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MANTIS RELIGIOSA


Enviado por   •  21 de Septiembre de 2012  •  1.505 Palabras (7 Páginas)  •  482 Visitas

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MANTIS RELIGIOSA MENTE AZAROSA

Original de Don Octavio Alejandro Velasco Cardenas

Mi hijo mayor

…Ya pa’ que le pones nombre al perro, ya ta muerto!

Dicho impopular

Me dijeron que había regresado a la capital, pero yo sé, por una amiga de ella, que huyo con un hombre, que se la llevo pal otro lado y jamás nadie supo su paradero…

Hoy volví al pueblo después de estar tres años preso y me enteré que hace más de un año que ella ya no vive aquí. Me lo dijo Don Esteban el señor del tendajón que está al lado local vacio donde alguna vez fue la Carbonería del difunto Don Manuel, ahí donde la conocí.

Recuerdo que fue un día en que ya pardeaba la tarde y estábamos por cerrar la Carbonería cuando se me acerco para preguntarme por la “Calle Honda” como llamamos a la Miguel Urbina la única calle grande y pavimentada del pueblo.

Buscaba a Doña Jacinta, la de los quesos y Yo le indiqué dónde era mientras ella se fue sonriéndome. No sé porque pero sentí como electricidad que recorría todo mi cuerpo mientras se alejaba con esa sonrisa en sus labios.

Supe que su nombre era Amelia que tenía 25 años y que había vivido muchos años en la capital de donde había regresado. Yo no la recuerdo, pues vine a vivir San José cuando era adolecente y ella tenía mucho de haberse ido, además de que el pueblo nunca la mencionaba, ¡sabrá Dios!…

Me cuenta Don Esteban que de niños, ella y sus dos hermanos pasaron muchas hambres luego de que su padre los abandonara y se quedarán solos con su madre que al poco murió, que perdieron toda su cosecha y se murieron todos sus animales luego de aquella sequia que azoto el pueblo ese año, que Amelita, como le decían, se las había ingeniado para huir de este ¡Maldito pueblo! al que prometió nunca regresar.

Me enteré que había decidido regresar a San José, convertida en toda una señorita decente y refinada, como esas estiradas que vienen de la capital, empeñada en borrar la imagen de niña “mugrosa” y “muerta de hambre” que un día huyo del pueblo. Tal vez sólo regresó para demostrarles a todos quien era ella ahora.

A la tarde siguiente volví a verla pasando por la Carbonería, y cuál fue mi sorpresa a ver que regresó directo hacia mí para preguntarme ¿Cómo me llamó? A lo que recuerdo con respondí con pena. Tarsicio y volvió sonreírme.

Desde ese día pasaba casi a diario a verme a la Carbonería, al terminar mi día. Yo le platicaba sobre el pueblo, sobre como éramos afortunados los pocos hombres que no nos habíamos ido pal norte como lo habían tenido que hacer mi hermano Vicente y mi primo Nacho que se dedicaban a arreglar lo camiones foráneos, los que venían de Macías y Arreguin, que se quedaron sin chamba cundo la compañía contrato a otros mecánicos.

Ella me contaba sobre la capital, sobre las grandes tiendas y lo cines, los paseos, los grandes monumentos y la vida glamurosa que tenia por allá. Siempre me pregunte por qué se había regresado pal pueblo si allá estaba muy bien y me contó que había conocido a un hombre muy rico mucho mayor que ella, que le dio una muy buena vida pero con el tiempo se fue volviendo infiel hasta que la dejó para irse con una muchacha menor que ella, creo era su sirvienta.

Salíamos a caminar por la plaza, ella con su vestido rosa y yo con mis mejores galas que no eran muchas. Luego yo le invitaba un helado, de esos que se pusieron al lado de la casa de Doña Petra. Nos sentábamos en la fuente on ta’ la presidencia y platicábamos hasta pasada la media noche y yo la acompañaba a aquella casona donde vivía, la que compro con el dinero que heredo del fulano aquel después que se difuntió y que lo que no la dejó mal parada,

Lo nuestro fue un amor tan acelerado como peligroso y loco, pues nos habíamos convertido en extraños amantes. Nunca nos dijimos palabra alguna ni hubo una petición. El tiempo con ella se escapaba como el rio y las horas para verla se me hacían eternas, todo parecía un sueño, como una de esas películas en las que una casi sabe que va suceder.

Todo parecía perfecto, lo feo vivo después, precisamente

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