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La Muerte En La Literatura Hispanica Medieval


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2013  •  19.415 Palabras (78 Páginas)  •  298 Visitas

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1. Introducción

El tema de la muerte en la Edad Media ha sido tratado magistralmente por grandes estudiosos de las mentalidades como J. Huizinga, Philippe Aries, Jacques Le Goff, Georges Duby —por citar algunos nombres—. También desde la historiografía, y a través de documentos eclesiales y jurídicos, como los testamentos, actas de concilios y sínodos, se ha analizado la evolución que la vivencia de la muerte ha sufrido a través de los siglos medievales. Magnífico, asimismo, ha sido el estudio de Alberto Tenenti que ha realizado una interpretación sobre la muerte en el arte.

Todo autor vive en una sociedad concreta, encuadrada en una época y espacios determinados. Por esto, consciente o inconscientemente, en sus creaciones literarias se describe el modo de ser y de existir de esa sociedad. La literatura refleja ambientes, costumbres, modos de pensar y problemas colectivos, por lo que es válida para estudiar el pensamiento y la forma de vivir de esa sociedad. Por otra parte, la obra literaria se convierte en producto social, e influye, a su vez, sobre la sociedad de la cual ha surgido, suscitando adhesiones o repulsas, que muchas veces dan lugar a otras obras literarias.

No obstante, la consideración de la literatura como reflejo de una sociedad no debe llevar a la conclusión de que la complejidad de la creación literaria pueda explicarse con un método exclusivamente sociológico. La obra literaria no es sólo un producto social, sino obra de arte. Los dos aspectos no se excluyen, sino que se complementan. Frente a una concepción puramente inmanentista de los textos literarios hay que tener presentes los condicionamientos sociales de la literatura medieval, para comprender lo que fue la creación literaria en la Edad Media.

El propósito de este trabajo es, pues, el estudio de las actitudes ante la muerte a lo largo de la Edad Media a través de los textos de la literatura medieval hispánica. Por consiguiente, se partirá del siglo xii —momento en que aparecen los primeros testimonios literarios en lengua vulgar— y llegaremos hasta el siglo xv, centrándonos espacialmente en el ámbito de la Península Ibérica, ya que la muerte es un tema que se manifiesta en estas obras durante todo el Medievo de forma ininterrumpida. Su presencia se hace patente de muy diversas formas, tanto en poesía como en prosa, y llena de inquietudes a los hombres, que realizaron una profunda meditación sobre el poder de la muerte, rechazándola en unas ocasiones y aceptándola en otras, pero siendo siempre conscientes de su llegada segura. La familiaridad que con ella se tiene hace que aflore con mucha frecuencia en cualquier manifestación literaria y artística, aunque cada autor refleja una realidad contemplada bajo el punto de vista de su propia ideología.

2. El día en que comieres, ciertamente morirás

Según la tradición judeocristiana, el origen de la muerte en el mundo se debe al pecado de soberbia y desobediencia del hombre que, tentado por el diablo, intenta ser como Dios. El hombre fue creado por Dios para la vida eterna, pero el pecado trajo como consecuencia la muerte. La sentencia divina «ya que polvo eres, en polvo te has de convertir» es el castigo que corresponde al pecado del hombre.

Puedes comer de todos los árboles del jardín; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás en modo alguno, porque, el día en que comieres, ciertamente morirás[1].

Más adelante, en el Nuevo Testamento San Pablo afirmará:

por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron[2].

En la cristiandad medieval, los Padres de la Iglesia, y sobre todo, San Agustín tratan muy profusamente de este tema en sus tratados teológicos y doctrinales. En La Ciudad de Dios, san Agustín aclara que, a pesar de que Dios creó al hombre para que fuera feliz en el paraíso terrenal, Adán cayó en el pecado, lo cual ocasionó la muerte para toda la humanidad:

el género humano no estuviera sujeto a la muerte individual si los dos primeros hombres, de los cuales uno fue creado de la nada y otro del primero, no se hubieran hecho acreedores de ella por la desobediencia[3].

Pero no olvidemos que, para la teología cristiana, el hombre está compuesto de cuerpo y alma, los cuales permanecen unidos hasta la llegada de la muerte biológica, en cuyo momento se separará alma y cuerpo. Ya en el siglo xiii, Ramon Llull, en el Félix o Llibre de maravelles, hace referencia a que el hombre está compuesto de cuerpo y alma de la siguiente manera: «Lo sant ermità dix a Félix, que hom és esser ajustat de ànima e de cors, en lo qual és vegetació, sen-sualitat, imaginació, raon e moviment»[4]. Veamos, también, esta otra cita del mencionado libro en la que el beato dirá:

Bell fill, hom és instrument, e és compost de vida corporal e esperitual, e la obra de la vida esperitual e corporal és lo viure, qui és go per què hom viu; e la mort és lo contrari de la vida, go és saber, que hom mor per lo desordonament de l'estrument, e per lo departiment que la ànima fa del cors, lo qual no pot viure sens la ànima, qui li dóna vida[5].

La muerte corporal no es más que la disolución de la carne que vuelve a la tierra de donde fue tomada. Sin embargo, el alma esperará al juicio final —momento en el que volverá a unirse a su cuerpo mortal— y recibirá el premio o castigo que le corresponda por sus buenas o malas acciones durante su vida terrenal. Esta resurrección del hombre en cuerpo y alma supone que el gozo o sufrimiento que corresponda a cada individuo será percibido no sólo espiritualmente, sino también físicamente:

Dix l'ermità que aprés lo dia del judici la ànima recobrarà lo cors, en lo qual haurà pena; car en la unió que-s farà de la ànima e del cors, en quant ensems seran un hom, s'unirà la pena corporal e la pena esperital, per lo qual uniment muntiplicarà la pena de la ànima en la pena del cors, enaixí que en la pena corporal haurà la ànima pena, e en la pena esperital haurà lo cors pena[6].

Considerar pots, fill, con gran pena haurà la ànima en infern, con consirarà que per un poc de temps que lo cors viu en est món, e per un poc de delit que ha en est món, ha perduda la celestial glòria, que és tan gran e qui tots temps durara e estarà en infern on ha tan gran pena qui tots temps durara[7].

Por lo tanto, la muerte

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