez, conciencia, decencia, honestidad, nobleza, probidad, entereza, lealtad, recato, pudor, vergüenza, gloria.

Los institutos de formación profesional de la Fuerza Armada Nacional (FAN) manejan mucho el concepto del honor. Existen Consejos de Honor para valorar las faltas al honor; existe un honor militar, así como existe ¿un honor entre rateros? Cantamos al honor al levantarnos, durante la primera formación de trabajo y durante todo el día estamos rindiendo culto al honor hasta en la noche cuando las notas de del corneta llamando a Silencio, nos señalan que ese día, fuimos cadetes honorables. Y se trabaja durante los cinco años de formación con un cartoncito que se llama el Código de Honor del Cadete, en el cual una de las faltas más graves, es no cargarlo en el bolsillo y sabérselo de memoria, acompañado con dos pañuelos, un peine y un cortaúñas.

Cuando un cadete va a salir a la calle franco de servicio en su paseo de fin de semana, la primera revista que se le hace en la formación es “Dos pañuelos, peine, cortaúñas y Código de Honor”. Antes que revisarse la presentación personal y el cumplimiento de tus obligaciones académicas, militares y disciplinarias; la presentación del paquetico con los dos trapitos blancos e impecables, el peine de carey, el cortaúñas metálico y el decálogo empastado con las normas nobles, tenia que estar a la mano.Manos impecables estiradas al frente en posición horizontal y escrupulosamente manicuradas para pasar revista del corte de uñas y el uso del aparatico en cuestión, sonadores de moco intachables en la blancura y la nívea presentación y por supuesto el Código de Honor del Cadete; suerte de tablas de la ley del Dios “Superior” que te obligaba a recitar al caletre todos y cada uno de los artículos; bajo pena de pagar doscientas presentaciones como mínimo o si estabas de mala, una soberana “mierdera”.

No cargar ese ajuar de honestidad, esa dote de probidad, ese capital de distinción y ese menaje de decencia que significaba el pasaporte hacia el Olimpo de la Vergüenza y el recato del Instituto de Formación Profesional de donde se procediera (Academia Militar de Venezuela, Escuela Naval de Venezuela, Escuela de Aviación Militar y Escuela de Formación de Oficiales de la Guardia Nacional, según fuera el caso); significaba que automáticamente ibas a uniformarte de “Campaña a toda vela” y pasar todo el sábado y domingo redoblando paso en el Patio de Ejercicios, mientras que tus compañeros de promoción y de farra sabatina, disfrutaban de su permiso.

Así es la vida de formación profesional del futuro oficial de la Fuerza Armada Nacional y así se machacaba conscientemente para que se internalizara el concepto del Honor. Un estribillo que se subraya de manera porfiada en toda suerte de contingencia castrense. Para todo hay que apelar al honor.

Desde el toque de Diana hasta el toque de Silencio, la vida de los cuarteles es una especie de culto permanente al honor. Incluso hasta para dormir en las formas, maneras y atributos, el militar sigue en una inquebrantable fe en el camino de alcanzarse en su Nirvana particular, en el cultivo del valor del honor.

El Himno de la Academia Militar de Venezuela (el Alma Mater del componente Ejercito) remacha que a la patria debemos una contribución de inmortal agradecimiento y de amor, porque este había sido fundado para hacerlo guardián de su honor; igualmente si revisamos el de las otras escuelas observamos que se repite la palabra honor con cierta ratificación hasta fastidiosa.

El Himno del Ejercito en la segunda estrofa señala que “y si el brazo extranjero se atreve, a infamar de este suelo el honor, antes muerte mil veces nos llegue, que rendirnos al torpe invasor”.

El himno de la Armada de Venezuela reza “Al combate valientes marinos, nada importa morir en la mar, si se salva el honor militar, y la patria y sus nobles destinos.”

Los aviadores no se refieren al honor de manera textual pero hablan del patrio decoro cuando entonan hasta el fastidio, con el pecho lleno de aire: ““Aviadores unidos juremos, en las notas del himno sonoro, que luchando hasta el fin moriremos, en resguardo del patrio decoro”.

La Guardia Nacional que tiene como lema “El honor es su divisa” se desgañita en los patios de formación en su coro “Ante Dios y la Patria juramos, con sincera y profunda emoción, que el deber por consigna llevamos y por alta divisa el honor”.

