LA MUERTE EN LA LITERATURA MEDIEVAL CASTELLANA
Pepegonzalez1Monografía29 de Enero de 2023
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I.E.S. María Zambrano - Torre del Mar (Málaga)
MONOGRAFÍA
TEMA: LA MUERTE EN LA LITERATURA MEDIEVAL CASTELLANA
TÍTULO: ¿CÓMO SE REFLEJA LA VISIÓN DE LA MUERTE EN LA LITERATURA MEDIEVAL CASTELLANA?
ASIGNATURA: LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA
NÚMERO DE PALABRAS:
AUTORA: ISABELLA GONZÁLEZ ARROYO – 1º BACH. B
ÍNDICE
Contenidos: | Páginas |
1. Introducción | |
2. Cuerpo | |
2.1 Evolución de la visión de la muerte en la Baja Edad Media. | |
2.2 Concepción de la muerte en el Libro del Buen Amor. | |
2.3 La muerte en las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique. | |
2.4 La muerte en la Celestina. | 8 |
3. Conclusión | 11 |
4. Bibliografía | 12 |
- INTRODUCCIÓN:
El medievo es un periodo histórico de la civilización occidental comprendido entre los siglos V y XV. Durante este largo periodo de mil años se produjeron cambios económicos, sociales y culturales y, por consiguiente, en la actitud ante la vida y la muerte. Para simplificar podemos decir que se pasa entender la muerte como algo natural y desdramatizado (Alta Edad Media) a verla como algo terrible y amenazante, una mayor concienciación de la realidad de la muerte a causa de las epidemias las guerras y las aglomeraciones urbanas (Baja Edad Media).
Relacionar la visión de la muerte con la literatura medieval castellana me obliga limitar mi estudio a los siglos XII (aparición de los primeros testimonios literarios en castellano) a XV (fin de la Edad Media)
La concepción de la muerte en esta etapa, en Castilla, estuvo marcada por el teocentrismo cristiano impuesto por la Iglesia la vida como tránsito para alcanzar la salvación, pero estuvo llena de matices que fueron cambiando con el tiempo.
Hemos de señalar que la sociedad medieval convivía con la muerte y ésta llegaba mucho antes que la actualidad la Esperanza de Vida era mucho menor y había altísimas tasas de mortalidad.
También es importante identificar a los narradores de la época, poniendo de relieve que la concepción de la muerte que nos llega es a través de los escritos de los estamentos dominantes (clero y nobleza) que impusieron su influencia tanto en la vida como en la muerte y adaptaron el relato a sus intereses.
En relación con las fuentes que he utilizado para realizar ese trabajo he de decir que me ha resultado difícil encontrar referencias adecuadas: por un lado hay abundancia de información demasiado simple que se repite y aporta muy poco y por otros estudios demasiado complejos y profundos que exceden en mucho a la aspiraciones de la investigación que me disponía a realizar.
Empezaré por exponer de manera general y resumida la visión de la muerte en Castilla en la Baja Edad Media atendiendo, sobre todo, a su evolución durante estos siglos. A continuación mostraré cómo se refleja esa actitud ante la muerte en las obras literarias mas importantes de la época en lengua castellana:
- El Libro del Buen Amor, de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.
- Las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique.
- La Celestina, de Fernando de Rojas.
Obviamente, el castellano de esta época difiere mucho del actual y en algunos casos los textos originales son difíciles de comprender por lo que utilizaré adaptaciones.
- CUERPO:
- EVOLUCIÓN DE LA VISIÓN DE LA MUERTE EN LA BAJA EDAD MEDIA.
La La muerte se presenta durante la Edad Media hispánica bajo una evidente dimensión trascendental a causa de la influencia cristiana: la vida terrenal era un mero tránsito hacia la eternidad y la muerte, la separación del alma del cuerpo. Pero se fue produciendo una evolución en la vivencia y en la visión que el hombre medieval tenía del momento de su trance final, relacionado con los cambios sociales y políticos que se fueron sucediendo a lo largo de los siglos medievales.
