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LA MORALIZACIÓN DEL INDIVIDUO.

MCARMENMDZResumen6 de Julio de 2018

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LA MORALIZACIÓN DEL INDIVIDUO

CAPITULO 8.

La moralización del individuo consiste en ordenar cada uno de sus actos humanos a su sin propio, es decir, a su fin último y eterno.

Sus tres elementos constitutivos objeto, fin y circunstancias deben estar ordenados al fin último; todo acto debe estar de acuerdo con la ley moral natural y la conciencia debe ser verdadera, recta y cierta, debe tener una conducta moral estable que no se logra con actos esporádicos, sino con hábitos o virtudes.

Los accidentes son los hábitos, cualidades de tipo permanente que posee un sujeto y que lo disponen al bien o al mal. El hábito es una cualidad difícilmente removible que perfecciona al ser o a la operación.

Hay dos tipos de hábitos: tentativo y operativo.

Los hábitos operativos sólo se dan en las facultades espirituales, ya que éstas no están determinadas de una manera absoluta, se dividen en:

1) Hábitos operativos del entendimiento: determinan a la potencia cognoscitiva.

Entendimiento especulativo: ciencia, inteligencia, sabiduría.

Entendimiento práctico: arte, prudencia.

2) Hábitos operativos de la voluntad. Justicia: regula el egoísmo. Fortaleza: regula el apetito concupiscible. Templanza: regula el apetito concupiscible.

La recta razón, género común que se incluye en la definición de las virtudes innatas y de las adquiridas.

Los hábitos pueden proceder de tres fuentes:

1. De Dios: sobrenaturales o infusos.

2. De la naturaleza: naturales o innatos.

3. De la repetición de actos: adquiridos.

La virtud es un hábito para obrar bien.

Un hábito puede llamarse virtud porque da facultad o aptitud para obrar bien y porque junto con esta facultad confiere también su bien uso.

A los hábitos operativos del entendimiento se les llama virtudes intelectuales por perfeccionar a la facultad de la inteligencia.

El arte, virtud intelectual del entendimiento práctico, consiste en la disposición del entendimiento, no ya hacia la verdad teórica sino a la práctica.

Estas cuatro virtudes ciencia, inteligencia, sabiduría y arte, se parecen entre sí porque ninguna hace buena a la obra con respecto al uso.

La prudencia al igual que el arte, es un hábito del entendimiento práctico, pero se distingue de él en que confiere tanto la aptitud para obrar bien como el uso de dicha aptitud.

Las virtudes morales o volitivas guardan el equilibrio entre las opciones y las realizaciones del individuo. Se definen como el hábito de escoger manteniéndose en el medio justo, señalado por la razón.

Deben tener características como: ser voluntarias, interiores, debe estar en conexión especialmente con la prudencia, ordenarse al fin último absoluto, conferir el buen uso, ser íntegra. Si no cumple con alguna de estas características no puede ser moral, sino que se queda en el nivel de lo fáctico; es decir que no cumplen con alguno de los requisitos de las virtudes volitivas morales.

El objeto de las virtudes volitivas morales es el bien moral dictado por la razón y el sujeto próximo es la voluntad o cualquier otra potencia movida por la voluntad, ya que la virtud reside en las facultades capaces de consumar obras buenas.

La virtud volitiva moral es el hábito de escoger manteniéndose en el justo medio señalado por la razón.

Las virtudes cardinales con el gozne sobre el cual se apoya y gira la vida moral. Sobre ellas se apoyan las demás virtudes y, a semejanza de los cuatro puntos cardinales son las cuatro directrices de la conducta del hombre.

Las virtudes volitivas morales son: prudencia, justicia,

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