LOS ANORMALES

MATERIA: Antecedentes del método psicoanalítico

TEXTO: Los anormales – Michael Foucault

CITAS TEXTUALES QUE RESCATO, PORQUE LLAMARON MI ATENCIÓN:

“Se trata de discursos que en última instancia tienen un poder de vida y muerte. (…) funcionan en ella como discursos de verdad, de verdad por su status científico o como discursos formulados, y formulados exclusivamente por personas calificadas, dentro de una institución científica. Discursos que pueden matar, discursos de verdad y discursos que dan risa.” (Foucault, 1975, p.20)

“(…) Monstruosidad de comportamiento que traslada la vieja categoría del monstruo, del dominio de la conmoción somática y natural al dominio de la criminalidad lisa y llana. (..) Vemos surgir una especie de ámbito especifico, que será el de la criminalidad monstruosa o la monstruosidad, con su punto de efecto no en la naturaleza y el desorden de las especies, sino en el comportamiento mismo” (Foucault, 1975, p.81)

MI COMENTARIO, REFERENTE A LAS ANTERIORES CITAS Y EN RELACIÓN A LA MATERIA

Pensar en el discurso es convocar una serie de factores que se tejen entre si alrededor del ser humano. Estos tienen un impacto específico dependiendo del valor que se les otorguen, pero, ¿qué/quienes le dan un posicionamiento de jerarquía para convertirlo de un simple discurso a posicionarlo en un lugar de verdad? La asociación que realicé en la primera cita fue inmediata; a mi cabeza llegaron todos esos discursos pronunciados por personajes como Donald Trump. Discursos que dan risa, pero causan un impacto no solo subjetivo, también fáctico: qué tiene el poder de matar. Discursos que son tomados y reproducidos en cadena hasta que se hacen de ellos una realidad, se insertan en el Otro de la cultura.

Es a partir de estos discursos que sucede una transgresión de lo natural hasta el comportamiento mismo, donde se moldea al sujeto acorde a una tecnología específica, los cuales arrastran una serie de adjetivos/características/especificidades normalizadoras; se le arrebata su subjetividad que lo hace sujeto y se convierte en objeto, donde sino cumple con estos, se le nombra monstruo. Cuestionar estos discursos psiquiátricos/jurídicos/médicos es devolver la singularidad y la palabra, aplastado por la universalización dogmática del diagnóstico. ¿Será que nuestra condición de humanos nos dará la imposibilidad de vivir sin nombrar? ¿sostenemos los discursos de verdad como forma de mitigar la incertidumbre? ¿encontraremos otra forma clasificatoria en algún momento? ¿quién nombró al monstruo?

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