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La Mensa De Nancy


Enviado por   •  24 de Marzo de 2015  •  361 Palabras (2 Páginas)  •  169 Visitas

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sto viene a corroborar la idea de que el enfermo que sufre algún tipo de psicosis no teme tanto las alucinaciones en sí sino el sentimiento de soledad y de desligazón con la realidad socialmente admitida que le rodea. La irrealidad, conforme avanza el deterioro mental de Renée, se asocia cada vez más al aislamiento y la ruptura de los lazos que unen a la enferma con el mundo de lo humano, entonces las alucinaciones sí se tornan terroríficas. No puedo dejar de preguntarme sobre lo que ocurriría si el entorno social del enfermo mental en vez de rechazar lo visionario lo asumiera como otro modo de acceso a la realidad; de hecho, como creo que he comentado en alguna otra ocasión, esto es lo que ocurre en algunas sociedades arcaicas en donde las “alucinaciones” del chamán no son entendidas como síntomas patológicos sino como visiones complementarias de lo real.

Renée continúa su diario explicando el clima de irrealidad que la rodea y el terror que le produce estos encuentros inesperados con lo irreal. El encuentro con la doctora Sechehaye parece apaciguar en algo la desesperación de Renée, la misma doctora admite en su trabajo que el hecho de escuchar a la enferma le ayuda a salir de la vorágine de aislamiento en la que parece sumirse. Sin embargo, el contacto de Renée con la doctora retrasa su ruptura con el mundo real pero no lo frena. Al final Renée se autoagrede obedeciendo a un omnipresente “Sistema” y debe ser ingresada. Por mucho que se haya teorizado sobre lo espantoso que puede ser para un enfermo mental su ingreso en un centro psiquiátrico estas líneas del diario de Renée nos hacen enmudecer:

“La idea de entrar a una “Casa de iluminados” [nota: por iluminados Renée se refiere a enfermos mentales con síntomas alucinatorios] me angustió mucho. Fue como si se hubiera sellado mi definitiva entrada en el país de la Iluminación. Supliqué que se me retuviera en la clínica, lloré y prometí no obedecer más al Sistema, pero nada valió: debía ser trasladada. Mis promesas, por lo demás, no eran válidas, puesto que era incapaz de sostenerlas. Sin embargo, yo sabía que si

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