La muerte estuvo siempre muy presente en la sociedad medieval, se convivía con ella a diario (enfermedades, guerras, ajusticiamientos, hambrunas…) pero en la Baja Edad Media se produjo una mayor concienciación de la realidad de la muerte y una mayor percepción de los aspectos más morbosos y tétricos, aumentado por las epidemias (como la terrorífica peste negra), la crueldad de las guerras y el crecimiento de las ciudades. El miedo a morir solo, por padecer una enfermedad contagiosa, causaba pavor. También aparece el temor al al que ha muerto
Antes del siglo XII se había extendido la creencia en un juicio final universal al final de los tiempos. Para salir airoso de este juicio bastaría con pertenecer al pueblo de Dios y con cumplir el protocolo establecido para alcanzar una “buena muerte”: reconocimiento de las culpas, reparto de bienes y limosnas, oraciones y encomendar el alma a Dios.
Después del siglo XII se extiende la creencia de un juicio individual inmediato a la muerte física, momento en que el alma se enfrentaría a la sentencia de Dios. El hombre empieza, por tanto, a preocuparse por el momento mismo del tránsito en el cual tendrá que rendir cuentas.
En principio, los que mueren sin pecado van al paraíso y los pecadores no arrepentidos, al infierno. Pero a partir de finales del siglo XIII va tomando consistencia la idea del purgatorio, donde los pecadores se purifican para entrar en el cielo. En el libro del buen amor se menciona el purgatorio como lugar de arrepentimiento.
La aparición del purgatorio lleva aparejado otros cambios, como el Ars moriendi (arte del buen morir) promovido por la Iglesia para dar más trascendencia al momento de la muerte. Para conseguir la salvación era imprescindible tener una “buena muerte” que la Iglesia regula. La forma y composición de los preparativos variaba según la clase social y las posibilidades del fallecido.
- Tiempo para preparar esa “buena muerte”: repartir los bienes y asegurar una buena convivencia familiar así como arreglar los trámites del Más Allá, es decir, asegurarse el arrepentimiento final y el cumplimiento de los ritos y ayudas para que el alma se garantizase como mínimo el purgatorio. Esto conllevaba solicitar la presencia de un ministro de la iglesia. Por esto había un miedo atroz a morir solo o de muerte repentina y la muerte más terrible y rechazada era el suicidio.
- Realizar una serie de ritos como la extremaunción y el testamento, donde se repartían los bienes y se garantizaba el pago de limosnas, misas u oraciones previamente estipulado, que ayudarían al alma y beneficiaba a la Iglesia. No cumplir la voluntad moribundo era considerado motivo de condenación. La Iglesia tiene así en sus manos la salvación de los fieles y su control ideológico.
Para conseguir la salvación de los difuntos era necesaria la mediación de los clérigos, lo que motivaba el encarecimiento de la muerte. Cuando el cuerpo no podía sanar la familia recurría a la ayuda espiritual y el sacerdote se dirigía a la casa del moribundo para socorrer su alma, evitar la presencia de espíritus malignos, preparar su encuentro con Dios y darle la extremaunción.
La misa era la fórmula de conectar el mundo de los vivos con el de los muertos y ahí también encontramos una evidente diferenciación social ya que los ricos podían ofrecer más misas por sus difuntos al tiempo que tenían más posibilidades de ejercer la caridad.
La muerte cristiana al final de la Edad Media no es una muerte solitaria, sino un acto social al que deben acudir amigos y parientes para ayudar a la persona que muere. La muerte se constituye así en un acto de solidaridad que no acaba con la expiración, porque los vivos deben ocuparse de sus muertos a través de mandas piadosas, misas, limosnas a las iglesias y a los pobres, etc. Esto dependerá de la capacidad económica del difundo. El dinero se convierte en un argumento para alcanzar la salvación.
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