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MONOLGO REQUIEN POR LA LLUVIA


Enviado por   •  25 de Febrero de 2014  •  576 Palabras (3 Páginas)  •  654 Visitas

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POR. GISELLA ALVARADO.

José Martínez Queirolo, dramaturgo guayaquileño cuyas obras Réquiem por la lluvia, Goteras, Las faltas justificadas y La esquina comparten una similitud primordial, a partir del material dramático, que intervendrá como recurso primordial de este análisis.

Iniciando con Réquiem por la lluvia, en donde el personaje protagónico resulta ser al mismo tiempo un personaje secundario (como «el marido de la Jesusa»), éste va desarrollando en su monólogo la poca importancia que ejercían tanto él como su esposa dentro de la sociedad. Jesusa, quien solo es un personaje a quien se menciona, ha muerto y a pesar de su dedicación hacia las personas, resalta el factor de que siempre fue menospreciada y juzgada.

-¡Usted disculpe, señora! Asegura la Jesusa, que la enagua no se encuentra en su poder, que usted no la ha mandado en el atado, y que…

-¡Mentira! ¡Lo que quieren es robarnos! ¡La Jesusa es una ladrona! ¡Me quejaré a la pesquisa! ¡Me quejaré!

-¡Como usted quiera, señora! ¡Pero, págueme!

-¡No! ¡No le pagaré hasta que me devuelvan la enagua colorada!...

La intencionalidad no solo recae en el hecho de los desacuerdos que pasaban con los clientes de Jesusa, la lavandera sino además los que ocurrían dentro de su propia familia. Este narrador desconocido, caracterizado por su condición de «borrachín», resulta ser la voz de protesta contra su mujer, contra su comunidad e incluso contra sí mismo.

Uno de los acontecimientos impactantes fue cómo a través de la ropa de las personas se puede llegar a conocerlas. Este recurso simbólico que ejerce resulta novedoso pues incluso un elemento tan simple como lo es la ropa puede llegar a descifrar la complejidad que representan las personas. En sí reflejando que las vestimentas tienen mucho por decir que las mismas personas tratan de ocultar.

Pero ¡nada!, ¡nadie!.... Solo mis chicos, unas cuantas vecinas, y el sol…. ¡ese sol que asiste siempre al entierro de las lavanderas!

Y esta indiferencia resulta imperdonable, cuando se piensa que durante los años ustedes han sido mis íntimos conocidos…. Sí, ¡íntimos!... Aunque solo sea, porque conozco vuestras prendas íntimas… Desde un par de calcetines rotos, hasta… ¡Bueno! ¡Tranquilícese, que no voy a decirlo!... Jesusa -¡esa, la que se ha muerto!, me hizo prometer que guardaría siempre, lo que ella consideraba… ¡su “secreto profesional”!

El conflicto que se estaba llevando es por saber en quién recaía la culpa de la muerte de Jesusa. En todo momento el esposo reflexionando sobre sus acciones admitía ser quien había provocado su muerte

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