La Tercera Edad En México
tuturi23 de Septiembre de 2012
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Práctica 3: Las personas de la tercera edad en México.
El envejecimiento impulsa profundos cambios en nuestra manera de ser y de pensar: tienen que adaptarse a los nuevos ritmos de la vida social, a las cambiantes percepciones del curso de vida, a las nuevas normas y expectativas sociales relacionadas con la edad, a fenómenos sociales emergentes, como nuevos arreglos residenciales y domésticos, todos estos ajustes tendrán múltiples consecuencias para las relaciones sociales y familiares.
La transformación de la vejez es un problema social con múltiples connotaciones, el envejecimiento se convierte en un problema social cuando está acompañado de pobreza, enfermedad, discapacidad y aislamiento social.
Las diferentes dimensiones de desigualdad como son la clase social, la etnicidad y el género se entrecruzan y refuerzan la vejez, atrapando a las personas en una telaraña de desventajas múltiples, respecto de la cual resulta hoy en día muy difícil escapar, todo ello lleva a plantear innumerables cuestiones y preguntas de interés y relevancia para las políticas social, de salud y poblacional.
El retiro o el abandono definitivo de la actividad económica, como transición social que marca el paso a la vejez, es un evento que en el mejor de los casos vive un proceso de institucionalización parcial en México.
Para una minoría, el retiro del trabajo con la protección de una “pensión” es un evento posible, en tanto que la gran mayoría, ante la necesidad de obtener ingresos para costear la subsistencia, se ve obligada a seguir en la actividad económica hasta que sus fuerzas y capacidades se lo permitan.
Tarde o temprano, si primero no sobreviene la muerte, la vejez impone fatalmente el retiro del trabajo.
Avanzar en la edad y celebrar muchos aniversarios, no es en sí mayor problema, las consideraciones sobre el envejecimiento como dificultad y en la necesidad de planificarlo, vienen cuando en las últimas etapas del curso de una vida y en la parte final de la vida misma, se incrementan fuertemente ciertos riesgos:
- Pérdidas en las capacidades físicas y mentales.
- Disminución en la autonomía y la adaptabilidad.
- Menos participación en cuanto a los roles familiares y sociales.
- Retiro del trabajo.
- Pérdida de capacidad económica.
- Cese de otras actividades.
- Deterioro en la salud de consecuencias incurables y progresivas.
La realidad demuestra que la mayoría de las personas que alcanzan las edades avanzadas llegan finalmente a un periodo de pérdida de bienestar y autonomía permanente e irreversible, justo a causa de la edad.
La salud, la situación económica y el bienestar en el envejecimiento, no dejan de ser fenómenos sociales y obviamente diferenciados según clase socioeconómica, cultura y religión. En las edades envejecidas, los tiempos y las causas de muerte, sus formas y los efectos no letales serán distintos según las diferentes clases sociales, los ciudadanos en la salud, el acceso y uso de servicios médicos, la capacidad de prevención y atención, las formas de nutrición en función de niveles educativos, patrones culturales y de disponibilidad de recursos.
De la misma manera, también se determina la capacidad y las formas de respuesta ante los problemas.
El objetivo obvio y natural es entonces minimizar los riesgos característicos de la vejez, aminorar sus consecuencias y acrecentar las posibilidades para una vejez en el máximo de bienestar, no solo para la persona envejeciente, sino para todo el entorno familiar, social y económico que lo rodea.
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