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Madures Personal Y Amor Conyugal


Enviado por   •  12 de Julio de 2015  •  1.444 Palabras (6 Páginas)  •  303 Visitas

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La persona inmadura se nos muestra así como una persona vinculada y dependiente únicamente de la circunstancia, del instante. Dependiente de las circunstancias ambientales porque, estando situada en ellas y careciendo de un proyecto, es incapaz de hacerles frente, de encauzarlas hacia los fines y propósitos que se ha trazado, de manera que sometiéndolas acabe por enseñorearse de ellas. Dependiente de las circunstancias momentáneas porque, al carecer de un proyecto, se está subyugado por el instante, por lo temporal, o, si se prefiere, por la tiranía de los estímulos que acontecen en el tiempo.

Ahora bien, la vida humana se nos manifiesta en cierto modo como anticipación y futurización. Anticipación, porque, como el futuro no está escrito, todavía puede escribirse de diversos modos. En este sentido, sólo la persona que tiene un proyecto puede anticipar el futuro, mediante la prospectiva, de manera que sea capaz de modificar, ya desde el presente, las condiciones que incrementan la probabilidad de que ese futuro se haga posible en la forma en que se ha elegido.

Pero también futurización porque a través de los proyectos, las personas, yendo más allá del instante en que los concibieron, configuran lo que todavía no es, lo que acaso estaba llamado a no ser y que, sin embargo, en virtud de ello acaba siendo de algún modo proyecto anticipa y crea la realidad futura a la vez que futuriza el instante presente en el que concibe.

Los proyectos y las decisiones de la voluntad afectan necesariamente a la temporalidad humana, dilatando el horizonte humano que, en virtud del proyecto, rompe los estrechos límites de la instantaneidad, de lo circunstancial y crea y recrea lo que está más allá de él, lo que todavía no es, lo que sólo es futuro.

Esto no significa que tener un proyecto y ser leal a él disminuya -mediante el compromiso que supone- la libertad personal. Antes bien, sucede lo contrario. Cuando se dispone de un proyecto personal, cuando se es leal a lo diseñado, la libertad se amplía, el hombre anticipa el futuro y futuriza su instante presente, remontando por sobreelevación el hermetismo de lo instantáneo y circunstancial; un hombre que al fin depende más de sí mismo (de sus ideales, de sus valores) que de las circunstancias espaciales y temporales que le rodean. No obstante, cualquier decisión humana que se proyecta en el futuro está sometida también al juego dinámico incesante de la retroactividad y de la proactividad, manifestándose como una estructura permanentemente abierta, con capacidad para asumir los obstáculos, las dificultades y el cansancio que la consecución de su proyecto genere.

La persona madura se nos manifiesta como aquella que es capaz de concebir un proyecto conyugal cuyo compromiso es para siempre y que además es leal a ese proyecto, a pesar de los obstáculos que impidan su realización y de las gratificaciones y/o frustraciones que del entorno puedan emerger con un afán distorsionante o como un impedimento más o menos grave que dificulte su cumplimiento. Por el contrario, el análisis de este factor psicológico nos revela a la persona inmadura como aquella que carece de un proyecto conyugal, o que es desleal a ese proyecto que un día concibió y que está condicionada por las circunstancias y el instante gratificante o frustrante que acaban dirigiendo su comportamiento.

Libertad y dependencia, otro importante factor psicológico que está presente en la madurez personal es el que puede formularse como el binomio dependencia-independencia. Antes de penetrar en esta oscura cuestión hay que partir de algunas afirmaciones que necesariamente emergen de la naturaleza psicológica del hombre. Ninguna persona es una isla; más aún, en toda persona, en todo comportamiento humano hay una dimensión social irreprimible. Ese animal político que es el hombre necesita para su realización como persona de la formación de esa red de lazos interpersonales que solidariamente se cruzan entre los hombres. En cierto sentido, todos dependemos de todos. Y esa dependencia es, ciertamente, necesaria y buena. Sin ella sería imposible la génesis de la oukía natural sin la que, en la práctica, es inviable el crecimiento y la madurez del hombre.

Ahora bien, desde el psicoanálisis se han magnificado y extendido en exceso las manifestaciones de dependencia patológica entre los hombres. Las hipótesis psicoanalíticas -refutadas en la actualidad, antes que probadas- han hecho fortuna cultural instalándose en el hondón de la intimidad de muchos de nuestros contemporáneos. Tanto se ha exagerado

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