En fin, el honor es un comodín que sirve de escudo en la propia vitalidad de la Fuerza Armada Nacional (FAN); sirve para todo y sirve para nada. Convenientemente, en las posiciones de poder sirve para perseguir, para hostigar, castigar, reprimir, sancionar y amenazar; pero como modo de vida, como balanza y equilibrio en las actuaciones del poder militar, como coco cuando se va a meter la mano y otras extremidades en las arcas publicas, es mejor que continúe en el sótano de la indignidad y dejarlo para esas ocasiones rimbombantes de las fiestas patrias, cuando los cadetes desfilan con sus uniformes impecables, sus zapatos pulidos, su paso marcial y sus anhelos de coronar exitosamente su carrera profesional; sin pensar que mas allá de la entrega del sable en la ceremonia de graduación conjunta, hay una vida de trapisondas, de zancadillas, de maniobras arteras contra el honor militar.

Estos tiempos revolucionarios me han permitido aclarar algunas dudas que arrastraba desde los lejanos tiempos de cadete, ante esos requerimientos compulsivos que hacían algunos superiores, cada vez que estaban ladillados y querían desestresarse; de exigir a todo subalterno que se le atravesara en el camino, con actitud de malandrín y entonación de quien esta pidiendo peaje en cualquier callejón de barriada: “Epa Cadete, dos pañuelos, peine, cortaúñas y Código de Honor”.

Ante tanto asalto a las arcas publicas por parte de nuestros uniformados, ante la invasión cómplice de Fidel Castro y sus barbudos, ante la destrucción de la organización por la lenidad de sus mandos capones, ante la disminución de la cacareada soberanía, ante el desprestigio de sus cuadros militares, ante la desinstitucionalizacion de la Fuerza Armada Nacional, frente al peligro de la desaparición de la unidad nacional ante las mentes estólidas del Alto Mando Militar; en fin ante tanta cobardía personal, blandura grupal, temor colectivo, sumisión institucional., genuflexión lacayuna, apocamiento de escroto, humillación organizacional, capitulación unitaria, rendición histórica y entreguismo manifiesto de los bufones con soles que hacen cabeza en la organización militar; he conseguido al fin una justificación para cada uno de aquellos requerimientos de la vida de cadete.

Soy fanático del cine y me rindo ante la trilogía cultivada en la saga de Francis Ford Coppola en El Padrino. Pero, al mismo tiempo, filmes como El Golpe, El Gran Gatsby, Los Intocables, etc. tienen mi atención y forman parte de mi colección particular, que reduce, hasta niveles manejables, el stress revolucionario de la coyuntura cuando las proezas de la nomenclatura del régimen no concilia lengua y cerebro, razón y pasión, verbo y hecho; normalmente en la mayoría de sus actuaciones.

He aprendido de esas cintas que un verdadero mafioso debe atender a unas formas en su vestuario y presentación, más allá del delirio. Y que observa hasta la muerte, el cumplimiento de unos códigos para mantener vigente su organización delictual, sobre el templo del honor.Quien se salga de esas formas, no asciende en el escalafón del delito, y la muerte es la consecuencia de salirse de la carretera que lleva al Obelisco que se levanta en el campo del delito, que es el honor.

Un delincuente de altura debe tener las uñas escrupulosamente manicuradas y las manos celosamente amansadas con cremas y protegidas con la blancura de los guantes.

Un mafioso que se precie, debe trazar rigurosamente la carrera de su peinado y no permitir que una greña de su corte militar se salga de formación.

Uno de sus níveos pañuelos debe estar presto para secar alguna indiscreta gota de sudor que corra imprudente por sus cuidadas y lisas mejillas, después de una rigurosa y meticulosa afeitada a navaja limpia.

Pero, complementando esas maneras, el cartoncito que decanta en el decálogo de las virtudes militares y que se conoce como el Código de Honor, tiene muchas aplicaciones y es el fiel de la balanza en las actuaciones de los militares venezolanos.

Mientras no se cumplan los diez artículos reseñados en él, sus integrantes sigan aferrados al código de la Omerta y no se ajuste el comportamiento militar a ese decálogo, la Fuerza Armada Nacional (FAN) tendrá comportamiento de mafia siciliana, de Camorra napolitana, de Cosa Nostra, de organización delictiva de cuello blanco y no pasara de ser otra organización con El Padrino Don Giorgio Luigi García Carneiri ejerciendo funciones de Capo di Tutti di Capos; los comandantes de componentes como Capos de Familias, el cuerpo de generales y almirantes como Capos de familias menores, el resto de los cuadros militares como soldados y las funciones institucionales, consagradas en el articulo 328 y 329 de la Constitución Nacional de la Republica Bolivariana de Venezuela las parcelas del delito correspondiente a prostitucion, drogas, protección, juego, licores, etc. que corresponden a la mayor fuente de ingresos de la familia.

Todo esto queda confirmado, con la reciente decisión, argumentada en corrupción, del Presidente de la Republica de desactivar una Unidad de

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